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Opinión Columna


Escobedo y el triunfo de la República


Publicación:16-01-2019
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Los últimos años de su existencia los pasó en la ciudad de México, donde murió el 22 de mayo de 1902, cuando era diputado al Congreso General

 

En la figura del General Mariano Escobedo, vencedor del imperio espurio de Maximiliano en el célebre sitio de Querétaro, tienen Nuevo León y México a uno de sus héroes más limpios y más grandes.

El sitio de Querétaro, que culminó con la rendición de Maximiliano y las pocas fuerzas que aún le eran leales fue, en el caso de Escobedo, digno coronamiento a una intensa actividad guerrera, pues a lo largo de su existencia participó en 148 hechos de armas, siempre en defensa de las instituciones nacionales. Todos los combates en que participó están registrados en su hoja de servicios y no pocos de ellos le valieron reconocimientos y condecoraciones.

Hijo de don Manuel Escobedo y de doña Rita de la Peña, Mariano nació un día como hoy, el 16 de enero de 1826, en San Pablo de los Labradores, actual municipio de Galeana, Nuevo León. Tuvo cinco hermanos, todos mayores que él.

En su tierra natal cursó los primeros estudios, mismos que combinaba con las actividades del campo, a las que desde pequeño profesó gran afecto.

Desde muy joven se inició en la carrera de las armas. Sus primeras experiencias en este sentido, las tuvo al alistarse como soldado raso en el Ejército Mexicano, para combatir a los invasores norteamericanos.

Fueron varios los hechos de armas en que participó durante esta etapa de su vida y el más importante fue, sin duda alguna, el de Santa Rosa.

Una vez restablecida la paz, Mariano Escobedo regresó a Galeana y se entregó de lleno, aunque por corto espacio de tiempo, a las actividades agrícolas. En efecto, el año de 1855, al declararse la Revolución de Ayutla, contra el dictador Santa Ana, organizó una campaña de soldados en su pueblo natal y se puso al frente de ellos con el grado de capitán.

Se unió a las fuerzas de Santiago Vidaurri y con él participó en la Batalla de Saltillo, donde fue derrotado el general Guitián. Más tarde, a las órdenes del General Juan Zuazua, combatió a Parrodi.

Concluida la Revolución de Ayutla, regresó una vez más a Galeana, pero en esta ocasión sus actividades agrícolas fueron combinadas con los servicios que prestó al Estado, en su carácter de jefe de los grupos armados que se integraron para repeler los ataques de indios bárbaros, que ocasionalmente hacían incursiones contra las haciendas y rancherías de la región.

Al estallar la guerra de Tres Años, empuñó nuevamente las armas y una vez más lo hizo unido a las fuerzas de Santiago Vidaurri, con quien tomó parte en gran cantidad de batallas.

Entre otras, se pueden citar Las Carretas, Zacatecas y de Lagos de Moreno, Jalisco, donde refrendó, con acciones plenas de pudor y heroísmo, la fama de valiente que había conquistado en anteriores hechos de armas.

Combatió a Miramón, que se dirigía a auxiliar a los reaccionarios de Jalisco. Por el brillante comportamiento que tuvo en este combate, recibió el honor de ser citado en la orden del día.

Más tarde y al frente de sus rifleros, Escobedo atacó la ciudad de México, ocupó la Garita de San Cosme, llegó hasta San Fernando, para después dirigirse a Guadalajara, a fin de prestar ayuda al general Degollado.

Llegó a Monterrey, donde tomó un respiro y reorganizó a sus mermadas tropas para emprender una nueva campaña por el centro de la Republica. Llegó a Irapuato, pero en este lugar fue nuevamente derrotado por las fuerzas del general Woll, y nuevamente regresó al Norte.

En esta etapa. Escobedo se distanció de Santiago Vidaurri, lo que lo indujo a retirarse a la vida privada en su pueblo natal.

Efímero habría de ser también este retiro, pues abanderó la causa de los diputados de Nuevo León que, en pugna con Vidaurri, decidieron instalarse en aquel Municipio.

Tampoco en esta ocasión la suerte habría de sonreír a Escobedo, ya que el vencedor en la pugna fue Santiago Vidaurri. Ante ello, Escobedo viajó nuevamente hacía el centro y obtuvo el nombramiento de comandante del Distrito de Catorce, en el Estado de San Luis Potosí.

En el municipio de Río Verde de ese mismo Estado, fue hecho prisionero por las tropas del conservador Tomás Lejía, pero logró fugarse. Llegado a México, fue destinado a la campaña militar en Oaxaca, para seguir la lucha contra los conservadores.

Partidario de la Republica, intensificó su participación en hechos de armas con motivo de la intervención francesa en México. Los combates más notables en que participó fueron los de las Cumbres de Acutzingo y de Puebla, el 5 de mayo de 1862. En otro combate ocurrido unos días más tarde, fue hecho prisionero por los franceses, pero escapó cuando era conducido a Orizaba.

Se unió entonces al general Porfirio Díaz, a quien prestó valiosa ayuda para organizar al ejército de Oriente y regresó a Monterrey, donde continuó sé carrera militar.

Su combate más relevante, el que lo ha consagrado como autentico héroe en la historia de México, es el sitio de Querétaro, donde infligió severa y definitiva derrota a las fuerzas del Imperio, encabezadas por Maximiliano, Miramón y Mejía.

Mariano Escobedo fue gobernador de San Luis en dos ocasiones y de Nuevo León en los años de 1865 y 1866.

Fue ministro de la guerra, durante los gobiernos de don Benito Juárez y de Lerdo de Tejada y combatió los levantamientos armados del general Porfirio Díaz.

Al triunfo de éste, se vio obligado a expatriarse y al regresar al país quiso dirigir un levantamiento armado en contra de Díaz, pero fue derrotado y hecho prisionero.

Los últimos años de su existencia los pasó en la ciudad de México, donde murió el 22 de mayo de 1902, cuando era diputado al Congreso General.

Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres en la Capital de la República. Nuevo León lo recuerda con su nombre en avenidas y escuelas y hasta un municipio lleva su nombre. Ciudades como Monterrey y Galeana, su tierra natal, erigieron monumentos a su memoria.



« Redacción »
Jorge Pedraza Salinas


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