La vida, ese tiempo que transcurre desde el nacimiento hasta la muerte, puede ser para muchos una oportunidad que se renueva a cada momento para estar en condiciones de vivir experiencias variadas, explorar, conocer, cambiar, o, simple y sencillamente, vivirla como un peso, una carga que se lleva a cuestas, un padecer permanente del cual, si bien nos va, un día se encontrará un alivio, una salida a través de la muerte.
Entre el padecer la vida y explorar la vida existen diferencias subjetivas en cada persona que le harían estar más propensas a ocupar una posición u otra. Pero es bueno considerar que al ser posiciones no representan la esencia o identidad de cada persona, sino lugares desde donde alguien se relaciona, esto ayuda a aligerar mucho las cosas, porque basta con cambiar de posición, para ver, pensar y actuar desde otro lugar. El problema radica cuando la posición se asume como un elemento de identidad fijo, estático, natural...y cualquier cosa que suene a "yo soy así, así es y no hay escapatoria" para dar consistencia absoluta y no poder cambiar de posición.
Las dos posiciones, la vida como padecimiento o como exploración, se producen como efecto de características y posiciones subjetiva que cada uno asume ante su vida. En la vida como padecimiento se destaca el sentir idealizado de tal situación, persona o lugar, responde al coloquial "yo esperaba tal o cual cosa ideal y en cambio obtuve esto que me aleja de dicho ideal, me frustra, y por ello sufro, padezco la distancia entre lo ideal y lo real"; la persona asume una posición pasiva, se ve a sí mismo como un agente pasivo de sufrimiento del mal que hay en el mundo, en los demás, algo que siente que no puede cambiar, ni intervenir, pues es el mal que está en el otro, en los demás. Por su parte, en la vida como exploración, la persona asume una posición activa y responsable ante lo que le sucede, manifestando una posición subjetiva diferenciada, donde, a cada momento, puede apropiarse de las maneras variadas en las que reaccionará ante lo que sucede, sin ser "victima" de las circunstancias. En ese sentido, independientemente de lo que le suceda y del "mal" del otro y del mundo, asumirá una posición creativa y de exploración para responder de manera singular y creativa ante lo que suceda, de manera que no le perturbe. Ello dará una independencia de tiempo, reacción y actitud, al tiempo que una sensación de vida independiente. Ojo, no se trata de que la persona sea egoísta y no quiera participar de lo que sucede en el mundo, en su realidad más inmediata, en todas y cada una de sus relaciones, sino en la manera de retirarle a los demás la posibilidad de someterle a pensar, sentir y hacer a partir de tales circunstancias deja de habitar el sueño de las expectativas de los demás y de sí mismo.
Gracias a que aumenta la responsabilidad ante lo que le sucede, disminuye el peso de la idealización y la culpa, por lo tanto, el reclamo hacia el otro, a sí mismo y el mundo, deja de tener sentido. Ya que esto únicamente funciona cuando se le da consistencia de ideal al otro, si el otro debe ser bueno le puedo reclamar por qué es malo, si esperaba su salvación y no llega, recibirá mi reclamo y enojo, mi padecimiento.