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Opinión Editorial


Deformación corporativa de la voluntad


Publicación:11-06-2020
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Los obreros y los campesinos son contribuyentes pasivos con su trabajo personal a los que se les deducen los impuestos y pagan al consumo

    Al lado de  que la configuración  de los partidos  se realiza en México acompañado de la centralización de poderes, aunque parezca dentro de un ambiente democrático, todos tienden a la concentración de poderes a través del personal permanente a su disposición  -a la que no sólo favorece la reelección-  y cuya práctica conduce  a los partidos a dejar de representar los intereses de sus agremiados,  se une la circunstancia de que esta relativa prosperidad también  ha colocado al sistema de partidos políticos  en la coyuntura de renunciar a la postura de reivindicar la demanda de generar cambios en la estructura social y económica, y aproximarse a otras formaciones políticas de corte conservador, a sabiendas de que  estas transformaciones tendrían poco éxito entre los electores.

     El fenómeno no es nuevo y surge cuando un partido degenera en facción, precisamente en el momento histórico coyuntural en el que el interés general de toda la nación deviene un interés, un objetivo secundario o subordinado, y la causa del partido se apoya más en beneficio del organismo o de la facción que lo conduce, que en el beneficio de la nación, habiendo sido éste uno de los aspectos polémicos que persisten durante su paso de la formación de los partidos de Inglaterra a Estados Unidos, con motivo de su independencia, y en Francia en ocasión de su Revolución, donde da origen a la dudosa compatibilidad  de los partidos con la teoría de la voluntad general de Rousseau o con la idea de la soberanía nacional, según la cual cada diputado representa directamente y sin intermediación alguna a la totalidad de la nación. Pero sobre todo, es compatible con las ideas del abate  Joseph Emanuel Sieyés para quien “…el privilegio es una exención de una obligación  común o concesión de un bien común. El privilegio es injusto, odioso y contrario al verdadero objetivo de la sociedad, el cual no puede ser otro que el mayor bienestar de todos”   (Emmanuel  Sieyés. Proemio a la Constitución, reconocimiento y exposición. Ed. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007, p 258).     

      Muchos empresarios han tomado la decisión unilateral de liquidar voluntariamente las contribuciones que dejaron de pagar al gobierno federal, entre las que se encuentran la tienda de autoservicio Wall Martt, la estadounidense I. B. M. y otras más, pero no así Guillermo (Vivi) Álvarez  por las millonarias contribuciones que dejó de reportar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Pública una vez deducidas de los sueldos entregadas  a los jugadores de la Cooperativa Cementera del Cruz Azul, el banquero Roberto Hernández, el empresario Germán Larrea, Olegario Vázquez no obstante su esfuerzo por hacer efectivas garantías dentro de los créditos otorgados por Multiva y su interés frustrado por lograr la adquisición del Instituto  Mexicano del Seguro Social, Olegario Vázquez Raña por aspirar a la simulación de una mayoría de los cooperativistas del periódico  Excélsior para adueñarse del rotativo, Roberto Valleres. Estos son en realidad los activos que quedan de los contribuyentes dispuestos a pagar lo que deben entregarse al fisco para el bienestar general, pero al que no desean entregar suma alguna porque prefieren moldearlos en masa bruta, faltando al principio de que sólo los que contribuyen al financiamiento de costos del gobierno son los que pueden dirigirlo.

     Los obreros y los campesinos son contribuyentes pasivos con su trabajo personal a los que se les deducen los impuestos y pagan al consumo.

     A este respecto escribe Adam Smith:  “….Los seres humanos pueden convivir en sociedad  con un cierto grado de seguridad , aún cuando no exista un magistrado…para protegeles de la injusticia resultante de estas pasiones. Pero la avaricia y la ambición del rico, el odio al trabajo en el pobre y el amor a los goces y facilidades presentes, son las pasiones que impulsan a invadir la propiedad ajena y estas pasiones son mucho más pertinentes y universales. Allí donde existen grandes patrimonios, hay también una gran desigualdad. Por un individuo muy rico ha de haber quinientos pobres, y la opulencia de pocos supone la indigencia de muchos. La abundancia del rico excita la indignación del pobre, y la necesidad alentada por la envidia, impele a éste a invadir las posesiones de aquél. Sólo bajo la protección del magistrado podrá descansar tranquilamente  durante el corto espacio de la noche el dueño de esa propiedad tan valiosa, adquirida con el trabajo de muchos años o quizás de muchas generaciones. En todo tiempo el rico se encuentra rodeado de  enemigos ignorados…y de cuyas injusticias sólo puede protegerle el brazo  poderoso del magistrado, levantando siempre para protegerlos. En consecuencia, la adquisición de grandes y valiosas propiedades, exige necesariamente el establecimiento de un gobierno…donde no hay propiedad dicha institución no es tan necesaria” (Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.  Libro Quinto: De los ingresos de la república. Parte II: De los gastos de justicia. Ed. FCE, México, 1987, p. 629).

     Los cambios experimentados hasta hoy deben examinarse en el estricto marco de que las elecciones constitucionales que le dieron legitimación a Andrés Manuel López Obrador para darle una dirección política al proceso de ejecución de la ley, indiscutiblemente cuentan con una abrumadora mayoría que ni siquiera la simulación de los personajes que se han enriquecido a costa de necesidades más claras que suponen el trabajo de muchas generaciones de la mayoría son susceptibles de aquilatarse en la balanza de lo equitativo. El proceso de ejecución de la ley también implica denunciar, y no sólo para que la opinión pública sancione con su desprecio la actuación de los que quieren mantener en la ignorancia a la mayoría, sino porque a éstos habrá que castigarlos por el malgasto de los recursos públicos de todos, y en esto no se puede evadir que lo que ha escogido la mayoría es el darle un sentido común a más de treinta y seis años de deformación corporativa de la voluntad popular.          

        



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Carlos Ponzio Elizondo

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