En una especie de llamado desesperado, esta semana Zelensky se dirigió al Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo que no se pierda de vista la guerra en Ucrania, a pesar de los otros conflictos globales. También advirtió sobre posibles ataques rusos a plantas nucleares ucranianas, afirmando tener pruebas. Estos llamados probablemente reflejan el punto en el que la guerra se encuentra.
1. Como recordatorio, hasta hace poco estábamos en la sexta fase de la guerra, una fase que había transcurrido sin atraer demasiados reflectores a nivel global, aunque ello no significa que hubo una reducción en la violencia entre las partes. Durante esta fase (desde el fin del pasado invierno hasta agosto de este año), Rusia fue consiguiendo leves pero importantes avances. Esta etapa estuvo marcada por el desgaste de Ucrania, y el peso de la disparidad entre las fuerzas rusas y las ucranianas tras más de dos años de guerra.
2. Un cambio de fase parece haberse dado el pasado 6 de agosto, cuando Ucrania lanzó un inesperado ataque terrestre en la región de Kursk, Rusia, zona en donde sigue controlando unos 1200 km. Ucrania buscó con ello objetivos militares y políticos. Kiev deseaba forzar a Rusia a replegar tropas que actualmente combaten en el frente del este ucraniano y desplazarlas para defender Kursk. Políticamente, el objetivo consistía en recuperar atención de medios y gobiernos en el mundo, demostrar que Ucrania todavía puede ganar la guerra, levantar la moral de sus tropas, y a la vez, golpear políticamente a Putin, elevando los costos de la guerra entre la ciudadanía rusa.
3. Pasadas las semanas, podemos decir que Ucrania se queda corta en algunos de esos objetivos. Militarmente Rusia está defendiendo Kursk sin haber desplazado gran número de tropas del frente este y, de hecho, sigue avanzando en ese frente. Narrativamente, el efecto de esa contraofensiva fue importante pero solo durante las primeras semanas. No sólo los medios sino la mayor atención de la comunidad internacional parece haber regresado a otros temas como Medio Oriente. Por otra parte, el ejército ruso, quizás de manera lenta y a veces desordenada, consiguió oponer resistencia y podemos decir que mayormente paró la ofensiva de Kiev.
4. Ahora bien, recordemos que, hasta este punto, EU y sus aliados han provisto a Kiev con misiles de alta precisión, de mediano y largo alcance. Pero Biden y otros, han condicionado ese apoyo a que Kiev no emplee estos misiles en territorio ruso. Esto obedece al temor a un posible escalamiento, un temor que ha sido criticado desde la línea dura, pero que persiste. Washington ha cedido, pero solo en parte, permitiendo a Ucrania emplear esos misiles en territorio ruso, únicamente a pocos kilómetros de la frontera. Pasados estos meses, este se ha convertido en uno de los mayores temas, levantado por Zelensky ante la ONU esta semana.
5. Putin ha advertido que, si se autoriza a Ucrania emplear estos misiles de manera ofensiva para atacar sitios adentro de Rusia, Moscú considerará ya a la OTAN como parte beligerante y como legítimo objetivo de guerra. Más allá de lo que se decida creer o no creer a Putin e independientemente de lo que haya ocurrido en los últimos 2 años y medio, haciendo un balance frío, hay una realidad ineludible: A medida que las guerras se prolongan, existe un número mayor de variables en juego, variables que pueden salirse de control. Y el mayor peligro consiste en considerar que los actores siempre están en pleno control de cada una de esas variables. Una guerra entre la OTAN y Rusia sigue siendo poco probable, pero antes del 2022 era menos probable que en 2023, y todavía menos probable que hoy.
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