Debo confesar que durante mi vida laboral jamás llevé un estilo de vida saludable. La verdad es que social y culturalmente, en aquella época, poco se escuchaba de este tipo de perspectiva de la salud. Por más de 30 años consecutivos me dediqué a trabajar, trabajar y trabajar, sin descanso, por más de cuarenta horas a la semana.
Desde que, junto con mi familia, llegamos provenientes de la ciudad de Montemorelos y nos radicamos en la ciudad de Monterrey, trabajaba de día y estudiaba de noche. Luego vino el activismo político y me corrieron del trabajo, aunque mi desempeño era muy aceptado por mis jefes, pero por cuestiones ideológicas y políticas de la empresa, tuvieron que llevar a cabo este acto de recorte laboral.
Cuando terminé mis estudios de licenciatura en la Escuela Normal Superior "Profr. Moisés Sáenz Garza", continué en el mismo tenor: estudiar y trabajar simultáneamente. Fue así que llevé a cabo mis estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras. Además, el activismo político me exigía dedicarle tiempo, y era cada vez más absorbente.
Afortunadamente era joven y contaba con óptima salud, así que con energía y entusiasmo comenzaba mi agotadora rutina cada mañana. La alimentación se basaba en la necesidad y la oportunidad, generalmente en algún puesto de tacos cercano al centro de trabajo, en los tres turnos.
Comer fuera se convirtió en un fuerte hábito que aún hoy en día me cuesta trabajo erradicar. Para mi mente, comer significa ir a un restaurante. Obviamente, en la medida en que mejoró mi situación financiera, pasé de alimentarme en un modesto puesto de tacos a un restaurante más presentable; además, este hábito, a manera de ganancia secundaria, me permitía una actividad indispensable en mi vocación: el almuerzo político.
Con un estilo de vida productivo desde la perspectiva profesional y económica, pero poco saludable, silenciosamente llegaron las enfermedades: la hipertensión, diabetes, trastorno cardiovascular, entre otros. Y sucedió lo esperado: un infarto cardíaco que requirió cirugía abierta del corazón.
Sobreviví a este tipo de ritmo de trabajo desenfrenado y acepté la jubilación como una etapa inevitable, pero no puedo negar que me resistí a ello. Después de jubilado me ofrecían trabajo y aceptaba, a tal grado que a veces salía perdiendo financieramente, y aun así allí seguía.
Finalmente acepté mi condición de jubilado, pero continué con mis hábitos alimentarios de comer fuera de casa manjares poco saludables pero sabrosos, cero ejercicio a pesar de la insistencia médica; lo que sí fue positivo es que pude dormir más tiempo y el estrés cayó a un nivel muy bajo.
Como ya le he comentado aquí anteriormente al estimado lector/a, la figlia Estefanía es médica internista, y actualmente realiza una certificación internacional en Medicina del Estilo de Vida Saludable, y creo que como buena estudiante que es, me tomó como su conejillo de Indias.
No pude evitar preguntarle en qué consiste este enfoque y me respondió con gran prosapia médica: "Mira, Nonno, la Medicina del Estilo de Vida Saludable, también conocida en inglés como Lifestyle Medicine, se centra en la prevención y el tratamiento de enfermedades a través de modificaciones integrales en la dieta, la actividad física, el manejo del estrés y otros hábitos saludables..." -tomó aliento nuevamente y continuó muy inspirada- "Se basa en la premisa de que muchos de los problemas crónicos que enfrentan los pacientes, como la enfermedad cardiovascular, diabetes, obesidad, hígado graso, resistencia a la insulina, triglicéridos, colesterol y síndrome metabólico, entre otros, están profundamente ligados a nuestros estilos de vida."
Con gran profesionalismo, procedió a entrevistarme para identificar mis hábitos alimentarios, de sueño, de ejercicio, estrés y patrones de convivencia familiar y social. Obviamente, donde salí reprobado fue en la alimentación: sigo procurando comer fuera de casa, amo los restaurantes, no puedo negarlo. Además, odio el ejercicio físico; me pide que camine al menos 30 minutos diarios, y me resisto a ello.
Luego la entrevista se deslizó al tema de la paz mental como medicina. Me preguntó si practicaba yoga o pilates, o si realizaba algún tipo de meditación. Obviamente, en mi vocación como comunista de corazón, la onceava tesis contra Feuerbach sigue rigiendo mi visión de la realidad: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo."
Un comunista no tiene paz mental, solo los muertos logran un estado así. Los comunistas aman la lucha de clases, el conflicto social, la huelga laboral interminable, la manifestación pacífica que termina en un palacio de gobierno incendiado, las barricadas contra la represión policial, las pedradas contra la autoridad, la toma de camiones, de instalaciones petroleras, casetas de peaje...
La figlia Estefanía no comprende la esencia de un político comunista: la paz mental lo enferma, realmente su medicina es el conflicto social, la lucha de clases, el debate ideológico, el dogma disfrazado de principios, la intolerancia al pluralismo político. La dialéctica del conflicto es un bálsamo para el alma de un comunista, lo digo por experiencia, claro, siempre justificado sobre la idea de una utopía próxima.
Durante la entrevista, la figlia Estefanía hizo mucho hincapié en el tema de la alimentación. Me insistió que debo aumentar el consumo de vegetales y frutas frescas; también consumir granos enteros, como el arroz integral, la quinoa y la avena; las proteínas de origen vegetal son parte fundamental de la dieta, como el consumo de legumbres como lentejas, garbanzos y frijoles, así como frutos secos y semillas; debo también procurar la ingesta de grasas saludables, como las que provienen del aguacate, así como del aceite de oliva virgen extra, y engullir muchas nueces y semillas, que son cruciales para regular el colesterol y mejorar la salud cardíaca; finalmente, evitar alimentos procesados ricos en azúcares y grasas trans.
Para cerrar la entrevista médica, la figlia Estefanía me compartió una receta saludable con la que podría empezar:
Ensalada verde con aderezo de aguacate:
Espinaca fresca, rúcula y kale.
Aguacate en cubos.
Almendras laminadas.
1 cucharada de aceite de oliva.
Jugo de limón al gusto.
Sal marina y pimienta al gusto.
Mezclar todos los ingredientes en un bol y aderezar con una cucharada de aceite de oliva y jugo de limón. Acompañarlo con un puñado de nueces.