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En las buenas novelas el autor avanza a oscuras

En las buenas novelas el autor avanza a oscuras
Martín Solares

Publicación:05-11-2020
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Es la primera vez que una historia imaginaria invade la vida de Martín Solares y lo adentra en las profundidades del París de los años 20

Ciudad de México.- Es la primera vez que una historia imaginaria invade la vida de Martín Solares y lo adentra en las profundidades del París de los años 20 del siglo pasado, en busca de la poesía, la libertad y el amor como lo entendían los surrealistas y dadaístas, como asegura el propio Solares, quien acaba de publicar Muerte en el jardín de la luna, la segunda de una trilogía que arrancó en 2018 con Catorce colmillos, ambas publicadas por Literatura Random House.

El narrador, crítico y editor dijo a EL UNIVERSAL que para esta saga policiaca-fantasmagórica quiso que un policía se viera obligado a infiltrar al grupo de artistas surrealistas y dadaístas.

-¿Por qué una novela policial y sobrenatural tras dos novelas realistas (Los minutos negros y No manden flores)?

--Porque luego de escribir 15 años sobre la violencia en el Golfo de México mi imaginación necesitaba vacaciones. Renuncié a mi trabajo en una editorial y me dediqué a escribir sobre Pierre Le Noir y la Brigada Nocturna. Estas tres novelas policiales del París de los años 20 las escribí desvelado, pero de sorpresa en sorpresa.

-¿Pierre Le Noir es un policía contrario al estereotipo?

--La novela policial va a cumplir 200 años y no quería repetir la misma receta. Desde que Poe publicó Los crímenes de la calle morgue, la mayoría de las novelas policiales, de Wilkie Colllins y Conan Doyle a la fecha, están contadas por héroes cínicos y desencantados, de unos 40 años, que tienen un sentido quijotesco de la justicia y gustan de contar sus aventuras con grandes dosis de sarcasmo y exageración. Inventé a un hombre muy joven, Pierre Le Noir, un policía que aprenderá muchas cosas durante uno de los meses más agitados en la historia de Francia: noviembre de 1927, cuando surrealistas y dadaístas discutían a bastonazos y se alejaban para siempre.

-¿Qué le aporta París a tus historias?

--Poesía, libertad y amor tal como las entendían los surrealistas. En Catorce colmillos me propuse explorar lo que significaba la palabra poesía para ellos, pero encontré más bien la palabra magia, y en Muerte en el jardín de la luna quise averiguar por qué la libertad les parecía tan importante como respirar. Aunque realizaron una crítica feroz del Estado, el Ejército y la Iglesia de su época, y en sus creaciones practicaron una osadía que era impensable, los surrealistas no veían a la libertad de la misma manera.

-Antes de que terminaras Catorce colmillos, ¿ya sabías que habría una trilogía?

--Nunca soñé con escribir una trilogía. Pero cuando terminaba Catorce colmillos descubrí que era apenas la primera de una serie de montañas, y que seguían otras dos, más misteriosas e incitantes. A diferencia de las buenas series, el contenido de una buena novela no se puede diseñar por anticipado. Si lo haces así la prosa se siente aburrida y predecible. En las buenas historias el escritor avanza a oscuras, de susto en susto, y gracias a una especie de miopía selectiva que te permite ver con nitidez cada palabra e imagen que pronuncian tus personajes, pero no cómo va a terminar el capítulo que tienes entre manos.

-¿Qué buscabas en esta segunda historia?

--En Muerte en el jardín de la luna quise explorar la parte perturbadora y fantasmal de los surrealistas, y antes de que me diera cuenta los personajes sobrenaturales invadieron la historia. Apareció una nueva comunidad de monstruos y toda una taxonomía de seres de ultratumba: de los fantasmas inofensivos que toman café con leche en los cafés nocturnos a los miembros más pavorosos de un sindicato del crimen. Convencidos de que son ellos quienes hacen el bien, y que deben combatir a muerte a la policía de París, contratan al peor asesino de Europa para cazar a Pierre Le Noir.

-¿Una trilogía que honra a una ciudad?

--Me propuse atraer París al centro del escenario e invitarla a ser uno de los personajes principales. Es por eso que en la trilogía de Catorce colmillos, la historia de París y sus cuerpos de policía, sus calles malditas o sus hospitales sobrenaturales llaman en alguna medida la atención: porque la construí como un ser enorme, más sabio y duradero que el resto de los personajes, uno que conoce las pasiones humanas y seguirá allí cuando todos se hayan ido.



« El Universal »