Ahora sí, líderes empresariales, académicos y hasta políticos; todos hablan de las PYMES, de repente migraron del anonimato al estrellato. Aunque nos cueste reconocerlo, el demacrado estado del arte de las PYMES obedece, en parte, a la negligencia y poca eficicacia de los programas de apoyo pasados; cuánto tiempo perdido y dinero desperdiciado en modelos románticos con pocos o nulos resultados. Por ejemplo, de forma bien intencionada los años 2000 al 2012 tuvieron como bandera la Subsecretaría de las PYMES y el Fondo PYME, donde su programa insignia fue la red nacional de incubadoras. En un documento llamado Evaluacio´n de Consistencia y Resultados 2011-2012 se afirma que, la “Evaluación Integral del Fondo PYME” realizada por el ITESM en 2009 y la “Evaluación Específica de Costo-Efectividad” elaborada por el COLMEX en 2011, ambas mostraron que el Fondo PyME no tuvo impacto en la conservación y generación de empleos. Si no tuvieron impacto en el empleo, entónces, ¿de qué sirvieron los 6.7 miles de millones de presupuesto anual? Pues bien, después de 12 años hubo un nuevo mapa de ruta.
En parte obedeciendo a una moda mundial, se crea al Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) donde el foco fueron los emprendedores y no las PYMES. Las universidades instituyeron encomiables programas y carreras de emprendimiento. Se volvieron comunes eventos como “fuck up nights” donde emprendedores compartian sus fracasos y “shark tanks” donde jóvenes trataban de levantar capital a través de “pitches” bien estudiados. Pero el proyecto anual más emblemático fue la Semana Nacional del Emprendedor a donde llegaban cientos de camiones pletóricos de estudiantes acarreados quienes gustozos recogían plumas y regalitos en los “stands”; en 2018 México rompió un record Guinness con 124 mil asistentes. Por otro lado el presupuesto se redujo a 4,1 miles de millones (2018), las PYMES cedieron su relevancia a los emprendedores y la narrativa mudó de apoyar “changarros” a proyectos de emprendimiento. En cuanto a resultados, aparentemente no hay registro de empleos conservados y generados imputables directamente a los programas del INADEM; no se dio el resultado esperado. ¿Y por qué ahora con la crisis del COVID19 se habla tanto de las PYMES y no de emprendimiento, emprendedores o de incubación?
Evidentemente porque la solución al empleo son justamente las PYMES y practicamente ningun gobierno pudiera operar sin los impuestos que ellas pagan. Que quede claro, el dueño de una PYME, su timonel y creador no es un emprendedor, es un empresario. Un emprendedor es aquel que desarrolla un proyecto o una idea de negocio, que pudiera eventualmente convertirse en empresa. Un empresario en cambio, independientemente del tamaño de la empresa, es quien toma riesgos, invierte y opera, tiene trabajadores y cumple con sus obligaciones fiscales y laborales. Dejando claro lo anterior, el reto actual es cómo apoyar a las PYMES.
Ante la contingencia, algunos economistas han alertando que hasta 1 millón de PYMES, 25% de las empresas formales, pudieran quebrar si no se toman medidas draconianas. El Gobierno de México publicó en marzo en el Diario Oficial de la Federación un decreto que prohíbe las condonaciones y exenciones de impuestos y aparentemente el COVID19 no justifica para el gobierno un enfoque de política fiscal. Por su parte, el sector empresarial liderado por Don Carlos Salazar Lomelín, ha hecho un llamado a formar un pacto nacional con todos los representantes de los diversos sectores productivos para frenar las afectaciones económicas. Es de todos bien sabido que, cuando se cierra una puerta, se abren otras. Pues bien, ¿Qué puertas han abierto otros países a sus PYMES que nos pudieran orientar?
A nivel continental existen al menos tres países que cuentan con programas de apoyo a PYMES exitosos y de mucha trayectoria: El Servicio de Cooperación Técnica (SERCOTEC) de Chile desde 1952; el Servicio Brasileño de Apoyo a PYMES (SEBRAE) que comenzó en 1972 y el modelo norteameriano del “Small Business Development Center (SBDC)” que data circa de 1953. El modelo SBDC es el más exitoso de todos, apoyando a más de 2 millones de PYMES en 23 países del Continente Americano. Es un modelo que reporta en plataformas no solo las métricas de cobertura, empresas asesoradas y capacitadas, sino también las de impacto económico expresadas en aumento en ventas y empleos generados y retenidos por las PYMES. Una propuesta para Don Carlos Salazar Lomelín es que la IP financie y supervise la operación de los centros SBDC mexicanos. Aunque las comparaciones son odiosas, nos ayudan a poner las cosas en perspectiva: el costo anual por empleo temporal del programa Jovenes Construyendo el Futuro es de MXN$46,800 y el programa Sembrando Vidas les paga hasta MXN$216,000 a los supervisores. Basado en la experiencia mexicana del uso del modelo SBDC del WTC Monterrey UANL, por cada MXN$4,000 pesos anuales invertidos en una PYME, se podría generar y conservar 1 empleo, pagar MXN$132,000 en sueldos y aumentar en MXN$200,000 las ventas. Aunado a ello, por cada peso invertido, el gobierno federal recibiría cerca de 6.72 pesos y el estatal uno en impuestos pagados por las PYMES.
Algunas empresas donaron hasta 200 millones en la cena de tamales de chipilín para la “rifa del avión”… con ello pudieron haber generado y conservado 50,000 empleos a través del apoyo a 10,000 PYMES con el modelo SBDC. Si los números resultaran verosímiles, sería una ganga apoyar a las PYMES y un costo de oportunidad inconmensurable el no intentarlo, así lo constatan desde hace años 23 países del Continente Americano.