Qué importante es la educación. Según el Banco Mundial, la educación, además de ser un derecho humano, es un importante motor del desarrollo y uno de los instrumentos más eficaces para reducir la pobreza, mejorar la salud, y lograr la igualdad de género, la paz y la estabilidad.
Además, genera grandes y constantes beneficios en términos de ingreso. En ello coinciden maestros, pedagogos, estadistas, políticos, humanistas.
Y sí, el derecho a la educación está consagrado en el artículo Tercero de nuestra Constitución.
Existen los elementos para decir que el Estado garantiza que cada mexicano puede aspirar a prepararse y tener oportunidades para la vida, aunque no siempre sea así.
Pero me atrevo a decir que no se trata solo de tener en el aula un maestro o maestra que esté al frente para dar la lección. Es mucho más que eso.
Se requiere un líder que inspire a cada uno de los ahí sentados, a entender la asignatura, un maestro o maestra que haga soñar con un futuro tan prometedor, y que, al escucharle, casi se pueda tocar.
Sólo unos cuantos tienen esa magia.
Recuerdo con gran aprecio a la maestra Lilia, a miss Angélica y miss Manuela, a las religiosas María Socorro y Emma.
También a la maestra Elba, a Reina Verónica, al maestro Rocha, a mi venerado Silvino Jaramillo; en la maestría, a Jaime Pérez, Rosalba Barbosa, Elvin Torres y Ricardo Rodríguez Larragoity.
No obstante, mi lista no puede estar completa sin un nombre más: José Luis Esquivel.
El aula es muy, muy importante; te da las herramientas académicas y competenciales para formar al profesionista y salir a la calle, aunque el porcentaje restante, siempre será la calle misma.
Con el maestro Esquivel despertó mi curiosidad por saber, por conocer más, por romper mis propios paradigmas, por reinventarme.
Me dio mi "coscorrón" (emocional, nunca físico) cuando la circunstancia lo ameritó; pero fue más el alimento, o la semilla que sembró en mí.
De mis compañeros de carrera, algunos seguimos en activo 37 años después de haber dejado las aulas de Ciencias de la Comunicación de la UANL.
Y hoy, 37 años después, Esquivel sigue siendo un motivo de inspiración, de amor a la vida. A veces mengua su espíritu combativo cuando tiene días malos por causas de la salud y publica en sus redes que nosotros, sus amigos y alumnos, le damos ánimo, cuando es él quien nos inyecta vitaminas.
Sin estar en el salón de clases, José Luis Esquivel nos sigue dando tanto.
A propósito del Día del Maestro, recuerdo y honro, en vida, a uno de mis mejores maestros.
Y aunque el 15 de mayo solo sea una hoja más del almanaque, es una gran oportunidad para festejar a cada hombre y mujer que motivó nuestro presente para construir un futuro.
Y no sólo es cuestión monetaria, lo realmente importante de estudiar y aprender, es ser feliz.
Por el Covid más de 70 millones de personas cayeron en la pobreza y mil millones de niños en el mundo perdieron un año de escolaridad; tres años después, las pérdidas de aprendizaje no se han recuperado.
Espero, deseo y confío que entre los que hoy se desgarran las vestiduras pidiendo un voto, haya alguna buena y viable política pública que permita recuperar el tiempo perdido, que surjan nuevos e inspiradores maestros que nos inspiren y nos lleven a ser personas exitosas y plenas.