México.— En la última sesión del ciclo de charlas “Villanos que nos dieron patria”, el historiador Abraham Villedas habló al público sobre Maximiliano de Habsburgo, quien llegó a México como emperador a petición de los conservadores, facción política que pidió el apoyo de Francia al pensar que el país no era capaz de gobernarse por sí mismo y requería del auxilio del extranjero.
Sin embargo, Maximiliano poseía ideas liberales y recién se le había retirado el título de virrey de las provincias de Italia, por lo que al llegar la invitación mexicana, su esposa, Carlota, lo alentó a viajar a nuestro país y tomar el gobierno, añadió el experto durante la charla virtual transmitida a través de las redes sociales.
Una de las condiciones que puso para aceptar la corona fue que se le demostrara que efectivamente el pueblo mexicano le quería como gobernante, argumento que los conservadores sostuvieron con 14 papeletas que representaban los votos de regiones enteras y que comprobaban su dicho. Entonces Maximiliano aceptó la corona y firmó con Napoleón III los tratados de Miramar, en los cuales el emperador galo se comprometía a brindar recursos militares y económicos hasta que el país americano alcanzara la paz.
A su llegada a México, Maximiliano quedó maravillado por los paisajes y las poblaciones originarias, por lo que algunas de sus primeras legislaciones fueron a favor de los indígenas. También prohibió la esclavitud y los azotes, estableció las jornadas laborales e inició la construcción de escuelas, hospitales y hospicios, pues a raíz de las Leyes de Reforma muchas personas habían quedado sin esa protección, que antes proveía la iglesia.
De acuerdo con Villedas, una de las virtudes de Maximiliano fueron sus acciones legislativas a favor de las masas populares de México, pero además instauró costumbres que buscaban rescatar la historia del país, como la ceremonia del grito de independencia, la cual inició en 1865 en Dolores Hidalgo, Guanajuato.
No obstante, circunstancias dentro y fuera del país dejaron al emperador sin apoyo, por lo que Carlota buscó respaldo de Napoleón III y del papa Pío IX, quienes se lo negaron debido a la falta de recursos. Luego de verse sin opciones, y acosado por el ejército liberal mexicano, Maximiliano viajó a Querétaro, junto a los conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, para refugiarse, pero fue capturado, enjuiciado y fusilado en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867.