"No se quiere, ni se cuida, lo que no ha sido producto del esfuerzo".
Yomero
Desde muy pequeño y hasta que tuve 12 años viví en el centro de la ciudad, específicamente en el barrio de la Plaza de la Luz, ahí crecí y estudié en el Colegio "Justo Sierra". Hará cosa de nueve años la vida me dio la oportunidad de volver al mismo barrio rentando una propiedad para que fuera mi oficina y la verdad soy feliz.
Ese primer cuadro, además de recuerdos, refleja un sentido de paz por las personas que lo habitan, parejas de adultos mayores en su mayoría, con algunos negocios como es mi caso y eso sí, muchas propiedades vacías y algunas de ellas abandonadas.
Tengo la mala fortuna que desde mi llegada una casa contigua a mi oficina estuviese sola; los dueños fallecieron y los hijos tardaban en ponerse de acuerdo en qué hacer, un día decidieron poner un letrero de se vende, pero pedían "las perlas de la Virgen" y el lugar comenzó a deteriorarse, la construcción a caerse y el viejo patio a llenarse de maleza.
Como era previsible de pronto por las noches comenzaron a llegar personas ajenas que empezaron a dar problemas; a una construcción en proceso cercana le comenzaron a robar materiales y los encargados ante los robos tapiaron la puerta y una ventana, pero quedó un resquicio y por ahí, hará cosa de unos meses, se introdujo un hombre que dijo ser familiar de los dueños y que un día provocó un incendio, pero al no estar los propietarios nada le hicieron y el tipo siguió ahí.
Tras el incidente el hombre comenzó a limpiar el terreno, desyerbó y recogió basura que apiló en el exterior, aunque una buena parte la tiró sobre el techo de la funca que ocupo y yo aguanté callado para no meterme en líos. Los vecinos sabemos que es un paracaidista, pero nadie sabe dónde buscar a los propietarios para que acudan a hacerse responsables.
Como era de esperarse y alguna vez anticipé, la limpieza del lugar no fue gratuita. Desde hace semanas varias personas más acompañan al hombre en el sitio formando una vecindad. No tienen luz, no tienen agua, no tienen gas y uno se pregunta, ¿en dónde hacen sus necesidades? ¿cómo es que viven ahí? Y la respuesta es sencilla, igual que lo hacen muchos otros en los cinturones de miseria de la metrópoli, pero en este caso hablamos de un terreno de casi 500 metros cuadrados en el primer cuadro de la ciudad.
El problema es que no hay autoridad alguna que le entre al asunto y que les exija a los invasores demostrar su legal estadía en el sitio. Con gente así uno puede imaginarse que se trata de personas sin recursos y obvio te asaltan las dudas y el temor de que en cualquier momento puedan intentar robarte o introducirse en su propiedad para llevarse algo.
Somos muy modernos y de avanzada, pero no hemos resuelto asuntos que datan de decenas de años como la invasión de terrenos y no hemos hallado la forma de hacer que los propietarios se encarguen de su tierra.
¿Alguien tendrá una solución?