México es la envidia de Suiza

Qué equivocado estaba el sacerdote jesuita al pronunciar en Nueva York en 1926 la frase: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EUA”

Suiza, con su producto interno bruto (PIB) per cápita de USD$82,797, comparado con los USD$8.069 de México, por supuesto envidia los 11,122 kilómetros de litorales que tiene la tierra del tequila y el zarape. Lo mismo pudiera decirse de otras naciones como Austria, República Checa y Hungría al no tener ellas una salida al mar. Pero, igualmente Alemania, al estar su principal destino de sus exportaciones, EUA, a 4,835 kilómetros de distancia, desearía la ubicación azteca.  De la misma forma, para China sería un gran anhelo estar geográficamente donde está México ya que la dividen más de 11,640 kilómetros de su principal cliente internacional.

Qué equivocado estaba el sacerdote jesuita al pronunciar en Nueva York en 1926 la frase: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EUA”. Siendo realistas, la recuperación del país será a dos velocidades: el norte y el sur, estados exportadores y no exportadores.  Indistintamente de si el crecimiento promedio del PIB en 2021 es 3.5 o 5.5%, el principal detonante serán las exportaciones, sobre todo a EUA. ¿Cómo no ha de ser EUA el motor de crecimiento de México cuando han invertido alrededor de USD$4 billones en la reactivación de su economía? Efectivamente, los mexicanos pudieran lamentar estar lejos de Dios, pero desde el punto de vista monetario, nunca la cercanía con su vecino país del norte.

A plata pura, ¿cómo hubiesen aprovechado Alemania, Francia, Japón o la misma China, los 3,200 kilómetros de frontera con la nación económicamente más poderosa del mundo?, ¿qué darían por estar geográficamente donde está México? Quizás la respuesta sería … lo que fuera necesario. Tal vez cederían parte de su territorio o algo de su soberanía, a lo mejor otorgarían concesiones de recursos naturales de largo plazo o tal vez habrían hecho del inglés un segundo idioma oficial. De seguro tendrían un mejor manejo del tráfico de estupefacientes, harían de la seguridad una prioridad y eliminarían por completo de su narrativa palabras que denuestan como “imperialismo yanqui”. Con tal de atraer la apátrida, infiel y golondrina inversión extranjera directa, con plena certeza establecerían copiosas zonas económicas estratégicas, zonas de libre comercio, otorgarían incentivos fiscales e invertirían en infraestructura de vanguardia.  La verdad, no sé si sentirán envidia de no calzar los zapatos mexicanos o lástima de México al distar tanto de su potencial. Justificadamente, habrá quien piense que México ha tenido la insatisfecha capacidad de ser una súper potencia.

Ahora bien, teniendo EUA más del doble de la población mexicana y una economía casi 20 veces mayor, ¿tiene sentido que la balanza comercial haya estado más o menos equilibrada a través de los años?  Con dicha asimetría, parece que sería numéricamente fácil explicar un superávit mexicano. Más aún, un marcado saldo favorable en la balanza daría solidez al peso y esto sería bien visto por el gabinete económico de Biden. Obviamente, el país de la raza de bronce tiene una agenda pendiente para aumentar contundentemente el grado de integración nacional, pero eso es otro tema.

Claro está, el ejercicio es utópico, pero sirve para resaltar lo verdaderamente afortunados que somos los mexicanos y el inconmensurable costo de oportunidad que ha sido el no haber capitalizado su ubicación ni sus tratados.

Es un hecho, México no puede volver el tiempo atrás, no puede cambiar el presente por decreto y tampoco puede dibujar un futuro promisorio sin un correcto mapa de ruta. Podrán los mexicanos discutir, echar culpas, buscar chivos expiatorios y eludir la propia responsabilidad.  La verdad es que, como dice el amigo del primo del vecino: “Con estos bueyes hay que arar”.  A pesar de los injustificables altos costos de producción, de corrientes ideológicas, del terrorismo fiscal, de la inseguridad y del gobierno en turno, les toca a los mexicanos sacar la casta, aprovechar las oportunidades y pensar fuera de la caja y del país. Si la raza azteca suma aproximadamente 1.7% de la población mundial, entonces más del 98% de sus clientes potenciales están fuera de México.  Pensar así no es ser apátrida. Para ayudar a los pobres es preciso primero crecer económicamente y, si la oportunidad está ahora más que nunca en los benditos mercados de exportación, esa será la solución para reducir la miseria.

Aunque haya corrientes de izquierda opuestas, gracias a Dios, México ya tiene firmados el T-MEC, el TLCUEM y el TPP11, entre otros. Nuevamente, ¿que harían Alemania o Japón, ceteris paribus, si estuviesen geográficamente donde está México y con los tratados y acuerdos ya firmados?  Mejor dicho, ¿qué harían en esa tesitura los empresarios de dichos países?

Concluyo con una frase de San Pío dirigida a los heroicos empresarios mexicanos: “Mi pasado, Señor, lo confío a tu misericordia, mi presente a tu amor, mi futuro a tu providencia”.