Resaca financiera

Los mexicanos no tenemos una cultura de planificación financiera lo que propicia que gastemos en cosas innecesarias que afectan el presupuesto mensual

Pasan las fiestas navideñas y empieza la resaca, no solo por los excesos en comida y bebida, sino por lo gastado de más y de todo lo que hicimos en perjuicio de nuestra salud, finanzas y relaciones sociales.

La dimensión económica parece siempre dominar el análisis pues demandará tener un “guardadito” para hacer frente a las deudas y nuevos gastos. Sobre todo, porque llegarán las cuentas de las tarjetas de crédito y habrá también que pagar impuestos, seguros y los incrementos de consumo que se presenten. 

Para el 2023 el Gobierno Mexicano prevé un incremento del 13.5 por ciento en los ingresos con respecto al 2022; es el monto más grande de la última década. En los ingresos proyectados casi la mitad proviene de los contribuyentes mexicanos. No se prevé incremento en los impuestos existentes ni nuevas recaudaciones, solo la actualización correspondiente por inflación así que seguramente habrá una presión fuerte para cumplir con la recaudación esperada.

Se prevé que la inflación se ubique en 8.1 por ciento en los primeros cuatro meses y habrá también ver qué pasa con las tasas de interés que afectan financiamientos y tarjetas de crédito. A principios del 2023 ya teníamos los incrementos de cerveza, pan y cigarros; igualmente la canasta básica ya traía un incremento del casi 4 por ciento; los materiales para construcción -block, cemento y concreto- van a subir al menos un 10 por ciento al inicio del año. Así es que la cuesta de enero no estará fácil.

Los mexicanos no tenemos una cultura de planificación financiera lo que propicia que gastemos en cosas innecesarias que afectan el presupuesto mensual. Según la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares, distribuimos nuestro salario de esta forma: el 35 por ciento en alimentos y bebidas; el 19 por ciento en transporte; el 12 por ciento en educación; el 10 por ciento en vivienda y combustible; 6 por ciento en artículos de higiene; 7 por ciento en cuidados personales; 4 por ciento en ropa y calzado; 3 por ciento en transferencias de pagos; y 3 por ciento en salud. En promedio, se destina el 8 por ciento al ahorro aunque es lo primero que se sacrifica ante necesidades.

Según especialistas, en los últimos tres años la educación financiera en México se estancó. De acuerdo con los datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, del 2018 al 2021 la educación y conocimientos económicos y financieros de la población mexicana no mejoraron. El cálculo se basa en herramientas propuestas por la OCDE que consideran tres tópicos: conocimientos, comportamientos y actitudes financieras.

Hay gastos que parecen inofensivos, por ejemplo, la comida a domicilio, la transportación mediante plataformas digitales, los pagos diferidos de las tarjetas de crédito, el café diario que compramos en el trayecto, y no se diga el consumo de cigarros o bebidas alcohólicas en estadios o en bares. Es importante identificar las fugas diarias que tenemos en nuestros gastos. No se trata de suprimir la diversión o esos placeres cotidianos, sino llevar una administración efectiva de nuestras finanzas orientada a tener estabilidad y realizar inversiones mayores como la vivienda o ejecutar proyectos de estudio o viajes, por ejemplo. 

Pensemos en la posibilidad de algunos días en no utilizar nuestro automóvil y caminar o utilizar el transporte público o bien compartir automóvil con compañeros; o bien cocinar en casa en lugar de comprar comida en restaurantes; o hacer nuestras propias reparaciones de ropa o en el hogar, y, sobre todo, razonar las compras. Aprovechar ofertas no significa ahorrar. Sumemos todo lo que gastamos de manera inofensiva y nos quedaremos sorprendidos del gasto que representa.

Una buena forma de empezar a tener disciplina financiera es hacer una lista con la distribución de nuestro ingreso de acuerdo con los compromisos contraídos. Es indispensable asegurar gastos de vivienda, salud y educación y si es posible, destinar un porcentaje para el ahorro. Esto nos dará una referencia de la posibilidad de adquirir nuevas deudas. Ayuda mucho anotar los egresos, actualmente hay muchas aplicaciones digitales que facilitan esta tarea.

Consideremos la opción de tomar algún curso de educación financiera que nos ayude a manejar el dinero, cómo ahorrar y cómo hacer un presupuesto. Es, al final de cuentas, tener una forma de vida. 

Un buen propósito de año es tener finanzas saludables y estar prevenido ante cualquier contratiempo. Fomentar la cultura del ahorro y del manejo responsable del dinero son decisivos para una vida con menos estrés.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com