banner edicion impresa

Opinión Editorial


David Carrizosa 1979 - 2020


Publicación:08-08-2020
version androidversion iphone

++--

Sus últimas fotos fueron unas selfies tomadas en la altura de las montañas

En el medio ambiente infecto por la pandemia del Coronavirus se espera (o mejor dicho: no se espera) que llegue la infausta noticia de que algún conocido o familiar falleció a causa de tan nefando mal. Terrible, porque aparte del dolor, sería casi imposible acompañarlo en sus últimas horas. Que un amigo muera por causas ajenas a la pandemia es algo paradójico pero igual de triste. Más cuando se sabe que no podremos acompañarlo en sus últimos momentos. 

Eso acaba de pasar con mi amigo David Carrizosa, “Davek”. Amante del excursionismo,  se despeñó el domingo 2 de agosto de 2020 en un cerro de la Huasteca. Cayó 80 metros. “Esa montaña es sagrada”, dijo Guillermo Gómez de la Rosa, “es el centro ceremonial de los huicholes”. Seis horas tardaron los rescatistas en recuperar su cuerpo. Tenía 40 años de edad. Había nacido el 17 de octubre de 1979. Era hijo del afamado pintor Héctor Carrizosa, amigo.  

      Davek, excelente fotógrafo cuyo tema principal era la lucha libre, director de películas como Matamoros 317, En tierra de machos el joto es rey, algunas premiadas. Su primera obra, la cinta El hombre de las Gerberas, ganó el premio al mejor documental en el Festival de Cine Monterrey.

       Había expuesto su obra fotográfica en prestigiadas galerías del país y del extranjero. Su afición por la lucha libre lo llevó a colocarla en los renglones del arte: sus fotos de luchadores son, más que particulares, humanas. Decía: “Quiero mostrar al ser humano, porque muchas veces tenemos la idea que los luchadores son millonarios, que son muy fuertes y no se lastiman, o que la lucha libre es puro cuento. Yo trato de buscar al luchador humano, el que sabe que puede subirse a un ring pero a la mejor no baja”. 

Varias ocasiones compartimos esfuerzos por sacar adelante algún proyecto, desde exposiciones, filmación de documentales y películas, hasta organizar funciones de lucha libre con fines culturales. En el centro comercial Cumbres lo propuse para una exposición y fue aceptada. Enromes fotografías lucían en los corredores del centro comercial.  Hablábamos de publicar un libro con su obra. Y no pocas veces convivimos frescamente en los patios oficiosos de la amistad. Una de esas ocasiones me regaló un álbum con retratos de luchadores. Era sorprendente por la crudeza, el dolor que destilaban esos rostros maltratados en los fieros combates de los coliseos y las arenas. El álbum se lo obsequié a Guillermo Gómez que seguramente sabrá qué hacer con él. A lo mejor el libro del que tanto hablamos. 

Realizamos varias giras de trabajo por equis o ye lugar. Una vez, en la ciudad de México fui a visitar a mi amiga Yolanda Montes “Tongolele”, con unos amigos que invité, entre ellos David. Después de platicar con la hermosura célica vuelta mujer nos tomamos fotos, más bien, Davek las tomó. Alguien, quizá Tony Boy, le dijo ahora ponte tú con ella David y yo la tomo. Y David se negó. Dijo: el fotógrafo no debe salir en la foto, además no me gusta retratarme.  

Sus últimas fotos fueron unas selfies tomadas en la altura de las montañas. Quizá había cambiado de opinión. 

Mi más sentido pésame para Héctor Carrizosa. 

Animo, Héctor. También estoy triste.



« El Porvenir »