La idea de regresar la producción de un país extranjero hacia el país de origen o a un país vecino es considerado una tendencia y una innovación. Con o sin el presidente Trump, la dramática experiencia de las disrupciones en la cadena de valor, elevaron una bandera amarilla para muchas empresas exhortándolas a repatriar inversiones. Aunque la pandemia del COVID-19 puso en evidencia el riesgo administrativo en las cadenas de proveeduría y la urgencia de hacer algo al respecto, ya desde finales del 2015 la OCDE hablaba de ello como una inclinación llamándola “la siguiente revolución industrial”.
En una investigación realizada por el Boston Consulting Group, afirmaba que la mitad de las empresas encuestadas con ventas anuales superiores a USD$1 millardo contemplaba retornar sus inversiones internacionales. En forma no limitativa, entre los motivos enunciados por dichas empresas estaban: un cambio en la estructura de costos, el incremento en la digitalización, automatización, robotización y la industria 4.0, los riesgos potenciales en el hurto de la propiedad intelectual y un error en el cálculo del costo total de las operaciones internacionales. En vista de lo anterior, Canadá es un claro ejemplo de cómo una nación puede prepararse ante un incremento en inversiones.
Este mes de noviembre, el gobierno de Canadá anunció un programa para otorgarle la nacionalidad canadiense a cerca de 1 millón de estudiantes extranjeros y trabajadores temporales laborando en ese país. Pero claro, no se puede atraer, provocar o recibir inversiones sin tener, entre otras cosas, la mano de obra necesaria. En los últimos años, el país comandado por Justin Trudeau, ha recurrido a otorgarle la ciudadanía a cerca de 300,000 extranjeros anualmente para cubrir la creciente demanda por mano de obra calificada. Como comentario al margen, parte del problema, no privativo de Canadá, es la baja tasa de crecimiento poblacional, la más baja desde 1946, producida en parte por una engañosa ideología de género. Pues bien, Canadá tiene un problema feliz y la solución inmediata para hacerle frente al crecimiento esperado en la repatriada inversión, es la migración calificada siendo los jóvenes estudiantes internacionales el principal mercado.
El gobierno federal mexicano, en cambio, parece empeñado en ahuyentar las inversiones y propiciar la fuga de talentos. Entre muchas otras dañinas nuevas, el referéndum para cancelar el nuevo aeropuerto de la ciudad de México y la inversión en la cervecera Constellation Brands, han sido aves de mal agüero. Deshonrosamente, solo Pemex representa el 42% de los bonos en grado especulativo o “bonos basura” de todo América Latina. Según JP Morgan, la petrolera más endeudada del mundo, pudiera arrastrar al país convirtiéndolo en un “ángel caído” provocando la pérdida del grado de inversión de México. Más aún, solo este año, ha salido del país más inversión extranjera en títulos de deuda del gobierno federal, que el total de inversión extranjera directa (IED) del año 2019. La lista de factores y decisiones gubernamentales desafortunadas y mesiánicas es enorme y habría que sumarle la inseguridad, los henchidos sindicatos, la indigencia en educación digital y la falta de certeza jurídica. Nada abona a seducir inversiones y quizás volteen a ver a Canadá.
¿Cómo van a invertir las empresas si se sienten constantemente amenazadas? En plena crisis económica y con cifras preliminares de los primeros seis meses, la recaudación fiscal a grandes contribuyentes creció de MXN$13,631 a MXN$64,252 comparando 2018 y 2020. Las grandes inversiones o desinversiones nunca son a corto plazo. Algo habrá visto Best Buy que después de 13 años y a pesar de haber tenido un significativo aumento en ventas por el incremento del home office, hoy anunció el cierre de sus 41 tiendas mexicanas.
Con datos de El Economista, solo en la anterior administración, el extinto ProMéxico fue corresponsable de la atracción de más de USD$87 millardos en inversión directa extranjera y la generación de 300,000 puestos de trabajo. ¿Cómo hubiese ProMéxico capitalizado las inversiones repatriadas hacia las tres naciones del T-MEC? ¿de qué forma se repartirían los flujos de capital considerando que México tiene 5 veces más talento joven y a una tercera parte del costo de mano de obra que en Canadá? Pues bien, vientos invernales de esperanza soplan en dos direcciones; la asociación Invest Mexico Facilitation Board (www.investinmx.mx) y los cuchillos afilados de Joe Biden en pos de mayor certidumbre en inversiones a la luz del T-MEC.
La semana pasada, los 10 gobernadores aztecas que forman la Alianza Federalista, lanzaron su propia agencia para atraer inversiones a través de una asociación civil. La agencia buscará llenar el vacío de ProMéxico, capitalizando la ubicación geográfica de México y sus múltiples tratados de libre comercio. Ante un plausible regreso de los EE.UU. al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), México tendrá la oportunidad de potenciar los resilientes mercados asiáticos. De cara a una pronta recuperación del mercado europeo, México podrá doblar sus exportaciones hacia el viejo continente. A pesar de los yerros del gobierno federal, el mercado del T-MEC pudiera absorber, en forma orgánica, tres veces más importaciones mexicanas con la ayuda de dicha visionaria agencia multi-estatal.
En definitiva, la afronta del gobierno federal mexicano al no reconocer al presidente electo Biden, junto con la pasión del nuevo mandatario norteamericano con las inversiones verdes, serán un franco desafío a las regresivas y necias políticas energéticas mexicanas. La Cámara Canadiense de Comercio, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales y el Consejo Coordinador Empresarial, se suman a muchas otras voces, alentadas por los nuevos vientos ecológicos globales para exigirle al gobierno federal mexicano mayor seriedad en los contratos de inversión. Por su parte, los empresarios canadienses claman: “México no puede cambiar sus leyes de manera contraria a lo pactado previamente en otros acuerdos; no puede discriminar a los inversionistas extranjeros sobre los nacionales… no puede favorecer discriminatoriamente a las empresas estatales como Pemex y CFE respecto de sus competidores o clientes privados”.
Así es, todo indica que el problema feliz de Canadá se pudiera convertir en una pavorosa pesadilla para el gobierno mexicano. Afortunadamente, Biden, Trudeau, la Alianza Federalista y la realidad mexicana, le recordarán a la 4T que sus inexistentes políticas ambientales e industriales se toparán con pared, con el viento en contra y sin una ruta de escape.