La movilidad urbana se entiende como el movimiento de las personas y bienes en las ciudades, independientemente del medio que utilicen para desplazarse, ya sea a pie, en transporte público, automóvil o bicicleta.
No obstante, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, solamente el 43 por ciento de la población de América Latina y el Caribe tiene acceso conveniente al transporte público, y sus usuarios gastan 70 por ciento más tiempo en el desplazamiento al trabajo comparados a quienes utilizan vehículos privados.
La semana anterior me referí en este mismo espacio a la movilidad en su modalidad de camiones, de los cuales, refiere el gobernador, en tiempo y forma se ha cumplido para llegar a los 4 mil en circulación para este mes de octubre. También repliqué en este espacio que el Ejecutivo le apuesta que para el 2026, año del Mundial, nuestra movilidad sea altamente eficiente porque ya tendremos el Metro, eso sí, tal y como él lo asegura (perdón por la reiteración) "en tiempo y forma".
No estoy en el afán de necear, pero tampoco podemos dejar de lado las cosas que son obvias en esta inmensa ciudad y su zona metropolitana.
Más allá de que la combinación de camiones más Metro resulte como el gobernador dice, sigue habiendo temas pendientes en el tema de la movilidad, y que conste que aún no he hablado de vialidades, que buena falta que le siguen haciendo a la ciudad, más que limitarnos a los contraflujos.
Hoy me quiero referir a los taxis públicos.
Los taxis públicos han venido a suplir tramos o espacios a donde las rutas urbanas no llegan y así es que hemos sabido de taxis colectivos, que, aunque jurídicamente no aparecen en alguna normatividad, le resuelven la vida a infinidad de personas que buscan acortar sus desplazamientos a casa o al trabajo.
También representan una solución para aquellas personas, especialmente de grupos vulnerables como los adultos mayores, a quienes unas cuantas cuadras les representa una complicación; es decir, prefieren un taxi público para sus desplazamientos cortos: ir al banco, a la iglesia, al súper, al médico.
Pero, sí, de esos "peros" que siempre hay, estos taxis hace mucho que dejaron de utilizar el taxímetro y ahí es donde viene el problema, pues establecen sus propias tarifas y la autoridad parece haberse olvidado de su existencia; de otro modo no podía entenderse esta arbitrariedad.
Súmele el hecho de que estos taxis, o al menos la gran mayoría, ya zona auténticas cascaritas en circulación, que además de no ser cómodos para el usuario, son ostensiblemente contaminantes.
A decir del Instituto de Movilidad y Accesibilidad de Nuevo León, había hasta el 2022, 32 mil 353 concesiones de taxis.
No puedo generalizar; seguro hay muy buenos y responsables taxistas de la modalidad libre que cumplen los requisitos respecto a la antigüedad permitida para los vehículos y operan de manera adecuada y frente a la gran competencia que representa el servicio a través de aplicaciones, hacen esfuerzos para salir adelante con lo que tienen. Pero hay muchos más que no.
No estaría mal que hoy que el Ejecutivo anda en modo hacendoso para poner la movilidad en orden, voltee a la modalidad de los taxis libres para su reordenamiento. No se trata de una cacería de brujas, sino de que operen con seguridad y calidad en el servicio que brindan al usuario y, además, lo hagan de manera sustentable.