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Opinión Editorial


Explicación


Publicación:20-07-2022
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El punto es centrarnos en encontrar las soluciones y para ello debemos aprender de experiencias de éxito anteriores

“El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca”

Focílides

Decía en entrañable José Manuel Pérez Sáenz que muchas personas tienen la manía de dejar encendido el televisor cuando duermen por dos razones: el miedo a la oscuridad y porque al escucharlo recordabas a tus padres cuando te contaban cuentos para dormir.

“Haiga sido como haiga sido” yo soy una de esas personas a las que les gusta dormir con la tele prendida.

Hace un par de noches tras una visita técnica al baño, me quedé observando un programa que por casualidad estaba en la pantalla, un documental de Discovery titulado “La gran sequía del Colorado”, realizado en el 2016 en una producción de la organización ProPublica y Discovery.

El documental no tiene desperdicio por la calidad técnica (no por nada fue hecho por cinco realizadores premiados por la Academia), pero sobre todo por la forma en que te explican cómo los humanos hemos provocado el descenso en los niveles de nuestras fuentes de agua.

Te vas de espaldas cuando escuchas que allá, tan sólo de ese río dependen siete estados de dos naciones, 40 millones de personas, cerca de dos millones de hectáreas de cultivo y es el que aporta el agua que consumen ciudades como Los Ángeles y San Diego.

La producción está basada en la investigación de Abrahm Lustgarten, periodista de Propublica (https://www.propublica.org/series/killing-the-colorado) y un mensaje que quedó clavado en mi mente fue: “Muchos de los problemas del Río Colorado son causados por el hombre, cuando son causados por humanos, pueden ser solucionados por humanos”.

La producción aborda la sequía registrada en California en el 2014 que afectaba a 64 millones de estadounidenses y más específicamente a 38 millones y medio de californianos; resulta fascinante cuando te explican que uno de los cultivos que más agua consumen es la alfalfa y si bien los humanos no consumimos heno, lo cierto es que sí tomamos leche, comemos queso y carne y el ganado se alimenta de él.

Saber que para cultivar una nuez se requiere de 19 litros de agua y 355 para obtener un aguacate, para la carne más de seis mil litros. Cada cosa que comemos y consumimos requiere de muchísima agua.

Pero ni modo de detener la producción agrícola y pecuaria que es la que más agua consume. En términos reales el consumo humano e industrial sólo requieren de un mínimo porcentaje.

En San Diego se implementó un programa de racionamiento y control que logró reducir en un 50 por ciento el consumo por habitante. De hecho la medida transformó el entorno urbano al modificar el frente de las casas cambiando los pastos verdes por paisajismo de otras especies.

No se trata sólo de nuestro consumo o de lo que requiere la industria para seguir dándonos empleos e impulsando la economía, no es culpa de los agricultores o los ganaderos, el punto es centrarnos en encontrar las soluciones y para ello debemos aprender de experiencias de éxito anteriores y aquí, tan cerca como un click o el televisor, está una.

Ojalá que nuestras autoridades indaguen y la pongan en práctica.



« Francisco Tijerina Elguezabal »