Como se anticipó en esta columna hace algunas semanas, el primer bimestre del año registró un incremento en el número de víctimas de homicidio doloso y feminicidio.
Más moderado que lo anticipado, ciertamente: según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el aumento fue de 3.6% con respecto al mismo bimestre del año pasado, cuando el conteo diario de la SSPC hacía prever un brinco de casi dos dígitos a tasa anual.
Hubo además una desaceleración del crecimiento en febrero. El número de víctimas aumentó 1.9% con respecto al mismo mes del año pasado, contra 5.6% en enero. Se registró además una disminución de 2.9% en febrero con respecto a enero, ajustando por el efecto calendario (tres días menos en febrero que en enero).
De cualquier manera, estamos en una situación muy distinta a la que se vivía a principios del año pasado. Hace doce meses, el gobierno podía argumentar con datos en la mano que la violencia homicida iba a la baja. Hoy esa afirmación ya no es posible (o sí es posible, pero no es correcta).
En marzo, los datos preliminares apuntan en una dirección similar. Los datos del conteo diario sugieren que el total de marzo de 2023 será prácticamente idéntico a lo registrado en el mismo mes del año pasado. Como lo apuntaba en mi columna sobre el tema de hace algunas semanas, el efecto base va a jugar en contra del gobierno al menos durante el primer trimestre del año. Considerando que la mayor parte de la mejoría de 2022 se registró en los primeros meses del año, esa comparación desfavorable podría significar un aplanamiento de la curva o incluso un pequeño incremento con respecto al año pasado
Cabe por supuesto la posibilidad de que los datos del primer bimestre pudieran ser una anomalía y que no necesariamente anuncian lo que va a suceder en el resto del año.
Como sea y como apuntaba hace unas semanas, el gobierno enfrenta un problema no menor. Al menos durante el primer trimestre, los datos no van a ayudar a la narrativa impulsada desde Palacio Nacional, según la cual habría una mejoría gradual pero sostenida en las condiciones de seguridad.
Es difícil de argumentar que el país se mueve en la dirección correcta cuando hay incrementos porcentuales en el número de homicidios con respecto al mismo mes del año pasado.
Por supuesto, los propagandistas de la mañanera hicieron su lucha y trataron de presentar una gráfica que superficialmente se veía bien. Pero el spin tiene límite y una curva que va hacia arriba es una curva que no es fácil de presumir, así viva uno en el imperio de los otros datos (para parafrasear el título del libro de Luis Estrada).
Al ritmo actual, el actual gobierno va a cerrar su quinto año con 176 mil víctimas de homicidio, un total superior al acumulado tanto en el sexenio de Felipe Calderón (121 mil) como en el de Enrique Peña Nieto (155 mil).
Como quiera que se mida y se presente, eso es una muy mala noticia. Tanto para el gobierno como para el país.
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