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Opinión Columna


Arte y Psicoanálisis


Publicación:03-04-2019
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Las artes y el psicoanálisis han tenido desde el origen de este último, una relación muy estrecha

Arte y psicoanálisis: dos respuestas ante el vacío. ¿A qué nos referimos? Los humanos, a diferencia de los demás animales, no poseemos una esencia, nuestra existencia está marcada por la diferencia, mientras que ellos desde su nacimiento poseen las habilidades ya instaladas, los humanos no respondemos a un solo patrón por el hecho de pertenecer a una especie, sino más bien a una diversidad. Nuestro contexto “natural” es la cultura, lo artificial, de ahí la infinita posibilidad de flexibilidad, adaptación y creatividad de los humanos.


La singularidad marca y expresa esa diferencia. Fue Sigmund Freud quien inventó un método, el psicoanálisis, para dar cuenta de esa singularidad, de su construcción, sus impases y posibilidades. A través de la asociación libre, cada uno puede ir hablando sin restricción alguna, sin filtrarse, ni censurarse de aquello imposible; ello permite que cada uno haga la experiencia de encontrarse con su singularidad, y pueda así, pasar del sufrimiento a la creación.


Las artes y el psicoanálisis han tenido desde el origen de este último, una relación muy estrecha; es muy basta la referencia al arte dentro del campo del psicoanálisis: literatura, pintura, música, cine, performance, etc. nos muestran algo de lo imposible de explicar sobre la vida y la muerte, sobre el amor, sus dificultades y laberintos, el descompás de la existencia humana en relación con el mundo y con los otros. “... pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que, en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino”. (Jacques Lacan)


El arte y el psicoanálisis son formas creativas de respuesta ante el vacío, pues al partir de una pérdida estructural (pérdida de referencias naturales únicas, como las que disponen los demás animales) logran no solo crear algo a partir de ese vacío, sino de inventar la subjetividad de la época, “crear algo para colocarlo en el mundo” (Jorge Forbes) para que ese objeto de arte, además de custodiar el secreto humano de la imposibilidad de nombrar en términos generales la vida humana, crea un nuevo lazo social, una forma singular de existir, amplificando las posibilidades y horizontes de vida. ¿No es acaso eso de lo que está lleno la historia del pensamiento, la filosofía, las artes, ciencia y tecnología? ¿De un deseo que parte siempre de un vacío, imposible de resolver, que llama siempre a la invención y por lo tanto a la amplificación?


Cuando contemplamos una obra de arte, no solo asistimos a sus detalles técnicos, al cuerpo de la obra, su destreza, sino a algo que al tiempo que vemos, podemos tener la experiencia de ser de pronto, leídos, interpretados por esa obra; algo “sabe” ese cuadro, esa canción, esa novela sobre lo íntimo extraño que porto siempre conmigo, pero que no había alcanzado la posibilidad de dar cuenta de ello. De pronto algo se me revela, “no soy yo quien lee el libro, es el libro que me lee” (Massimo Recalcati) Ello, por supuesto, con sus limitantes, sus alcances y limitaciones, pues el vacío es eso que nunca se logra resolver, ese motor, esa causa que empuja a crear, a seguir al siguiente momento, al siguiente objeto, a la siguiente palabra, rasgo, invención….


camilormz@gmail.com



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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