El violento terremoto de magnitud 7,7 que azotó Myanmar el viernes ha dejado un saldo trágico de más de 2,700 muertos y miles de heridos.
Aunque las esperanzas de encontrar más sobrevivientes se desvanecen tras más de 90 horas de búsqueda, los equipos de rescate lograron salvar a una mujer de 63 años de los escombros de un edificio en la capital, Naipyidó.
Sin embargo, las tareas de rescate se complican debido a la falta de maquinaria pesada y las dificultades para acceder a algunas áreas, lo que ha retardado significativamente los esfuerzos.
La destrucción es masiva, con más de 10,000 edificios colapsados y cientos de carreteras y puentes dañados.
Organizaciones internacionales como UNICEF alertan sobre la escasez de agua potable, alimentos y suministros médicos, lo que agrava la crisis humanitaria en un país ya devastado por la guerra civil.