scribo estas líneas en los últimos momentos del año 2023, cuando el amable lector(a) lea este apunte editorial, lo hará en el próximo año nuevo, que será entonces martes, 2 de enero, el inicio del año 2024.
Realmente se trata de una evolución del tiempo casi imperceptible, pero para las expectativas humanas se vuelve el año nuevo, en un mar de posibilidades, temores y esperanzas fundadas e infundadas.
En el siglo pasado, el XX, recuerdo que había una serie de creencias verdaderamente insostenibles, pero que formaban parte de las ideas y prácticas que se llevaban a cabo durante los primeros 12 días del año, especialmente el primero de enero.
Hoy en día las nuevas generaciones no creen, probablemente ni conocen estas creencias endebles a las que entonces poníamos atención. Una de ellas son las cabañuelas, que parte de la idea de que los primeros doce días representan cada uno los 12 meses del año, y poseen un carácter predictivo en cuanto al clima. Si queremos saber cómo será la orientación atmosférica predominante en marzo, hay que observar la temperatura y el comportamiento climático del 3 de enero, igualmente si nos inquieta cómo será el tiempo en noviembre, habrá que observar el día 11 de enero.
Otra creencia del siglo XX respecto al inicio del año nuevo rezaba que todo lo que hicieras o no durante el primer día del año, es decir, hoy lunes 1ero de enero, eso es lo que harás de manera predominante a lo largo del año. En esta tesitura, si usted hoy se levantó temprano, almorzó saludablemente, leyó este importante periódico, luego hizo un poco de ejercicio y finalmente fue de visita con sus familiares. Eso se traducirá en un año donde usted observará una buena alimentación, será diligente en su trabajo, se dedicará asiduamente a instruirse por medio de la lectura, llevará una vida saludable con ejercitación física periódica y, además, fomentará los vínculos de la familia.
Cuando abordamos el 2024 como una caja de pandora, realmente desconocemos qué ocurrirá durante ese período de tiempo, pero como editorialista es común querer responder a esta intrigante pregunta, es así como, de manera subrepticia, se instala en nosotros el secreto deseo de poseer una visión política al estilo de un Michel de Nôtre-Dame (Nostradamus).
Es difícil realizar predicciones del futuro especialmente cuando no logramos separar nuestras habilidades de análisis sociopolítico, con los deseos que podamos albergar sobre determinadas situaciones actuales y futuras. Me gustaría, por ejemplo, declarar que este 2024 se gestará en Cuba un movimiento cívico que cimbrará los soportes represivos del régimen político. Otro ejemplo de no lograr separar los anhelos subjetivos del futurismo predictivo sería enunciar que finalmente Nicolás Maduro cae luego de una guerra frustrada en contra de Guayana por el territorio del Esequibo. La presión política sobreviene debido a la intervención militar de Gran Bretaña y los Estados Unidos en contra del país de Venezuela. Otra predicción sesgada sería, por ejemplo, el asesinato de Vladimir Putin, quien enfrentaría otro golpe de estado y la sublevación de mandos militares frustrados por la malograda guerra en contra de Ucrania.
La futurología es una interdisciplina donde confluyen la mayoría de las ciencias sociales (especialmente sociología, economía y ciencias políticas), además se nutre de modelos probabilísticos estadísticos y paradigmas matemáticos predictivos. Se discute en los círculos académicos y científicos si se trata de un arte o de una ciencia, al poseer también, de manera paralela, elementos basados en la analogía, la creatividad, el pensamiento divergente y la imaginación; nos encontramos así ante una práctica profesional con elementos precisos respaldados por las ciencias duras, y componentes ambiguos y suaves derivados de la subjetividad de los futurólogos.
Así como la historia estudia los hechos pasados, los eventos que ocurrieron en un determinado contexto social e histórico, la futurología analiza y prevé futuros escenarios, identifica los determinantes y patrones repetitivos que permiten anticipar diversos “futuros”, considerando que éstos pueden ser predecibles, pero a la vez, pueden modificarse si se alteran y modifican las condiciones del presente.
Pensemos en un ejemplo. Resulta sencillo basado en los modelos de predicción de encuestas, considerar que, en las elecciones de junio de este año, la votación favorecerá a la abanderada presidencial del partido de Morena. Pero en seis meses pueden ocurrir eventos inesperados que cambien tan clara expectativa.
También el futurólogo debe describir cómo será ese gobierno liderado por la primera presidenta del país. Aquí es donde intervienen la identificación de patrones específicos en la trayectoria histórica de la posible mandataria, al considerar que muy poco se conoce sobre sus intenciones auténticas.
De entrada, es fácil confirmar que el actual presidente mexicano tratará de garantizar la continuidad de su movimiento político apoyando con toda la fuerza del Estado a su candidata, tal como lo ha hecho hasta el momento. Un análisis de la situación actual nos sugiere que la candidata ha seguido el guión preestablecido de apegarse a la narrativa presidencial, arguyendo en coro que los males que aquejan al país, seis años después de que el partido de Morena gobierna, son producto de administraciones que estuvieron en el poder hace una o dos décadas, inclusive desde finales del siglo pasado. La candidata, como parte de su estrategia electoral, se refugia en la figura del mandatario para llegar sin aspavientos a la silla presidencial. Pero realmente, nadie conoce sus verdaderas intenciones de gobierno, sus anhelos, sus filias y fobias, solamente la identificamos como alguien que emula al presidente.
Aquí es donde entra el trabajo del futurólogo, descifrar cómo podrían ser los escenarios políticos del país liderado por una mujer presidenta de la que no se conoce a profundidad sus verdaderas motivaciones políticas. ¿Será una presidenta autoritaria que emule a su antecesor o será una mandataria demócrata que busque el diálogo con amplios sectores sociales? ¿Será una presidenta que sólo pretenda minimizar a la oposición o establecerá un diálogo de interlocución política? ¿Estamos ante una líder con una visión de apertura global de la política exterior o estará cerrada y distante a los nuevos escenarios políticos mundiales? ¿Será una líder que simpatice con dictadores o los aborrecerá? ¿Será una autoridad que respete la constitución y las leyes que de ella emanan, o saldrá con la misma cantaleta de que “no me digan que la ley es la ley”? ¿Será una autoridad que haga valer el derecho de las víctimas y enfrente de manera decidida a la delincuencia organizada o será timorata ante los criminales? ¿Será una lideresa con una visión democrática del poder o autoritaria? ¿Tendremos una presidenta que odie al gobierno norteamericano o trabajará de manera colaborativa resguardando la soberanía nacional? ¿Será un gobierno de izquierda retrógrada y autoritaria o un gobierno progresista y socialdemócrata?