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Opinión Editorial


El parrillero a debate


Publicación:25-10-2020
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Hace unos días un experimentado y, a la vez, confiado extorsionador acudió a su cita con la muerte sin saberlo.

Hace unos días un experimentado y, a la vez, confiado extorsionador acudió a su cita con la muerte sin saberlo. Llegó acompañado de un par de cómplices, de ésos de los que sólo se sabe el apodo, les pidió que le esperaran en el auto, un vehículo de transporte del aeropuerto robado recientemente. El extorsionador vestía con pantalón de vestir y una camisa blanca Hilfiger, que se extendía más allá de la cintura. Con celular en mano entró al negocio de pollos asados para hacer una vez más de las suyas.

Los trabajadores del negocio estaban muy nerviosos, tenían varios días de recibir amenazas por teléfono, no sólo en el local donde laboraban, también en sus casas. El dueño del negocio decidió no asistir más personalmente, instaló una cámara de video y prefirió monitorear lo que allí ocurría desde un lugar seguro, lo único que dejó en el mostrador, además de la morralla para los clientes, fue una pistola escuadra calibre 22 con el cargador abastecido. Esta fue la única opción que les brindó a sus empleados para hacer frente al peligro inminente.

Junior el parrillero, es de estatura baja, delgado, servicial y callado, vestía un mandil negro de tela de algodón, que hacía juego con una playera roja, una gorra negra de béisbol invertida, y un cubrebocas también del mismo color negro.  Tenía algunos meses trabajando en el lugar  y, a raíz de la contingencia sanitaria, sabía que su empleo corría riesgo, por lo que lo último que deseaba era ingresar a las tristes filas del desempleo.

Un día antes en la casa de Junior, entró una llamada al teléfono de base, su esposa contestó y una voz altisonante profirió malas palabras y muchas amenazas de muerte, la mujer no soportó y le pasó el antiguo auricular al hijo mayor. El miedo hizo presencia en aquella modesta casa del área metropolitana de Monterrey. El junior de Junior se grabó fielmente aquella conversación, aunque fue más un monólogo, y se lo comunicó a su papá cuando este regresó a casa. El instinto protector de Junior creció y creció de manera expedita, como una enredadera que se sujeta a la pared y cubre toda la casa. A partir de ese momento, la suerte del extorsionadory,también la de Junior, estaban echadas.

A raíz de este evento,ocurrido hace unos días en nuestra ciudad, el tema sobre la legítima defensa ha resurgido para su debate. ¿Hasta dónde tiene un hombre trabajador, un padre de familia, el derecho a defenderse en su integridad y la de sus compañeros de trabajo, así como la de su familia? ¿Hasta dónde tiene una persona esforzada, el derecho de detener una agresión sistemática que pone en riesgo inminente su vida y la de sus compañeros y seres queridos?

De acuerdo con la ley penal vigente en el estado de Nuevo León, aquella persona que haga uso de la fuerza para defender su casa, su negocio o su lugar en su empleo, será exonerada de la responsabilidad por las lesiones que pueda causarle a su agresor, recurriendo para ello a la figura jurídica de la legítima defensa.

En este punto los legisladores actuaron con responsabilidad, hace tres años,  al dotar a los ciudadanos de esta prerrogativa para articular una defensa, que los proteja después de que éstosactúen  tratando de salvaguardar a los suyos y sus bienes. La gente defensora de los derechos humanos trató de contrarrestar esta reforma local, pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación, finalmente le dio la razón a los legisladores locales, dos años después, quedando completamente sustentada jurídicamente en el 2019, en octubre, hace exactamente un año.

El tema de la legítima defensa no es nuevo, pertenece a los arcanos del derecho  y siempre ha sido objeto de debate, pero en el contexto social actual de inseguridad, ha cobrado una nueva significación. Hace unos días, en el sur de nuestro Estado, allá por Galeana, una patrulla de Fuerza Civil se topó con una decena de camionetas con civiles armados hasta los dientes. Los efectivos policiacos que tienen consigo un entrenamiento militarizado, actuaron sabiamente, siguiendo las órdenes de sus superiores, motivo por el cual prefirieron resguardarse ante la amenaza que significaba la desigualdad de efectivos, en un lugar donde los refuerzos tardarían horas en llegar.

Es claro que el Estado en sus diferentes niveles, a lo largo de los tres últimos lustros, ha sido incapaz de brindar la seguridad que el ciudadano merece por derecho, por lo que esta lectura de la situación fue pertinente por parte de los legisladores y,  afortunadamente,hoy se cuenta con esta nueva legislación que contrarresta un poco la situación de indefensión de la ciudadanía.

¿Qué fue lo que falló con Junior? Faltó una capacitación para el manejo de este tipo de situaciones de riesgo límite, donde está en juego la vida. Los legisladores deberían promover, y esta es una propuesta que hacemos desde esta columna editorial, y proporcionar  sustento jurídico para que aquellas personas que son amenazadas por la delincuencia  y que su vida está en peligro, puedan adquirir un arma de fuego para defensa personaly que el Estado, además,  les capacite para hacer un uso responsable de la misma y que conozcan los protocolos para proteger su propia vida y la de sus seres queridos, actuando siempre dentro de la legalidad.

¿Qué ocurrió con Junior? Simplemente sintió la imperiosa necesidad de defender a los suyos ante una amenaza concreta y un riesgo inminente. Había una pistola calibre 22 allí, justo debajo de la caja registradora; el extorsionador insistía en que si no le entregaban el dinero inmediatamente, en ese momento daría la orden para que sus cómplices, que se encontraban afuera, entraran al lugar y los acribillaran. Junior aprovechó la desfachatez del delincuente, tomó la pistola y le disparó por la espalda. ¿Por qué lo hizo de esta manera? Porque no podía poner al extorsionador en alerta, no podía exigirle que se diera la vuelta y que se rindiera, ya que en ese momento el ahora occiso, simplemente continuaría con su juego amenazador y solicitaría por el celular, el cual no paraba de usar ya que se mantenía en constante comunicación, y  pediría a sus cómplices que actuaran ipso facto y que dieran muerte a cada uno de los trabajadores del negocio de pollos allí presentes,  sin misericordia alguna.

Si Junior hubiera recibido capacitación previa para actuar en legítima defensa, le habrían enseñado una antigua máxima del derecho penal, una que desde la época de mediados del siglo XX,  el litigante regiomontano, Porfirio Díaz, homónimo del tristemente célebre dictador mexicano, decía, cuando le solicitaban que defendiera un caso alegando legítima defensa: “¡Sí, sí lo saco (el cliente ya estaba detenido), pero acuérdense, un tiro… solamente uno…!”. 




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Arturo Delgado Moya

Arturo Delgado Moya


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