En repetidas ocasiones le advirtieron sus papás a su pequeño que se moviera del hormiguero, a lo cual, sin medir las consecuencias, Luisito inamovible, las mismas veces contestó: “que me piquen las hormigas”. Esa noche al escuchar el esperado y molesto “te lo dije” por parte de su madre, el adolorido y orgulloso huerco se defendió diciendo que era salpullido. El verosímil relato trae a colación los injustificables argumentos del gobierno federal mexicano en defensa de los 19 meses consecutivos con caídas interanuales en la inversión fija bruta. El resultante desastre económico obliga a la sensatez y la sobriedad en el diseño de una, hasta ahora inexistente, política industrial que seduzca al capital.
Las comparaciones son odiosas, pero necesarias cuando señalan una mejor opción en la atracción de capital nacional y extranjero. A principios de los ochentas, el artífice del ejemplar crecimiento chino, Deng Xiaoping, definió las primeras cuatro zonas estratégicas especiales (ZEE). Dichas regiones se crearon con la intención de atraer la inversión en regiones mayormente subdesarrolladas y con un claro enfoque a la exportación. El gobierno chino hizo su parte invirtiendo en infraestructura y aplicando una legislación favorable, provocando la coexistencia de dos sistemas en un mismo país. Hasta 1991, las mentadas zonas habían sido un éxito rotundo, concentrado el 43% del total de la inversión extranjera directa (IED) en todo China.
Es ejemplar cómo el gobierno del dragón rojo jamás se durmió en sus laureles ideando posteriormente modelos complementarios como las más de 200 zonas nacionales de desarrollo y cerca de 1,400 demarcaciones provinciales, cada una con sus propios incentivos a la inversión. Con la finalidad de aumentar la competitividad nacional, en 2013 evolucionó con otra modalidad a través de su primera zona de libre comercio (ZLC) estableciéndola en Shanghái. Estas nuevas jurisdicciones igualmente tienen la doble intención de desarrollar zonas económicas, prevalentemente costeras y marginadas, a través de la IED y exportaciones. Pues bien, el mes pasado y, parcialmente en respuesta a la guerra comercial con EE.UU., China anunció la creación de tres ZLC nuevas totalizando 21 y contando.
Las ZLC chinas forman parte del plan estratégico nacional 2049 y tienen políticas dinámicas que capitalizan su georreferencia y fomentan las relaciones comerciales con socios convencionales e inusuales. Por citar algunos ejemplos, la ZLC de Shandong se enfoca en el desarrollo de la industria marítima, la inteligencia artificial y los equipos médicos de vanguardia, incrementando la cooperación internacional con Japón y Corea del Sur. La de Hilongjiang promueve la manufactura inteligente y las energías renovables con Rusia y la de Yunnan abre una frontera con un estilo de vida saludable involucrando a Vietnam, Laos y Myanmar. Con todo ello, el éxito ha sido patente en las 3,300 compañías internacionales establecidas en dichas ZLC solo en los primeros siete meses de 2020, así es, en plena pandemia del COVID-19.
Las citadas zonas de libre comercio son un diáfano complemento a la estrategia de la nueva ruta de la seda (BRI por sus siglas en inglés), que procura materias primas de África y el Medio Oriente y exportaciones al continente europeo. De la misma forma, la oportunidad en el tiempo de las ZLC, es consonante con el tratado de libre comercio liderado por China y firmado apenas el domingo 15 de noviembre, llamado Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). El RCEP es el tratado comercial más grande del mundo e incluye a los diez países de la Asociación de Países del Sudeste Asiático, más Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia. Entre las ZLC, la BRI y el RCEP, China se perfila para ocupar el liderazgo en el comercio mundial, estratégicamente financiado en parte por inversionistas extranjeros.
Pasando al territorio mexicano, tres décadas después de que China innovara con sus ZEE, el último gobierno neoliberal puso en marcha siete ZEE, situadas igualmente en regiones costeras en los estados más pobres como Tabasco, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Chiapas, Oaxaca y Campeche. Con la misma intención que las ZEE chinas, el objetivo del gobierno era invertir en infraestructura y ofrecer incentivos fiscales y arancelarios para atraer más de USD$5,000 millones de inversión nacional y extranjera y generar no menos de 12,000 empleos. Más aún, al igual que las ZEE chinas están alineadas con la BRI y el RCEP, las mexicanas buscaban promover exportaciones a Asia por vías del Tratado de Asociación Transpacífica (TPP11).
Pues bien, por absurdo que parezca, con ínfulas de autarquía y sin medir las consecuencias, las ZEE fueron eliminadas por decreto gubernamental de la 4T so pretexto de dar prioridad a los proyectos del Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas. Ahora bien, en tiempos de vacas flacas donde el recurso escasea, México debería de enfocar sus esfuerzos en aumentar su encanto para estimular la inversión, no ahuyentarla. Preciso que, es un altísimo costo de oportunidad para el país el no lograr capitalizar su cercanía a los EE.UU. por falta de certidumbre jurídica, y un ingente inconveniente al no contar con la infraestructura exportadora para aprovechar, entre otros, al TPP11. No es casualidad que el Papa Francisco clame: “Hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común”.
Parece ser que, una vez más, pasará el tren rápido de crecimiento sostenible muy cerca de tierras mexicanas y no se detendrá por la falta de condiciones favorables. Es lacerante ver como las oligofrénicas decisiones del gobierno solo demuestran que está cada vez más alejado de la realidad. ¿Hasta cuándo seguirá el país tratando de justificar lo injustificable a través de mentiras cada vez mayores? ¿Hasta cuando?