Y así, en un abrir y cerrar de ojos, llegó septiembre. Sí, septiembre, el mes de la patria: celebración de la Independencia, la defensa del Castillo de Chapultepec, el cumpleaños de Porfirio Díaz, el natalicio de José María Morelos y Pavón y de Josefa Ortiz de Domínguez.
A reserva de que sea un cliché, me gustan los colores, las luces y las fiestas propias de este mes. Pero más me gusta el significado de amar la tierra que nos vio nacer, lo mismo si se vive en Nuevo León, en Chiapas, Oaxaca, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz, o Morelos.
Septiembre también es evocar y mantener en la memoria colectiva, aquel sismo que en 1985 le cambió la historia a la Protección Civil. Es mes de sismos, de lluvias, huracanes.
Además de ser el noveno mes del calendario, septiembre, en México, comienza con el informe presidencial y con el ciclo escolar. Seré honesta, siendo niña, ni fu ni fa con el informe presidencial. No entendía ni un ápice.
Y para los nuevoleoneses, septiembre marca la fiesta del nacimiento de la ciudad capital, la llegada de Alberto del Canto y Diego de Montemayor que representa el surgimiento de la capital industrial del país.
Sin afán de subirme al carrito de críticas a los libros de texto gratuitos, septiembre significa para mí remontarme a aquellos días de escuela que marcaban el fin de un gran verano de sol, juegos y calor; de hojear, oler y leer mis amados libros con la gran esperanza de encontrar cada año, cosas nuevas.
Adoraba el libro de lecturas, que dicho sea de paso eran lecturas cortas; también me encariñaba con la historia, ciencias sociales, naturales y civismo, dejando al final de la lista, matemáticas.
Para mí, el natalicio de Benito Juárez siempre será el 21 de marzo.
Para mí, cada lunes comenzar con una radiante mañana en que se rendían honores a la Bandera, era dar inicio a un nuevo pequeño ciclo de productividad y de aprendizaje, aunque por aquellos días no sabía lo que ambas palabras significaban; sólo sé que me hacía sentir bien y por supuesto, sentirme muy mexicana y muy oronda cantado el Himno Nacional.
Amaba mi uniforme, mi calzado modesto, pero reluciente. Disfrutaba los festivales que implicaban bailables con estampas de las diferentes regiones de México y me proponía crecer para recorrer y conocer de mi país.
Quizá le parezca que le doy muchas vueltas al asunto para llegar al meollo de este ejercicio editorial: si en mi niñez había o no errores, omisiones o contenidos adversas en mis libros de texto gratuitos, ni cuenta me di, pero sí sé que los disfruté y que crecí, gracias a buena parte de sus contenidos, amando a México y queriendo conocer más de su historia, de sus protagonistas, de sus tribus, de sus regiones y de su gente.
Crecí tomándole un significado especial al mes de septiembre que para mí siempre fue refrendar el amor por la Patria y por quienes la hicieron posible.
Sin más preámbulo, le doy la bienvenida al mes más Patrio con la esperanza de que como esta servidora, millones de niños y niñas mexicanos crezcan con ese amor por México y construyamos entre todos, una nación cada vez más generosa.