Lo que el viento se llevó

Naturalmente el arrepentimiento siempre llega después de haber hecho mal las cosas y es aún mayor al no poderlas enmendar o resarcir

Siendo niño, recuerdo haber visto junto con mi padre la multi-galardonada película “Lo que el viento se llevó” estelarizada por la actriz británica Vivien Leigh y teniendo como telón de fondo La Guerra Civil Estadounidense. Por su actuación, Vivien recibió el reconocimiento como mejor actriz, pero tuvo que pagar un alto costo personal como haber cedido la patria potestad de su única hija y el divorcio de su segundo esposo. Naturalmente el arrepentimiento siempre llega después de haber hecho mal las cosas y es aún mayor al no poderlas enmendar o resarcir.
En octubre de 1992, el error del presidente Salinas de haber mostrado su apoyo a su homólogo Bush visitándolo en San Antonio, Texas, en plena carrera por su reelección, afortunadamente, sí se pudo remediar. Bush padre perdió y el presidente electo Clinton en represalia, obstaculizó, pero finalmente firmó un año después el Tratado de Libre Comercio (TLC) de Norteamérica. Un error que pudiera no tener remedio fue la decisión del presidente Trump en materia de tratados comerciales. No sabremos si algún día se arrepienta de haber firmado, a escasas semanas de ocupar la presidencia, una orden ejecutiva para retirar a los EE.UU. del tratado que hubiese sido el mayor bloque económico del mundo, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). El TPP era visionario, ambicioso y estratégico y sus negociaciones siempre fueron a puerta cerrada ya que, entre los potenciales países firmantes, había siete asiáticos, pero no estaba China. Se dice que el plan norteamericano era tener, conveniente a sus intereses, un TLC tan sólido y atractivo que, una vez firmado por todos sus miembros, China misma quisiera unirse. Dicho TLC se había consolidado en 2008 cuando EE.UU. asumió el liderazgo. En 2011, atendiendo a la invitación del Tío Sam, Japón, México y Canadá, pidieron ser admitidos. En fin, la historia es conocida y narra que al salir los EE.UU. del TPP, el timón lo tomó Japón y lo reconformó en lo que ahora se llama Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífica (CPTPP, por sus siglas en inglés) y fue firmado en marzo de 2018.
China por su lado, no se quedó con los brazos cruzados. El mismo año 2011 cuando Japón y los otros dos países norteamericanos solicitaron su admisión al TPP, conformó su propio bloque comercial llamado Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). El RCEP será el TLC más grande del mundo como porcentaje de la economía mundial. Al igual que algunos empresarios y asociaciones que procuran estar bien con Dios y con el diablo, de los quince países asiáticos que conforman el RCEP, siete de ellos son igualmente firmantes del CPTPP. Pues bien, dicen que en política la forma es fondo, y no es casualidad que este 23 de junio, los ministros de los países del RCEP acordaron firmar el tratado en noviembre 2020. Claro, en pleno mes de elecciones estadounidenses y con dedicatoria a Trump. Aunque quizás no reconozca su evidente culpa, habrá votantes que le reclamen a Trump que el TPP pudo haber consolidado el rol hegemónico de EE.UU. en Asia y que él arbitrariamente se lo endosó a China. Solo el tiempo lo dirá, pero, estadísticamente hablando, ningún presidente norteamericano ha sido reelecto en un entorno de bajo crecimiento económico y alto desempleo. Dicen que “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Veremos si la desaceleración económica, el COVID-19 y el claro y desafiante mensaje de China al firmar el RCEP, entre otros, terminan por inclinar la balanza en sentido adverso a Trump.
Si en las elecciones de noviembre 2020, al llevar hoy 14 puntos de ventaja, resultara electo el demócrata Joe Biden, tal vez EE.UU. busque regresar al ahora CPTPP. Aunque, como en el caso del Reino Unido con la Unión Europea (UE), sería un poco como las súplicas para volver a casa de un marido infiel.
Mientras tanto, China no está perdiendo el tiempo y continua expandiendo su influencia en el mundo. Más allá del RCEP, esta semana reanudarán Japón, Corea del Sur y China una nueva ronda de diálogos para forjar un TLC tripartito. Dicho tratado comenzó en 2012 pero ha tomado un nuevo ímpetu por la insistencia de China de tener un robusto “pie de playa” en todo Asia.
Por otro lado, en América Latina, China es ya el cuarto socio comercial después de EE.UU., la UE y Canadá, pero es el primero para la mayor nación, Brasil, puesto que históricamente había ostentado los Estados Unidos. Más aún, a través de su iniciativa de la Ruta de la Seda, está activamente invirtiendo millardos de dólares en 19 países de la región. Más allá de la firme influencia económica, China está asimismo creciendo su poder suave por vías de sus 41 Institutos Confucio y la donación de equipo médico en la región.
Solo el tiempo dirá si la históricamente ingente influencia labrada por sendos gobiernos republicanos y demócratas previos a Trump, resista los continuos embates de la maquinaria China que pretende ocupar a toda costa el liderazgo mundial. Quizás futuras generaciones norteamericanas voltearán a ver la influencia que gracias a la tozudez y la estulticia de una persona, como en la película, el viento se llevó.