La semana de la Convención Republicana en Milwaukee tuvo una narrativa marcada por un Trump milagroso. Un Trump que libró un atentado en contra de su vida por la gracia de Dios. Un Trump mítico. No hubo menciones de fraude electoral ni de temas espinosos para su campaña como el aborto. La narrativa fue la de un hombre rico y exitoso que, pudiendo haber seguido con su vida glamorosa, optó por la política no por ambición personal sino por amor a Estados Unidos. Esto, como bien se sabe, es mentira, ya que el paso de Trump por la Casa Blanca logró enormes beneficios para sus empresas, pero la narrativa durante la Convención Republicana omitió esta parte.
No fueron solamente los oradores. Entre las entrevistas que escuché con el público presente en la Convención, muchos hablaron de que Trump sobrevivió por obra de Dios. Que lo que vive EU es una lucha entre el bien (Trump) y el mal (Biden y los demócratas).
Había mucha expectativa de escuchar el discurso de Trump porque el expresidente había dicho que tras el atentado lo había modificado. Ante la violencia que vivió en carne propia, Trump tenía la oportunidad de crecer y unir a los estadounidenses, o de seguir con su discurso de división y violencia. Hizo un poco de ambas cosas y con eso demostró que Trump no puede contenerse de ser el Trump de siempre: el mentiroso; el divisivo y el agraviado.
Arrancó hablando de curar la división en Estados Unidos. De unir y no tener un bando rojo y un bando azul, sino un solo país. "Es necesario sanar la discordia y la división en nuestra sociedad. Como estadounidenses, estamos unidos por un destino único y un destino compartido. Nos levantamos juntos o nos desmoronamos", dijo Trump. Aceptó que se postulaba para ser presidente de todo Estados Unidos, no nada más de la mitad.
Dejó en claro que entendía su mortalidad cuando dijo que él no debería de estar ahí. El público emocionado coreó que sí debía de estar ahí. Pero de pronto, pareció aburrirse del discurso escrito en el teleprompter y cambió radicalmente el tono. Apenas mencionó a "la loca de Nancy Pelosi" el resto del largo discurso fue el clásico Donald Trump.
Hipérbole y mentiras marcaron la segunda mitad del discurso de Trump, en donde México tuvo varias presencias explícitas y veladas por las peores razones. Mencionó el desastre en la frontera y la entrada de criminales y hasta enfermos mentales al referirse a los indocumentados.
También declaró que cuando gane en noviembre la frontera la va a cerrar. Para productos hechos en América, las fábricas tendrán que estar en Estados Unidos. Sobre la crisis de sobredosis en su país, la culpa del fentanilo es de China y México por ser los que la hacen llegar a los estadounidenses. Convenientemente no hubo memoria de la empresa Purdue Pharma ni de la familia Sackler, que bien se sabe son los culpables del acceso y el exceso de recetas de opioides para los ciudadanos de EU.
El Partido Republicano nombró a Trump como su candidato por tercera ocasión. Ahora, a diferencia de las dos veces anteriores, Trump ha logrado unificar al partido en torno a él y además ha asegurado el futuro de su movimiento con el nombramiento de J.D Vance, de apenas 39 años, como su compañero de fórmula.
Trump, siendo el mismo mentiroso y divisivo de siempre, se ha adueñado del Partido Republicano y llega en una posición de enorme fuerza a las elecciones de noviembre próximo. Pero ahora como Trump, el mítico.