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Sé en quién he puesto mi confianza


Publicación:26-01-2020
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Galilea no sólo fue el lugar donde comenzó a brillar la luz del mundo, sino también donde Jesús llamó a sus primeros discípulos

El Evangelio de este domingo comienza con una frase circunstancial: "Cuando Jesús oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea". Aquí fue donde Jesús comenzó su predicación al mundo. Galilea es la gloriosa región del mundo donde la verdad salvífica comenzó a ser anunciada a los hombres. Por eso el evangelista aplica a esa región esta profecía: "El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido". El evangelista cita esa profecía autorizado por el mismo Jesús que había declarado: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas... Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas" (Jn 8,12; 12,46). La luz ya ha brillado en el mundo entero; pero no siempre ha sido acogida: "El juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3,19). Galilea es, entonces, la región donde la luz comenzó a brillar. Debemos cerciorarnos de estar iluminados por ella.

¿Dónde estaba Jesús antes de retirarse a Galilea? Ya hemos visto que Jesús comenzó su ministerio público agregándose a los discípulos de Juan y recibiendo el bautismo de Juan. Todos los discípulos de Juan escuchaban la predicación de su maestro: "Yo os bautizo con agua en señal de conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego" (Mt 3,11). Todos esperaban que se manifestara aquél. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, éste lo reconoció ante sus discípulos diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti". En esa ocasión vino sobre Jesús el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del cielo lo acreditó: "Este es mi Hijo amado" (Mt 3,14.17). Antes de retirarse a Galilea, Jesús estaba entre los discípulos de Juan y los discípulos de Juan supieron que él era "el que viene detrás".

Cuando Juan fue entregado, también sus discípulos, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, volvieron a Galilea y retomaron su oficio de pescadores. Pero ellos ya sabían quién era Jesús. Por eso cuando lo ven venir hacia ellos a orillas del mar de Galilea y reciben su llamada, su respuesta inmediata a seguirlo, dejándolo todo, es un acto consciente y responsable. Ellos habrían podido explicar su entrega total con las palabras con que la explica San Pablo: "Bien sé en quién tengo puesta mi confianza" (2Tim 1,12).

Galilea no sólo fue el lugar donde comenzó a brillar la luz del mundo, sino también donde Jesús llamó a sus primeros discípulos, los mismos cuatro que después fueron los más importantes de sus apóstoles. Esta fue la primera llamada. Después que Jesús fue entregado y murió en Jerusalén, esos mismos discípulos volvieron a Galilea y nuevamente retomaron su oficio de pescadores. Entonces a orillas de ese mismo mar de Galilea se les apareció Jesús resucitado y entonces dirigió a Pedro la llamada definitiva: "Tú, sígueme" (Jn 21,22). Ahora se dirige sólo a Pedro, porque él había sido designado como la "piedra" sobre la cual Jesús edificaría su Iglesia (cf. Mt 16,18) y a él le había encomendado la misión de "confirmar a sus hermanos" (cf. Lc 22,32).



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