Luego de conocerse los alarmantes alcances antidemocráticos de la “reforma” político-electoral planteada por el gobierno federal, grupos de ciudadanas y ciudadanos organizados se empezaron a manifestar en contra de eliminar autonomía al INE, o de favorecer condiciones absolutistas a un partido único.
Era de esperarse que activistas, académicos y personas comprometidas con los procesos democráticos en México levantasen la voz. El INE es una institución de todas las personas mexicanas, construida a lo largo de décadas de lucha y esfuerzo, después de que la sociedad civil le arrebató al gobierno el control sobre las elecciones.
Quizá las generaciones actuales no lo tengan muy en claro, pero lo que propone el presidente López Obrador en su “reforma”, no es como él dice “hacer menor cara” la democracia.
Lo que el líder absoluto de Morena pretende en los hechos es volver a los tiempos en que las elecciones eran organizadas, contabilizadas, calificadas y validadas por el gobierno, incluyendo el conteo de votos, urnas no transparentes, padrón inflado, credencial para votar sin foto ni datos fiables, y una sarta de lindezas que solo eran ventajas para el partido en el poder.
Hay que decirlo: ese sistema garantizó la permanencia del PRI desde su fundación en 1946 hasta al menos 1988.
Fue precisamente ese año, cuando la elección presidencial fue duramente cuestionada incluso a nivel internacional y millones de personas no daban legitimidad al presidente electo Carlos Salinas de Gortari, que se convoca a un gran acuerdo para reformar la institución electoral y en 1990 se creó e instaló el IFE.
El IFE surge con el consenso de todos los partidos, incluyendo la izquierda. Se le quitó el control al gobierno y se nombraron consejeros independientes con el histórico José Woldenberg como primer presidente del Consejo.
Hoy el IFE se llama INE, y mantiene su autonomía y nos ha dado a todas las personas algo tan valioso como la credencial de elector con fotografía, medio de identificación indiscutible para la ciudadanía mexicana, con el cual todos hacemos nuestros trámites y que nadie pone a discusión.
Si todos valoráramos lo que costó transitar de los cartones para votar a la credencial con fotografía y datos biométricos, la atesoraríamos más. Es realmente un instrumento envidiado a nivel internacional, y su base de datos es resguardada por el INE.
Gracias al IFE y al INE se han organizado elecciones libres con resultados indiscutibles, y nuestro país ha vivido tres alternancias: la primera le quitó el poder al PRI en 2000; la segunda depuso al PAN en 2012 y la tercera llevó a la presidencia a Morena en 2018. Todas han sido decisiones de la ciudadanía, en procesos dirigidos por la ciudadanía en cada mesa de casilla, y con instancias e instituciones del Poder Judicial para resolver controversias.
Tenemos un INE que funciona. ¿Por qué dar pasos hacia atrás volviendo a darle el control al gobierno, como lo propone en los hechos el presidente López Obrador? Lo malo de pensar en leyes a modo es que las personas no son eternas. Por eso las leyes deben ser generales, a prueba de individualismos o aspiraciones de poder.
La ciudadanía ha convocado este domingo 13 de noviembre a una marcha en defensa del INE, y hace bien. Es el tipo de movilizaciones que llevaron a quitarle el poder electoral al gobierno y dárselo a quien corresponde, al pueblo. Por eso es tan importante realizarlas en todos los estados del país, y en la capital.
Esta marcha, ciudadana ante todo, no pertenece a ninguna fuerza política, y hacen mal quienes quieren de cualquier forma apropiársela. Lo que corresponde a quienes estamos en el espacio público y sobre todo a quienes tenemos cargos con representación legislativa, es corresponder a la ciudadanía con nuestro voto.
Con el mío, cuentan para votar contra la reforma oficial regresiva y tóxica. #YoDefiendoAlINE