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Miradas femeninas desde el fotoperiodismo

Miradas femeninas desde el fotoperiodismo
Fotoperiodistas

Publicación:21-03-2020
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Se entrevistó a cuatro de las 59 fotógrafas que exponen su trabajo en dicho espacio

México.— Hubo una vez en la historia una mujer que sembró vocaciones: Gerda Taro (Stuttgart, Alemania, 1 de agosto de 1910 / El Escorial, España, 26 de julio de 1937), una de las primeras periodistas gráficas, considerada también como la primera mujer en cubrir las líneas del frente en un conflicto bélico. Su historia se dio a conocer, pero fue silenciada hasta hace algunos años que se subrayó la importancia de su obra luego de que durante 1995 encontraran en la Ciudad de México la “maleta mexicana”, saliendo así a la luz fotografías de su autoría atribuidas, inicialmente, a Robert Capa, quien fue su compañero sentimental.

      En una de estas imágenes se mira a Taro, sosteniendo una Leica 35mm en España durante el mes de julio de 1937, poco antes de su muerte —atropellada por un tanque fuera de control en la Guerra Civil española, dentro de las trincheras de Brunete, a unos kilómetros de Madrid— concentrada en un gesto recogido y las manos quietas, apuntando hacia lo que parece una multitud, negativo que permaneció oculto más de medio siglo en una lata oxidada. Hoy, el documento forma parte de la Asociación Española de Cine Científico, luego de ser donada por la familia de Guillermo Fernández Zúñiga, fundador de la asociación.

El misterio que produce la fotografía

Parece revelador encontrarnos con un retrato desde el cual se ve a una mujer con una cámara, en un mundo y una época donde esta profesión era exclusiva de los varones, un mundo que se negó a reconocer las miradas femeninas salvo por la diáspora de muchas, pero no suficientes fotógrafas, entre ellas Harriet Chalmers Adams (1875–1937), Helen Johns Kirtland (1890–1979) y Sarah Ladd (1860–1927). Ochenta y tres años después de haber sido tomada esta icónica fotografía, sigue siendo pertinente hablar de la labor de las mujeres de la lente, de quienes hacen de su trabajo diario una abierta declaración de lo que son y lo que miran.

      Estos testimonios visuales nos ofrecen la posibilidad de mirar de muchas formas, de hacernos presentes en espacio y tiempo distintos, para comprender, o conocer, las manifestaciones de nuestro entorno, acontecimientos sociales o circunstancias humanas, retratos y personajes, episodios nacionales, dramas y comedias cotidianos…

      Como dijera Lola Álvarez Bravo (Jalisco; 1903-1993): “Lo que era un gusto, un puro anhelo, se convirtió también en un oficio”. La fotografía “es búsqueda”, subrayaba Álvarez Bravo: “La gran interrogante cuando se sale a las calles o se va al campo es qué se va a encontrar; lo que gusta de la fotografía es lo que tiene de misterio, de sorpresa, de estar a la expectativa”.

      En nuestro país son muchas las mujeres fotógrafas que sustituyeron sus Leicas por cuerpos más robustos, periodistas que se hacen en la calle, con la gente, entre empujones, agitaciones políticas y en los momentos más importantes de la historia, que nos entregan en cada disparo un instante en el tiempo. Cuatro fotógrafas de Notimex hablan con nosotros sobre este quehacer, que se presenta en la exposición "Encuadres y miradas / Desde nosotras", actualmente en la Galería de las Rejas Abiertas de Chapultepec.

Estar en el lugar indicado

Desde 2006, Paola Hidalgo (Ciudad de México, 1981) halló un atractivo en personajes que podrían catalogarse como extraños, en una urbe donde pervive el anonimato, no para aquellos que se atreven a salir con un lipstick fluorescente o un atuendo cybergoth, como lo hace María de Jesús Aguilera Zinzun,  guardia de seguridad e integrante de una cultura urbana (imagen que presenta en esta muestra).

      La fotógrafa documenta estas historias como una manera de hacer visible un fragmento de la realidad, de empatizar con las personas, romper las barreras y la lejanía:

      —Me gusta conocer a la gente común. Todos tenemos una historia extraordinaria y algo importante que decir. Mi trabajo es una oportunidad de estar en contacto con las personas…

      Ser fotoperiodista, además, significa tener la oportunidad de “hacerse presente en momentos clave”, convertirse en testigo, “registrar lo que está pasando”:

      —Ser una extensión del mundo a los ojos de otros, mirar y hacerlos mirar. "Para mí ha sido un pretexto para conocer a la gente. Al tomarles una foto es más fácil relacionarte con las personas. Me gusta el hecho de estar en el lugar donde están sucediendo cosas importantes"…

      Su quehacer fotográfico integra esta muestra en “un momento especialmente importante para documentar toda la lucha femenina y ganar otros espacios”. 

      Para Paola Hidalgo, de la noción foto devienen conceptos como “libertad, vida y conexión”:

      —Devienen también la sororidad y la hermandad entre mujeres que se dedican a esta profesión…

      Algo que se puede apreciar sensiblemente en esta exposición y el trabajo que ha hecho durante más de 11 años.

La furia de la realidad

La pasión de Romina Solís Falconi (Ciudad de México, 1985) por la fotografía surgió en el oriente de la ciudad capital, en una Fabrica de Artes y Oficios (Faro), donde aprendió la teoría del periodismo. Lo demás fue experimentado por ella en la calle, su trabajo ha sido cubrir especialmente las protestas y las manifestaciones sociales.

      El punto de quiebre fue la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, un episodio que la marcó por “la impotencia frente a las injusticias y la violación a la vida y los derechos humanos”.

      Este y otros hechos la llevaron a denunciar con su cámara aquello que veía, incapaz de guardar silencio:

      —La fotografía también plasma la imagen de protesta, es la idea de concientizar a la sociedad en tiempos donde es necesario el cambio. La foto me ha ayudado a crecer, independizarme y ser más fuerte en muchos aspectos de mi vida…

      Aunque se sabe dentro de “un gremio masculino”, considera que las mujeres deben decir:

      —Yo también puedo mostrar mi trabajo y hacer ver que las cosas están cambiando. Debemos permitirnos realizar nuestros sueños.

      Una enfermera sale corriendo del Colegio Enrique Rébsamen para solicitar apoyo médico, hecho ocurrido el 19 de septiembre de 2017, el cual marcó su hacer fotográfico. Con esta foto llega también a la Galería de las Rejas de Chapultepec. Para ella, la fotografía también le permite plasmar la adrenalina que vive:

      —Generar conciencia de la furia de la realidad.

La fotografía como sanación

Hace varios años, acompañada de su padre, Olivia Aviña (Ciudad de México, 1991) encontró la que sería su profesión en un taller de fotografía estenopeica en el Centro de la Imagen. Fotógrafa desde niña, le gustó documentar aquello que la rodeaba: sus clases, su vida escolar, los rostros de quienes conocía. Hoy aún guarda su primer álbum fotográfico.

      Luego de un periodo de duda, hace cinco años se quedó de fijo en este trabajo: el de hacedora de imágenes. Sus pasiones son la fotografía documental y el diarismo, elementos que se pueden apreciar en la pieza Autorretrato, que expone en dicha muestra, en la cual exhibe una condición médica que sufre desde pequeña y en la que documentó su proceso de descamación por la dermatitis atópica. En el primer disparo encontró también una cura, ya que para ella la fotografía tiene algo de sanación, pero sobre todo es una manera de decirle a las personas que sufren esta misma condición que algún día estarán bien.

      La fotografía es también una manera de sentirse en los ojos del otro y reconocerse a través de la lente.

      —La fotografía me ha ayudado mucho a curarme emocional y físicamente, a comunicarme, a recordar, a no olvidar, sentir y vivir lo que sucedió, así puedo tener ese registro para la posteridad.

      Como mujer sabe que le tocó vivir un momento importante en la historia, tener un lugar privilegiado en el que antes no debían tener cabida, o al menos eso era lo que muchos creían.

      Para Olivia, esta exposición es un privilegio y una oportunidad de conocer el trabajo de grandes fotógrafas y nutrirse con el trabajo de otras mujeres, de informarse y ver otras imágenes, para tener y ofrecer un contexto amplio, para ser una buena contadora de historias.

Una voz capturada en un instante

En la caravana migrante en Tapachula, Quetzalli Blanco (Tepetlixpa, Estado de México, 1990) se encontró con una niña hondureña de ocho años quien huía de las amenazas de pandillas, grupos de droga y de la muerte misma. De este encuentro resultó la imagen que incorporó en la muestra de Chapultepec. En ella se ve a una pequeña con la cabeza agachada sosteniendo un muñeco, mientras emprende al lado de su familia un camino hacia el sueño americano.

      La foto le permite exponer las situaciones que ocurren en las comunidades menos afortunadas. Con su cámara puede “ser una ventana al mundo”, una voz capturada en un instante.

      Su historia como fotógrafa comenzó el 2 de octubre de 2013, en una protesta estudiantil, en medio de bombas molotov y gas lacrimógeno: ese día se inició en el oficio de fotorreportera:

      —Somos pocas las mujeres fotoperiodistas en comparación con los varones, pero ser mujer y hacer fotografía es dar un poco de sensibilidad distinta a los trabajos periodísticos…

      Al hablar sobre los retos que ha enfrentado en esta profesión, piensa en la violencia, la agresión pasiva y el acoso, amenazas latentes que ha logrado sortear con información y el manejo de protocolos de actuación frente a riesgos, consciente de los peligros a los que se enfrenta.

      Sin embargo, su trabajo le ofrece la oportunidad para “generar un cambio social”. Ésta, la más grande galería abierta de América Latina, representa para ella la primera exposición en su trayectoria profesional.

Ver al mundo, producir memoria

Cuatro mujeres, cuatro maneras de plasmar en una imagen pequeños trozos de lo que es la realidad, cuatro ventanas para que así, quien lo desee, pueda asomarse a través de ellas y encontrar momentos congelados y en pausa eterna... momentos que ya ocurrieron, que no volverán a repetirse jamás... precisos acontecimientos que hubieran pasado de largo y estarían destinados al olvido de no ser por la existencia de las miradas atentas de cuatro fotógrafas, que al disparar con su cámara lograron ganarle la batalla al tiempo y a la desmemoria, obteniendo con ello la evocación constante de un instante, pausando los relojes, consiguiendo así que el olvido —momentáneamente— no gane la batalla en contra de la memoria. Fotografiar, parecieran decirnos con su quehacer estas mujeres, es crear memoria.



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