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Verdadero centro de la Iglesia

Verdadero centro de la Iglesia
Este fue el “sueño” (evangelio) de Jesús, que murió y resucitó para cumplirlo. Este es el programa del papa Francisco.

Publicación:09-05-2020
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Desde el comienzo de su pontificado, Francisco ha insistido en la exigencia evangélica de salir a las “periferias”

Desde el comienzo de su pontificado, Francisco ha insistido en la exigencia evangélica de salir a las “periferias”, no para para cruzar fronteras y conquistar para la fe nuevos pueblos, ni para enseñar desde arriba doctrinas seguras sino para compartir la vida con los excluidos, enfermos y oprimidos. Un tipo de Iglesia había querido centrarse en sí misma, como eje u ombligo del mundo (axis mundi)... Ciertamente, comparando la Iglesia con una ciudad elevada sobre el monte (Mt 5, 14), el Evangelio parecía decirnos que nosotros, cristianos, somos la cumbre y pirámide del mundo, para que vengan en procesión todos los pueblos y podamos enseñarles (cf. Is 2, 3?4; Miq 4, 2).
Pero el mismo Evangelio manda después que bajemos del monte donde estaba en un momento Jesús, para salir por todas las naciones (cf. Mt 28, 16?20) y encontrarle en las periferias de los cojos, mancos, ciegos, excluidos, poseídos por diversos tipos de “demonios” y de enfermedades  (cf. Mt 11, 2?4). En este contexto, y especialmente en esta situación de amenaza general de Coronavirus (Semana Santa y Pascua: abril 2020), el papa Francisco ha vuelto a decirnos que salgamos a las periferias de la vida, a los infiernos del mundo (cf. Credo de los Apóstoles: Descendió a los infiernos), pues solo desde ellos puede iniciarse la marcha del evangelio (Mt 25,31?46):
El primer infierno (periferia) es el hambre/sed, dice el Dios de Cristo: “tuve hambre…”. Que el Coronavirus no nos haga olvidar que la periferia más doliente donde sufre y muere mucha humanidad es el hambre/ sed, que se extiende sobre el mundo por falta de solidaridad y justicia de los hombres… La vacuna contra esa primera enfermedad/periferia creada por los hombres (hambre/sed) sería y es fácil de desarrollar. Esa es la vacuna de la solidaridad, compartir la vida, cambiando el tipo de economía de producción, mercado y consumo capitalista (y militarista) que hemos venido construyendo. Sería necesario perdonar un tipo de deudas de los pobres (¡creadas en gran parte por los ricos!), convertir las armas en “arados y podaderas” para cultivar la tierra y podar los árboles al servicio de la fraternidad.  Esta es la primera salida a la periferia que propone Francisco.

El segundo infierno (periferia) es el exilio y desnudez: carecer de tierra y  dignidad, estar expulsados, ser extraños, arrojados en el mundo, perdidos, sin patria… En esta periferia de la desnudez habitan millones de personas de todos los pueblos; no están desnudos porque quieran, sino porque esta cultura del éxito y consumo les desnuda. No están exiliados por gusto, sino porque nuestro tipo de cultura del bienestar egoísta les expulsa de todos los centros, haciéndoles extraños sobre el mundo. En ese contexto, el papa Francisco nos ha recordado estos días (pascua 2020) dos cosas. Que tengamos en el corazón la periferia de millones de desnudos y expulsados, sin tierra, dignidad, ni honor. Y que los de la periferia nos tengan en su corazón, pues ellos son el verdadero centro de la Iglesia. No se trata de que nosotros, los del buen mundo del centro, honrados vestidos de honores, les acojamos y vistamos, pues ellos son el verdadero centro de la Iglesia, el principio de la nueva humanidad.

La tercera periferia son enfermos y encarcelados, como dice Mt 25, 31?46: Estuve enfermo, encarcelado… Ellos son el verdadero centro de la Iglesia, el Cristo vivo de la humanidad. Nosotros, los del buen rico/mundo, somos incapaces de crear la nueva humanidad. Por eso debemos pedir a Dios diciendo que ellos (los de la periferia) no nos olviden ante Dios y ante la vida. Ellos tienen la auténtica vacuna: la promesa de la vida. El siglo XXI renacerá desde la periferia o no será.
Se nos ha dicho desde niños que la Iglesia es un buen tren que lleva al cielo, y que nosotros somos el centro para salvar a la periferia. Pero hemos convertido ese tren de cielo en infierno, que desemboca en la enfermedad y en la cárcel.  El programa de Mt 25, 31-46 quiere y debe invertir el recorrido de ese tren del infierno, retomando el programa de los seis días de la creación de (Gen 1), para que llegue así el séptimo del descanso de Dios y de los hombres. El verdadero tren de Dios empieza por los hambrientos y sedientos, que se ponen de pie para darnos la mano (estación 1 y 2), con los expulsados y desnudos (estación 3 y 4), los enfermos y encarcelados (estación 5?6), pues sólo así, desde la periferia puede haber salvación para el mundo. Este fue el “sueño” (evangelio) de Jesús, que murió y resucitó para cumplirlo. Este es el programa del papa Francisco.



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