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Opinión Editorial


AMLO en la ONU


Publicación:01-10-2020
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Nuestro país es miembro fundador de esta organización, desde 1945, y siempre, hasta ahora, había mostrado un papel decoroso, de respeto a sus principios

La semana pasada se llevó a cabo un evento para conmemorar el 75 aniversario de Naciones Unidas. La sesión de la Asamblea General tuvo como título: “El futuro que queremos, las Naciones Unidas que necesitamos: reafirmación de nuestro compromiso colectivo con el multilateralismo”.

En su página hacía referencia puntual a los temas por dialogar: la crisis sanitaria mundial y sus repercusiones económicas y sociales; así mismo, el imperativo de construir un futuro mejor para todos. 

De igual forma: “Nuestra respuesta determinará la rapidez con que se recupere el mundo, el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la forma en que manejemos los desafíos apremiantes: desde la crisis climática hasta las pandemias, pasando por las desigualdades, las nuevas formas de violencia y los cambios rápidos en la tecnología y en nuestras poblaciones.

Ante este contexto, los líderes de las naciones participarían con un mensaje que refiriera a compromisos internacionales y colaboración multilateral, respondiendo a los puntos anteriores.

No olvidemos que la ONU sigue siendo “el máximo foro internacional” para reflexionar, proponer soluciones y atender desafíos mundiales. Los temas que aborda, son causas globales como la paz, la seguridad, el desarrollo inclusivo y la protección de los derechos humanos. Siempre, con enfoque a futuro partiendo de realidades que deben ser abordadas de manera intercultural. 

Nuestro país es miembro fundador de esta organización, desde 1945, y siempre, hasta ahora, había mostrado un papel decoroso, de respeto a sus principios y consistente con la política exterior mexicana.  

AMLO desestimó todo esto y ofreció un discurso etnocéntrico y egocéntrico. Habló de lo que disfruta: las transformaciones de México, la corrupción y el camino al éxito que, como país, según él, llevamos. Habló de Hidalgo, Morelos, Juárez y Mussolini, referencia a héroes para, por inferencia, incluirlo a él por ser el artífice de la 4ª transformación que “está ocurriendo de manera pacífica y sin violencia”, así lo dijo.

Alabó el excelente manejo de las crisis sanitaria y económica por el COVID. También habló del avión, de hecho, le dedicó mucho tiempo a su descripción:

“Les comento que había un avión presidencial, existe todavía, lo rifamos, y todavía vamos a venderlo; este avión es como un palacio, algo insultante para nuestro pueblo, un avión de lujo para 240 pasajeros adaptado para 80, con sala de juntas, con recámara”.

“Y así, se han terminado lujos, las extravagancias. No puede haber gobierno rico con pueblo pobre. La fórmula es: no permitir la corrupción y ahorrar. Que no haya no haya lujos y ostentación en el gobierno y así liberar fondos para el desarrollo.

Todo lo que estamos reuniendo, con esta fórmula de no permitir la corrupción y de hacer un gobierno austero, sobrio, lo estamos destinando para ayudar a la gente humilde, a los desposeídos…” refirió

Todo, con el tono acostumbrado de reproche irónico hacia el pasado.

AMLO prefirió dar un mensaje ¿aleccionador? al mundo con temas que no interesan a la comunidad internacional y que, sobre todo, estaban fuera de la agenda del evento. Además, los mexicanos tenemos otros datos, no estamos bien ni en el COVID, ni en la economía, ni en la violencia.

Lo único internacional fue la referencia a la firma del T-MEC entre Estados Unidos, México y Canadá que dijo está generando inversiones y empleos.

Hubiera sido ideal que hablara de las aportaciones mexicanas para resolver la crisis ambiental; de los imperativos para la próxima agenda del Consejo de Seguridad; de los avances en los 14 proyectos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que México preside; de la agenda de género, pobreza alimentaria, migración…hay tantos temas multilaterales.

Pareciera que a AMLO no le interesa el mundo ni ve a México en él. Tampoco le interesa el futuro, está anclado en el pasado.

¿No hay quien lo asesore y le apoye en los mensajes a desarrollar? ¿Ni siquiera hay quien le diga que su cuello estaba mal acomodado y se veía muy mal? Dio pena. 

Y para concluir: “Yo, tengo mucha fe en el futuro de México, pero también tengo mucha fe en el futuro del mundo. Yo soy un creyente y mi credo es el de la fraternidad universal”.

Lo bueno es que no habló de las estampitas con las que él trabaja y confía.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com



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