Privilegiar la conciencia

Nuestra realidad nacional, la que vive el ciudadano, es de desigualdad, de carencias, de violencia y de incertidumbre

Vivimos un entorno conflictivo y desafiante. Tiempos complicados en política, desencantos ciudadanos, ausencia de diálogos y crisis de derechos.

Nuestra realidad nacional, la que vive el ciudadano, es de desigualdad, de carencias, de violencia y de incertidumbre. Pareciera que las prioridades de los grupos de poder se relacionan con no perder el nivel de influencia y de beneficios; de sentirse orgullosos de tener victorias, aunque se violente la razón o la dignidad; o de acumular riqueza, cualquiera que sea a la que ellos aspiren.

¿Cómo interpretar la negativa del Congreso para crear un fondo para la reconstrucción de Acapulco en el presupuesto federal 2024?, ¿qué decir de la declaratoria de fin de la emergencia de Acapulco cuando todavía hay población que carece de agua, alimento y sanidad ambiental?, ¿de la no certeza jurídica que vive Nuevo León ante el desconocimiento de quién será el gobernador en funciones por la licencia de Samuel?, ¿de la renuncia de Arturo Zaldívar para irse con el equipo de Sheinbaum y de la aceptación del Presidente ignorando el Articulo 98 que establece que los ministros se podrán retirar sólo por causas graves? ¿del poco respeto a la palabra "empeñada" de los funcionarios públicos que con facilidad no cumplen sus promesas y piden "confianza"? ¿del recorte presupuestal a organismos como el INE cuando en 2024 hay elecciones?, ¿del desdén hacia los datos de desaparecidos en México?

La lista podría seguir, pero es importante puntualizar que hay sucesos que van más allá de la ideología y de partidos políticos pues tienen que ver con la conciencia, con la responsabilidad social, con la verdad, la honorabilidad, la transparencia y sobre todo, con la afectación a personas.

El trasfondo tiene que ver con la necesidad de privilegiar tres valores: la paz, la democracia y la libertad. 

Estos tres conceptos son el centro de una vida digna porque se basan en los derechos humanos. Tienen como elementos comunes a la persona en su dignidad y en la conciencia del otro; al diálogo como estructura deliberativa para lograr el bienestar; la colaboración como integración de voces e inteligencias en proyectos comunes; y el reconocimiento de la capacidad y derecho de decisión personal.

La paz no es la ausencia de conflicto, es el predominio de las condiciones de convivencia en armonía, seguridad y en igualdad de oportunidades. 

La democracia no es solo ejercer nuestro derecho a votar. Involucra la representatividad del pueblo, la independencia de poderes, el estado de derecho, tener instituciones sólidas y autónomas, el ejercicio de la libertad en todas sus manifestaciones, y sobre todo procesos deliberativos en la toma de decisiones del país. 

En la democracia, la participación ciudadana es indispensable. Demanda el reconocimiento del otro en cuanto a sus talentos y competencias, y trabajar con él en respeto y tolerancia. Aceptando que se necesitan proyectos comunes que den bienestar a todos, y que el gobierno no tiene la responsabilidad total para tener mejores condiciones de vida, pero sí debe otorgar espacios para la participación.

Recordemos que antes de ser abogados, economistas, ingenieros o políticos, somos personas, seres en convivencia, en relación con otros y somos ciudadanos.

En la libertad, aunque el concepto no es sencillo, implica sabernos dueños de nuestros pensamientos e ideas y de poderlos expresar. Sin embargo, libertad y responsabilidad van juntas: libre de hacer, responsable después.

No se puede hablar de paz cuando hay desigualdad, cuando no hay estado de derecho, cuando hay violencia en las calles, cuando no hay verdad y cuando no se respetan los derechos humanos.

Ciertamente la democracia se construye todos los días, es un proceso, pero se puede pensar en un esquema dañado o en riesgo cuando la autoridad máxima destruye las condiciones de diálogo, toma decisiones arbitrarias y manipula las instituciones.

Los conflictos se pueden resolver desde la paz, no desde la violencia. Pensando en lo común, no en las diferencias ni en intereses personales. Respetando la libertad y no desde la discriminación. Desde el diálogo y no la imposición. Desde la compasión y el amor a los demás, no desde el oportunismo. Desde la verdad y no la mentira.

Necesitamos privilegiar la dignidad de la persona, al centro de toda decisión, y el respeto tanto hacia uno mismo como a los compromisos adquiridos con los demás.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com