La realidad tiene estructura de ficción
Jacques Lacan
Pasé unos días con mi familia en la hermosa ciudad de Puebla. Alternamos la estancia entre Cholula y la capital del estado, cuyo nombre completo es Heroica Puebla de Zaragoza, su nombre, como todo mote, porta una historia viviente. Estas ciudades –como muchas ciudades del mundo— son como esos cuadros inagotables o libros clásicos que resisten al paso del tiempo, uno puede creer conocerlos, pero siempre, bajo una nueva apariencia, tienen algo nuevo que mostrar; narrándonos sus secretos continúan interpelándonos, acompañándonos, siendo testigos, cuando no cómplices de nuestras andanzas.
Se dice que el amor mueve montañas. Y con razón, el amor nos mueve, inquieta, hace caminar, hablar, abrazar, besar, escribir, cantar, reír, saltar, bailar, nadar, viajar...las mejores y más excelsas actividades humanas las moviliza el amor. El amor nos lleva al encuentro, a buscar estar en la presencia de quienes amamos, a la realización a través de lo que amamos hacer. El amor se diferencia del egoísmo, porque en el egoísmo se busca exclusivamente el propio bien, el afán de conquistar y vencer a alguien para beneficio propio, por eso es solitario y perverso, pero también limitado, ya que se cierra en sí mismo. Esto explica como una persona que busca sólo su bien, sin importar los medios y el daño que va haciendo a su paso, se está condenando, quizás sin saberlo, a no poder ser feliz, a no poder experimentar la realización.
El amor es creación, amplificación, vida; genera lazo, unión, comunidad, no responde a la exclusión social ni a la competencia de los más aptos cueste lo que cueste. El amor no es presuntuoso, sino humilde, no es el resultado de un mérito, sino del encuentro sorpresivo que suscita un amor sin justificación, simplemente porque sí. ¡Te amo porque sí! Es quizás el mejor regalo que alguien pueda recibir, así, sin más, sin explicaciones ni justificaciones.
¿Existirá todavía lugar para el amor en la ciudad? En la ciudad convergen y coexisten diferentes tiempos, contextos y realidades. Es una polifonía de personas con diferentes principios, posturas, afectos y acciones, que van entramándose, dando como resultado un tejido complejo por el que las personas habitamos y transitamos. "Yo soy un conector de realidades" me dijo un taxista en una ocasión, mucho antes de la aparición del UBER, cuando me explicaba, cargado de poesía, el sentido de su oficio: "no sólo llevo a las personas de un punto A, a un punto B, sino que les permito realizar sus sueños, llegar a su destino, ¿se imagina usted si esas personas que confían en mí para su traslado no llegaran a donde desean llegar, a donde los esperan?" Cuando me dijo eso, un dolor me caló hondo, pensé en lo terrible de la desaparición forzada, en los cientos de miles de personas que son despojadas de esa trayectoria amorosa que tejía su vida, y desde la cual, todos los días son recordadas por quienes les aman, buscan y aún esperan. Por ello la palabra recordar implica en su etimología "volver a pasar por el corazón". El recuerdo de los que amamos permite revivir, actualizar, hacer presente, eso que amamos en esa persona, ese "algo" que funciona como lazo amoroso, acompañarnos, abrazarnos a la distancia de la memoria, cuando los cuerpos de los enamorados permanecen alejados.