Fue el 21 de mayo del 2015 cuando Fernando Elizondo Barragán, potencial "gallo" al gobierno de Nuevo León declinó sus aspiraciones para sumarse al proyecto del entonces popular Jaime Rodríguez Calderón, para todos "El Bronco".
Enfrente, una candidata tricolor, Ivonne Álvarez y un aspirante albiazul, Felipe de Jesús Cantú, soñaban y buscaban convencer al electorado de apoyar sus propuestas para "destronar" al ya entonces descolorido gobierno de Rodrigo Medina de la Cruz.
¡Cuánto ha cambiado Nuevo León desde entonces!
Mirando hacia atrás, y bajo mi muy particular óptica, yo hubiera –y creo que muchos- preferido que Elizondo, quien ya había sido gobernador sustituto para reemplazar a Fernando Canales Clariond, (13 de enero del 2003 al 3 de octubre del 2003) hubiera seguido en solitario su proyecto.
Y creo, sólo creo, que el tiempo nos dio la razón pues apenas dieciocho meses después de llegar al gobierno independiente de Rodríguez Calderón, dejó su cargo como coordinador ejecutivo de la Administración Pública del estado, argumentando "motivos personales".
En declaraciones meramente diplomáticas, Elizondo, hijo del ex rector de la UANL y ex gobernador Eduardo A. Elizondo (1967-1971), dijo lo usual: que se dedicará a la familia, a temas personales y atender de manera personal proyectos ciudadanos.
Desde fuera, nosotros, los "malpensados" asumimos que los espejitos que le vendió el Bronco no lo convencieron y la "Alianza por la Grandeza de Nuevo León" que había pactado con Rodríguez Calderón, se vino abajo.
Y así, el electorado particularmente joven que vio en el Bronco –pese a la brecha generacional- un refresh en la política debido a su manera peculiar de dirigirse a ellos, de comunicar a través de redes sociales, con el tiempo se fue dando de que, efectivamente y como Elizondo, habían comprado "espejitos".
Los serios problemas en los penales, el Cobija-gate, la corrupción, la designación de funcionarios para perfiles que no eran los adecuados, elevar la esfera administrativa, desdecirse de la eliminación de la eliminación de la tenencia, una fallida remodelación del sistema de movilidad; en fin, una sustanciosa lista.
Y no obstante todo ello, aspiró a la presidencia de la República.
Y así como un día "El Bronco" nos ofreció castillos en el aire, llega un jovenazo güerito con deseos de comerse el mundo que ha prometido transformar al Estado aunque siempre ande de pleito con alcaldes y con el Congreso; alguien que dice que está alejado de los esquemas de la vieja política, pero reconoce como su mentor a alguien de esa vieja clase política a la que, al menos de palabra, desdeña.
Ya me fui muy rápido. El punto es que, a ocho años de distancia, Fernando Elizondo Barragán, quien nació siendo hijo de gobernador priista, que luego militó en el PAN, para irse a las filas independientes, se retiró del gobierno del Bronco justo a tiempo. A tiempo para no perder un capital político, personal y profesional que le ha costado mucho construir.
Y eso no significa que esté en modo "mute"; sigue defendiendo las causas democráticas, las luchas sociales.
La historia pone a cada uno en su lugar; quizá podemos equivocarnos en nuestra toma de decisiones, pero es de sabios cambiar de parecer.
Ocho años después Fernando Elizondo sigue siendo una persona muy apreciada, a quien la gente felicita cada 6 de enero en su cumpleaños. No muchos pueden decir lo mismo.