Las elecciones recientes cambiaron el panorama político de nuestro país. Hay y habrá un antes y un después del pasado 2 de junio, un verdadero parteaguas histórico. Las mayorías eligieron a la fuerza política de Morena como una de carácter hegemónico para los siguientes seis años. Un sexenio en que no habrá contrapesos, la oposición será testimonial y el Poder Judicial quedará desarticulado como fiel de la balanza. El Congreso dictará la voluntad del pueblo a través de leyes que podrán hacer y deshacer sin necesidad de contar con algún tipo de acercamiento con la oposición.
La LXVI legislatura que entrará en septiembre puede construir un nuevo país, pero para ello tendrá que echar abajo los cimientos del viejo régimen; y lo va a hacer, con el liderazgo del presidente López Obrador, la suerte de México está decidida, se van a demoler las instituciones del antiguo régimen republicano, democrático y liberal, para sobre estas cenizas construir una nueva Constitución mexicana, a la medida del nuevo régimen.
El nerviosismo de los mercados no importa, es tanta la seguridad y la convicción presidencial, que nuestro mandatario está dispuesto a estirar la cuerda sin que esta reviente. El dólar seguirá subiendo, pero esto ayudará a la economía mexicana que está basada en las exportaciones, las remesas y el turismo. La Bolsa Mexicana sí va a tener una caída, pero allí pierden los inversionistas, que son avaros por naturaleza, así que se lo merecen; y no habrá fuga mayor de capitales porque el fenómeno del nearshoring es potencialmente tan jugoso, que bien vale la pena tolerar y aceptar la incertidumbre financiera.
Si todo sale mal, habrá una crisis como la del 94, con la fuga de capitales y la devaluación de la moneda, pero esto ya será algo que tendrá que arreglar la próxima presidenta de México. Por lo pronto, nuestro presidente López Obrador habrá registrado su nombre en la gloria de la historia nacional como el artífice de la cuarta transformación de México.
Con el nuevo régimen en ciernes, es importante analizar cómo la oposición quedó pulverizada, el caso del PRD es el más emblemático. Este partido es la madre biológica de Morena, allí nacieron los hijos de la izquierda mexicana. Hoy Morena reina como ejemplar exitosa en el proceso de adaptación política, sin embargo, su éxito recuerda el fenómeno de la Stegodyphus lineatus, una araña del desierto que se sacrifica para que sus crías puedan subsistir.
Morena es lo que es hoy gracias al fenómeno de la matrifagia, donde los cuadros del PRD lo abandonaron para engrosar las filas de Morena hasta extinguirlo lentamente. Hoy el PRD ha muerto, pido un minuto de silencio para tan triste pero inevitable destino... ¡Gracias estimado lector y lectora por tu apoyo y comprensión ante mi inevitable duelo partidista!
El otro gran perdedor de esta pasada elección fue el PRI, ahora sí herido de muerte. Hay que reconocer la capacidad adaptativa de este ejemplar político, pero la suerte está echada, y hoy vive su séptima vida, ya no hay más futuro.
Ante este escenario catastrófico, los priístas se han convertido en aves migratorias, como la Hirundo rustica (golondrina tijerita), siempre dispuesta a encontrar mejores condiciones climáticas, así que observamos la migración hacia el Partido Verde, que sirve como trampolín para ingresar al maremágnum guinda, propio del partido de Regeneración Nacional (Morena).
El único partido que puede sobrevivir es el PAN, pero para ello necesita realizar ajustes importantes. El PAN tiene en su haber el aprendizaje que implicó luchar políticamente contra un partido hegemónico durante el siglo XX: el PRI. Lo hizo bien, en un principio como la única oposición auténtica, que buscaba construir un sistema democrático.
Para adaptarse a los retos del siglo XXI necesita una refundación radical, como si fuera un himenóptero (avispa), debe llevar a cabo una metamorfosis completa, sus células deben regenerarse para dar vida a una nueva variante que significa que sigue siendo el mismo partido, pero a la vez, diferente, renovado a través de un proceso de holometabolismo.
Para continuar con este símil derivado de la biología, diríamos que Morena es el nuevo animal dominante, es decir, en la jerarquía social se le considera al que domina en sus interacciones, y estas deben ser agresivas para lograr sostenerse en esta categoría social. Según la etología la jerarquía de dominancia se establece a partir de diferentes criterios, uno de ellos: el ser ganador/perdedor en luchas.
Morena posee un poder hegemónico, pero se encuentra a su vez en una encrucijada. Surge como un movimiento social, evoluciona hacia partido con orientación de izquierda, pero con un discurso populista, donde los buenos están del lado nuestro, y los malos están representados por las élites corruptas, que incluyen a los partidos políticos y a la oligarquía: la mafia del poder.
Morena construyó un discurso populista, y la mente brillante detrás de este fenómeno político y social, fue el líder carismático fundador del movimiento y del partido: el aún presidente López Obrador, y siempre líder moral de nuestro movimiento. Después de seis largos años el final de su mandato ha llegado. Eligió a la colaboradora más preparada y leal para seguir sus pasos y construir un segundo piso de la cuarta transformación.
El reto de esta encrucijada es que la presidenta electa, es una mujer inteligente, llena de buena fe, esperanza y optimismo, su mente es brillante, flexible y abierta a la crítica, le gusta la democracia, el pluralismo y la participación de los ciudadanos. En pocas palabras, no es una lideresa carismática populista.
Es una gran mujer, centrada en la realidad, responsable de su papel en la historia de México, pero no es una lideresa de masas. Afirmaba el gran sociólogo Gustave Le Bon, en su trabajo clásico sobre los líderes y las multitudes, que éstos eran verdaderos orates, no había otra forma de definirlos.
La Real Academia Española de la Lengua afirma que un orate es una "persona de poco juicio, moderación y prudencia". Eso es lo que sustenta a un líder carismático, elemento central en la construcción de una propuesta política populista.
Afortunadamente nuestra nueva presidenta es una mujer académica, sensata, juiciosa y prudente, incapaz de obrar en contra de la felicidad y la prosperidad del pueblo mexicano.