El tema de la contaminación no es nuevo para Monterrey, sin embargo, sigue siendo muy relevante para la salud de sus habitantes, quienes vivimos con la percepción de que cada vez estamos expuestos a mayores niveles de riesgo, considerando que enfrentamos una problemática que se vuelve crónica y ningún gobierno parece poder resolverla.
Existen distintos tipos de contaminación ambiental: atmosférica, hídrica, acústica, lumínica, visual, térmica y del suelo. Todas las modalidades contaminantes nos preocupan, pero quisiera hacer referencia a la contaminación del aire. Sabemos que vivimos en un precioso valle rodeado de enormes montañas, seguramente en la época antigua los fundadores y antepasados nuestros, disfrutaban de una calidad de aire total, con un aroma a campo silvestre.
Pero esos tiempos ya no existen, ahora tenemos una enorme ciudad metropolitana, con múltiples fuentes de contaminación y un gobierno que no logra resolver el problema. No dudo que se trate de una solución muy compleja, difícil de alcanzar, especialmente en una ciudad con actividad industrial que genera el reto permanente de su regulación. Mientras corresponda al estado de Nuevo León esta responsabilidad, podemos considerar que la corrección del mismo pueda estar más cerca, pero en el caso de empresas federales, como la refinería de Cadereyta, la situación se vuelve más difícil.
Sabemos de diversas iniciativas para tratar de detener la contaminación, la más reciente por parte del alcalde de San Pedro Garza García, que convocó a la población para juntar firmas que apoyen esta medida. Recibimos vientos del este y del norte predominantemente, así que se considera que la contaminación que se emite en Cadereyta, llega en su paso a nuestra ciudad. Sobre este tema de orden federal también sabemos que se están recurriendo a prácticas contaminantes basadas en el combustóleo, que es más dañino que otras emisiones.
También de manera reciente se reportó, por parte de la población, un olor muy desagradable que generó malestar físico en algunas personas, este se esparció desde Benito Juárez hacia Guadalupe. El sistema de Protección Civil llevó a cabo una inspección de la situación, pero no obtuvo ninguna conclusión sobre el asunto. El aroma horas después desapareció y las actividades continuaron de manera normal. Al día siguiente fuentes oficiales informaron que el nauseabundo tufillo era debido a emisiones de azufre emitido por la refinería.
Una experiencia similar a la antes descrita, me ha tocado en diferentes momentos pero de manera sistemática, al viajar en carro hacia el poniente de la ciudad. De manera específica reto al lector o estimada lectora, para que se ubiquen a las 18:00 hrs, en el área del puente de Rangel Frías y Lincoln. A partir de la hora mencionada llega un aroma muy desagradable que se esparce hacia el poniente. No he logrado descifrar qué tipo de tufo es ni cuál es su fuente. Sólo confirmo que los olores extraños y desagradables se esparcen de manera frecuente por diferentes áreas de la ciudad, en lugares específicos.
Durante el largo tiempo que tuve la fortuna de vivir en el sur de la ciudad, sí había fábricas contaminantes, muy cerca de mi otrora residencia ubicada en Diana 821, se encontraba la empresa de baterías LTH, que por los químicos utilizados contaminó el suelo donde estuvo instalada durante muchos años. También recuerdo que por las mañanas, salíamos rumbo al centro de la ciudad, tomábamos la avenida Revolución, y al llegar al río Santa Catarina, observábamos con asombro, cómo ardía, de manera permanente, el horno tres de la Fundidora. Era impresionante observar esa llama azulada que emergía de la enorme chimenea.
La contaminación envuelta en estos recuerdos, no es nada en comparación con lo que hoy tenemos. Se suponía que el gobierno estatal, en su gestión durante la primera década de este siglo, declaró que Monterrey se convertiría de un polo industrial a una sociedad del conocimiento. Se construyó infraestructura y se implementaron diversos proyectos para ello. Los resultados obtenidos no parecen muy halagüeños.
La industria que sigue llegando, hoy en día, a nuestra ciudad, especialmente en el rubro automotriz, apuesta por el desarrollo de energías verdes y renovables. El transporte eléctrico seguramente sustituirá al de combustión interna y diésel, y ayudará a reducir la contaminación. Igualmente, el estado deberá invertir mucho más en mejorar el transporte público, especialmente el metro y los trenes ligeros. Existen otras formas alternas de movilidad, especialmente el uso de bicicletas, monopatines, motocicletas, esperemos que éstos transiten hacia una versión eléctrica.
Ciudades como Vancouver poseen un metro elevado muy eficiente y no contamina visualmente, se le conoce como Sky Train; Toronto y Bilbao cuentan con un tranvía eléctrico que recorre la ciudad y brinda un servicio eficaz a los usuarios, además del tradicional metro subterráneo. Se distinguen estas ciudades por la existencia de ciclo vías muy extensas para los ciclistas.
La ciudad de Calgary posee una ruta para ciclistas muy extensa que recorre el río Bow, en Monterrey se pensó en una opción similar aprovechando que el río Santa Catarina perfectamente permite circular, de este a oeste por 27 kilómetros, desde Santa Catarina hasta Guadalupe; con el único inconveniente de la inseguridad, considerando que es una vía poco visible.
Considerando los riesgos que implica para la salud un aire tan contaminado, con irritación ocular en curso, y contando con un espacio propio, como casa de campo, en un municipio rural de nuestro estado, decidí junto con mi linda esposa, María Luisa, definir un plan alterno de residencia; allá no nos faltaría agua, tenemos un pozo en el patio trasero, y respiraríamos aire limpio, porque no hay industria; es un municipio rumbo a la frontera norte, ajeno a la civilización, alejado del área metropolitana y de difícil acceso, considerando que la angosta carretera que allá conduce, se encuentra plagada de enormes baches, emulando un paisaje lunar por sus múltiples y profundos cráteres.
Fue así que echamos a andar el plan mencionado, y llegamos, como lo hacemos cada fin de semana, pero en esta ocasión con la intención de permanecer por un período de tiempo más extenso. Al día siguiente salí por la mañana y caminé respirando profundamente el aire limpio, agradecido con la vida por tan buena oportunidad de residencia.
Al día siguiente igual, caminé por la mañana durante media hora y el aire limpio llenaba mis pulmones, haciendo sentirme más conectado con la naturaleza. Pero la vida te da sorpresas, y para la tercera mañana la placentera experiencia cambió. Percibí que el aire no era el mismo, ahora me irritaba como si estuviera en Monterrey. No puede ser, pensé, seguramente es mi autosugestión.
Al percatarme que se trataba realmente de una situación externa a mi mente, traté de buscar la causa del fenómeno. Así que rastré de dónde provenía el mal aroma, y esto me llevó, siguiendo la pista olfativa hacia afuera de la pequeña población. Me encontré con el basurero municipal y observé que quemaban basura como sistema de tratamiento de estos residuos. El olor provenía del cambio de la dirección de los vientos, ahora éstos se dirigían hacia el suroeste, contaminado así al pueblo entero. No podía creerlo, la solución al inconveniente de los deshechos colectivos se había convertido en el problema de contaminación principal para la comunidad. Un dilema que podría volverse difícil de resolver. Aún no lo sé.