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Chalecos Amarillos, en letargo por el Covid

Chalecos Amarillos, en letargo por el Covid


Publicación:23-11-2020
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Sin embargo, así como desapareció puede volver el fenómeno distinguido por carecer de estructura, liderazgo y una agenda armonizada

BRUSELAS, Bélgica.- Como ocurrió con los movimientos de tinte ambientalista y de reclamo de los derechos de la mujer, el de los chalecos amarillos terminó apagándose como consecuencia de la emergencia sanitaria provocada por la primera pandemia por coronavirus.
Sin embargo, así como desapareció puede volver el fenómeno distinguido por carecer de estructura, liderazgo y una agenda armonizada; después de todo fue un "chispazo" de enfado social lo que en un principio inició la movilización hace dos años. "Como movimiento ha perdido mucho vigor, pero las razones que llevaron a este movimiento siguen estando muy presentes. La desconfianza en las instituciones, el Estado, la información y las élites es algo que está claramente a la luz del día a raíz de Covid-19", dice a EL UNIVERSAL, Gaspard Estrada, politólogo de la Universidad Sciences Po, en París.
"Los partidos gubernamentales ciertamente no han podido darle respuesta, aunque el movimiento se ha desgastado mucho y casi no es parte del debate público", insistió. Lo que sigue habiendo son algunas manifestaciones esporádicas en distintos puntos del país, pues la emergencia sanitara ha hecho casi imposible la probabilidad de emprender acciones colectivas. "Pero el sentimiento y la frustración se mantienen", reitera el analista.
A lo que el politólogo de izquierdas, Thomas Guénolé, describió en su momento como un "levantamiento" ciudadano, el presidente Emmanuel Macron respondió a inicios del 2019 convocando un gran diálogo nacional. El objetivo era encontrar soluciones impulsadas desde la ciudadanía a la mayor crisis de confianza en la clase política francesa desde 1968. De acuerdo con Gaspard, las conclusiones de las convenciones ciudadanas están en curso de su traducción legislativa, pero "como todo en el mundo, el Covid pasó por allí y las prioridades gubernamentales pasaron al orden sanitario".
A finales de 2018, las principales avenidas de la capital gala fueron testimonio de imágenes inéditas para los parisinos: centenares de policías, escoltados por cañones de agua y resguardados por francotiradores con lanzadores de balas de caucho, deshacían barricadas improvisadas, neutralizaban vehículos en llamas y desbarataban concentraciones masivas entre nubes de gas pimienta y un aguacero de piedras.
El que vuelvan o no los escenarios casi apocalípticos vividos en París, dependerá en gran medida de cómo el gobierno de Emmanuel Macron atienda las inquietudes de los franceses, agudizadas por la pandemia.
El desafío se ha profundizado como consecuencia de la emergencia sanitaria en un país que registra 663 fallecimientos por Covid-19 por millón de habitantes, detrás del Reino Unido, España y Bélgica en el tabulador europeo.
El impacto económico por implementar uno de los modelos de confinamiento más estrictos, tiene un salto equivalente a la contracción de 9.5% del PIB para 2020, estima la Comisión Europea.
Hasta ahora, los apoyos sociales ofrecidos por la administración Macron para paliar la crisis no han sido suficientes para revertir las percepciones de pérdida de confianza en la autoridad gubernamental, aun cuando las encuestas muestran una amplia aprobación a las medidas decretadas para contener la expansión del virus.
De acuerdo con un sondeo de la consultora Odoxa-Dentsu y publicado el 29 de octubre por Le Figaro y France Info, 70% de los franceses era favorable a un segundo confinamiento.
"Por un lado hay cierto fatalismo en los franceses reflejado en este apoyo a las medidas de confinamiento, pero por el otro, hay gran inquietud con relación al futuro por los malos indicadores de la economía", indica Gaspard.
"El reto es enorme, pero también supone una oportunidad, la posibilidad de Macron de relanzar la economía francesa y de retomar el pacto social, vital para recuperar la confianza en las instituciones".
El movimiento de los chalecos amarillos, integrado por transportistas, trabajadores de la construcción, maestros, padres de familia, jubilados, estudiantes, desempleados, por citar algunos, en su esencia es impredecible, por lo que no puede darse por descartado. Tampoco hay garantía de que permanezca en el letargo de cara a las presidenciales de 2022.
Por tanto, en cualquier momento puede volver a estallar, lo que supondría combustible puro en los meses venideros, cruciales para Macron si quiere permanecer en el Elíseo.


« El Universal »