Las fiestas y las navidades siempre son, podríamos decir, eventos polifónicos, diversos. A pesar de las constantes cada evento es único, diferente e irrepetible.
En cada cultura y familia existen rituales característicos que se reproducen una y otra vez a lo largo de los años; solo quienes forman parte, identifican la “compulsión a la repetición” (¡Ya chole! -dicen algunos); lo “de siempre” es para el ojo ajeno, una novedad, ahí, donde para los locales es una sinfonía ya aprendida. No obstante, seguimos y seguimos celebrando. Pues la repetición no solo es lo mismo una y otra vez, sino lo diferente, lo imposible de decir y celebrar, no tanto en lo diferente, en lo novedoso, sino en lo idéntico. Quizás por ello existe algo sublime en la repetición de ciertas cosas, las mejores cosas de la vida: un amanecer, un ocaso, un abrazo, un beso…al mismo tiempo que parecieran lo mismo, no lo son, como si fueran emisarios o muestras de algo más grande y majestuoso, de ahí que requieran repetirse una y otra vez.
Las celebraciones, las fiestas, son, desde la antigüedad, eventos que se diferencian del ritmo normal y cotidiano de la vida, espacios en donde se creía que el tiempo se interrumpía, para abrir el no-tiempo de la eternidad y lo inefable, de los dioses y sus dones.
Prácticamente todas las culturas poseen rituales y celebraciones para conmemorar, acompañar una dura experiencia (nacimiento, adolescencia, matrimonio, muerte…) atraer los favores de los dioses, despedirse…
Y vaya que estos tiempos de pandemia han sido más que difíciles. Por lo que este año, en estas fiestas de Navidad y de fin/inicio de año, se tendrá “a flor de piel” lo que ha sido, lo que ha representado todo por lo que hemos transitado. No solo como sociedad y sujetos singulares, más allá de fronteras e identidades culturales, sino como humanidad. Pues la pandemia Covid-19 ha hecho que otras “pandemias” se remarquen aún más: crisis financiera, diferencias sociales extremas, empobrecimiento de la vida, sistemas de salud al punto del colapso, pérdida del sentido de la vida (actual y futura) tanto para niños como para adolescentes, con un presente y futuro cada vez más desolador…
Por otro lado, el tiempo de la pandemia también ha sido el tiempo del coraje y la creatividad, de resistir en la incertidumbre, el tiempo de la flexibilidad para salir adelante, personal, familiar, laboral y educativamente hablando. Mostrándonos que, ante la adversidad, el deseo y la creatividad humana no conocen límites, y crean las condiciones imposibles para su realización, haciendo avanzar la historia, ahí donde, por momentos, parecía todo perdido.
Así que, celebremos el encuentro, las sorpresas, la vida de la vida, la realización de lo imposible, el amor, el deseo, el sueño que se renueva una y otra vez bajo las diferentes formas del entusiasmo; el coraje y el valor, no como negación ingenua de la ausencia del miedo, sino como una respuesta decidida ante el mismo, que se sabe y reconoce frágil, y no obstante, canta, baila, ríe, habla, crea…