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Opinión Columna


Feminicidios


Publicación:19-07-2019
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El nada honroso cuarto lugar a escala nacional en asesinatos de mujeres que ocupa Nuevo León, cifra acentuada en los tres últimos años, refleja además de la nulidad del gobierno y sus aparatos de seguridad, educación y desarrollo social para levantar en hombros el respeto y la dignidad de la mujer, la poca importancia que reviste el sexo femenino en los objetivos gubernamentales.


“Después de ser baleada en su domicilio, una mujer murió mientras era trasladada en un vehículo particular para ser auxiliada, ayer lunes en el municipio de Cadereyta Jiménez. En las indagatorias se estableció que la persona fue agredida en su domicilio de la calle Encino Blanco 101 de la colonia Valle del Roble”, cita una nota de El Porvenir del día martes. “La persona fallecida fue identificada como Orsay Ortiz Carranza, quien contaba con 20 años de edad”. La nota consigna además que fueron dos tipos los que la asesinaron de 3 balazos y huyeron en una motocicleta sin que hayan sido localizados. Los hechos violentos pueden estar relacionados con la venta de droga.


Además de que esta noticia se ha convertido en algo cotidiano puede servir como indicador del papel de la mujer victimada en el Estado. Uno, las mujeres jóvenes con bajos niveles de educación y procedentes de estratos bajos cuentan con un horizonte nublado que más bien son cumbres borrascosas; Dos, la política social hacia estas mujeres es nula o casi nula, lo que es lo mismo; Tres, los crímenes de la delincuencia organizada no son o pueden ser feminicidios, crímenes de odio, consecuencia del machismo. En el presente caso, el crimen organizado actúa, no importa si sea contra mujer, hombre o niño.


Además, la violencia contra las mujeres abriga el aspecto más triste: la violencia familiar. La más común: el marido golpea a la mujer, el marido golpea a su mujer hasta casi matarla, el marido asesina a su esposa; también puede ser el padrastro que abusa de la hijastra; el padre alcohólico o drogadicto que vende a la hija, a la sobrina, a la hijastra para obtener drogas. Parece un relato de Casos de Alarma!, aquella fotonovela de la nota roja, pero no: es real.


La pregunta es por qué la mujer tiene que ser la víctima. Pueden ser muchas las respuestas: la mujer es más débil físicamente que el hombre, es que ella era muy respondona, es que tenía un amante, es que se pasaba todo el día en el Casino y perdió todos los ahorros familiares. Esas respuestas de una manera u otra se han ventilado en los estudios al respecto. Pero en el fondo es la educación, la falta de políticas sociales orientadas específicamente al caso tratado. Y también porque a pesar de todos los esfuerzos, en su mayoría de mujeres, no se ha erradicado todo la cultura ancestral del machismo y la superioridad masculina, basadas en los conceptos de la sociedad falocéntrica.


El descuido gubernamental es lo más preocupante: el Instituto de las Mujeres del estado realmente es un cero a la izquierda. Las disputadas del Congreso Estatal hablan y hablan, pero en la práctica diaria no se ve el resultado de tanta palabra. El Congreso de la Unión presume que por primera vez hay paridad de género. López Obrador integró su gabinete con 50% hombres y 50% mujeres. Sí.


Pero mañana aparecerá en El Porvenir una nota similar a la comentada.

No se trata de que tan sólo porque el Congreso de la Unidad se autonombra como la legislatura de la paridad de género, de que la mujer se ha ocupado de puestos a la altura de los hombre y los ha desarrollado mejor, de que cada vez hay más diputadas, regidoras, gobernadoras y lideresas sindicales.

No se trata de que la mujer por el solo hecho de serlo representa lo mejor de la vida. sin caer el valor en el arcaísmo de la mujer como vigilante del hogar, la experta en lavadoras y licuadoras, la madre abnegada que soporta los regaños del marido con tal de salvar su hogar y los hijos y dispuesta a seguir con la reproducción de la especie hasta donde el cuerpo aguante.



« Redacción »