Él fue quien primero abrió las puertas a los migrantes y cuando se desbordó la migración hacia México, decidió cerrárselas en la cara. Él fue el que "se dobló como nunca había visto a nadie doblarse" frente a Donald Trump para entregarle 26 mil soldados y volverlos la migra de Estados Unidos.
Él es el comandante supremo de esos soldados que han reprimido migrantes, golpeado mujeres y niños, perseguido y correteado centroamericanos, sudamericanos, caribeños. Él es el que cada que puede elogia a los dictadores de los países de los que están huyendo todos esos migrantes.
Él hace de abogado del chavismo-madurismo venezolano para que Estados Unidos los considere países democráticos. Él es el que está feliz porque regresó la izquierda a Honduras.
Él es el que le ha dado millones al gobierno cubano, disfrazados de brigadas médicas y contratos del tren maya. Él es el que no ha condenado al dictador Daniel Ortega de Nicaragua. De algunos de esos países son los migrantes detenidos, encarcelados y dejados morir al fuego por su gobierno.
Él es el que decidió endurecer la política migratoria. Él es el que decidió que México podía albergar a decenas de miles de migrantes que le manda Estados Unidos año con año. Él es el que dijo que donde come uno comen dos.
Él es el que no aumentó los presupuestos para la atención de los migrantes, el que no atendió las recomendaciones de derechos humanos, el que dio abrazos a las organizaciones del crimen organizado que abusan como quieren de los migrantes en su ruta al norte, él es el que no atendió las recomendaciones de toda suerte de organizaciones de derechos humanos.
Él es el que minimizó la tragedia y le dedicó al asunto sólo 3 minutos de sus casi 3 horas de mañanera, para fundamentalmente culpar del incendio a los migrantes ahí detenidos.
Él es el que frente a la tragedia de Ciudad Juárez optó por mentir. Optó por mentir otra vez.
El gobierno ya aceptó que tuvo el video desde el lunes en la noche y el video no deja espacio a la duda: los agentes federales caminaban cómodamente por la estación migratoria de Ciudad Juárez mientras 38 migrantes morían por el fuego y por el humo rejas adentro. Él es el que a pesar de esto, ayer martes en la mañana declaró que la culpa había sido de los migrantes por quemar unas colchonetas en protesta porque los iban a deportar.
No. Los agentes migratorios del gobierno no los dejaron salir, los dejaron encerrados. Sin protocolos, sin misericordia, sin alma. Encerrados a quemarse y asfixiarse en una cárcel para personas cuyo único delito es buscarse un futuro lejos de la pobreza, la violencia o la represión política. No son criminales. Son migrantes.
Él, López Obrador, es el responsable político de esta tragedia a la que condujeron sus decisiones de gobierno y sus arreglos con Estados Unidos.
Son los 38 de López Obrador.
Él, si fuera aquel dirigente opositor estaría diciendo sin temor a equivocarse que el presidente de México tiene una inesquivable responsabilidad política en esta desgracia que pudo haberse evitado.