El Presidente de México ha dicho en reiteradas ocasiones que cuando concluya su mandato se retirará.
Que se irá a su propiedad en Palenque, Chiapas. Ha prometido que nunca más se meterá en política. Una y otra vez lo ha jurado. ¿Usted le cree?
El asunto no es trivial, chusco ni anecdótico. Andrés Manuel López Obrador no será un expresidente más del PRI que pasa a retiro (sí, dije PRI: Morena es reencarnación del PRI). No se va de embajador a Australia y de forma concurrente a Nueva Zelanda, como Luis Echeverría al final de los años 70, cuando fue arrojado al lejano exilio por su sucesor, José López Portillo.
No, no se va a Fiyi. López Obrador es el líder indiscutido —y diría yo que irremplazable e irrepetible— de un enorme movimiento político-social que en apenas cinco años pasó de la nada a gobernar el país, con 23 estados de la república en sus manos y la Presidencia a sus pies, así que no se va a ningún lado: AMLO estará a tan solo 900 kilómetros de Palacio Nacional, doce horas en carretera, una hora y cacho en avión.
Si llega a tener buena señal de telefonía o internet en su remoto refugio, lo cual doy por sentado que le garantizará su amigo Carlos Slim, bastará con que le mande un WhatsApp a Claudia Sheinbaum para que se entrometa en los asuntos del nuevo gobierno. O a Marcelo Ebrard, da igual, pero de acuerdo a lo que retratan hoy todas las encuestas, Claudia será su candidata y ganará la elección presidencial, salvo que ocurra algo extraordinario, como que el Tribunal Electoral la inhabilite por tantos actos anticipados de campaña, como el mitin que efectuó el jueves pasado en el Monumento a la Revolución.
Pero bueno, volviendo a ella y a AMLO, ¿qué va a hacer la presidenta cuando suene o vibre su teléfono y lea "Andrés Manuel"? ¿Lo va a dejar en visto, con las impertinentes palomitas azules hiriendo el corazón de su mentor? ¿Lo va a ignorar, lo va a ghostear? ¿O va a cambiar la configuración de su teléfono móvil para que las palomitas queden en gris y el líder moral, espiritual y político del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no sepa nunca si ella leyó o nos sus mensajes, sus sugerencias, sus órdenes, sus reclamos?
Hace unos días Claudia Sheinbaum dijo que ofrece continuidad, con una pírrica apostilla. ¿Eso qué es, qué significa, más allá del posicionamiento para garantizar al actual Presidente y a sus seguidores que seguirá el mismo camino que ha emprendido el actual gobierno? "Hay que darle continuidad a la 4T, con sello propio", declaró.
Sello propio. ¿Impulsar el derecho a decidir de las mujeres en todo el país? ¿Aborto seguro en cada estado a través de una legislación federal? ¿Cesar los desplantes machistas como los del Presidente que dijo no saber qué era el patriarcado? ¿Derechos absolutos de las minorías de género? ¿Energías renovables en lugar de las fósiles en todo el país para lograr una transición energética que nos saque del letargo petrolero? ¿Respeto sin matices a la autonomía política y presupuestal de los organismos autónomos como el INAI y el INE? ¿Respeto a la división de poderes sin acosos ni amenazas al Legislativo y al Judicial? ¿Fin de la opacidad a las solicitudes de transparencia? ¿Alto al desabasto de medicamentos? ¿Fin inmediato a la violencia verbal contra opositores y periodistas críticos? ¿Fortalecimiento del Sistema Nacional Anticorrupción?
¿Qué es sello propio? ¿Una mujer estadista, como tantos mexicanos anhelamos? ¿Una mujer progresista, liberal, que honre sus orígenes de izquierda y que se separe del conservadurismo extremo de su decimonónico guía moral? Ojalá.
¿O Claudia Sheinbaum será un mensáfono sexenal? Mensáfono, dice el Diccionario de la lengua española, es un aparato portátil que sirve para recibir mensajes a distancia, por ejemplo, desde La Chingada, que es el elocuente apelativo del rancho presidencial. Ojalá que no.
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