Liberales y Conservadores

El asalto al Capitolio, una fábula de cuando el partidismo da paso al fanatismo.

El jueves 6 de enero se cumplió un año del asalto al Capitolio de los Estados Unidos por una turba de trumpistas (ni siquiera partidarios Republicanos) que decidieron, incitados por el mismo Trump, irrumpir y detener el conteo electoral dentro del Congreso estadounidense para confirmar el triunfo de Joe Biden.

Fue un evento que marcó no solo la historia moderna estadounidense sino al mundo entero que contemplaba cómo una de las potencias mundiales sufría un asalto doméstico contra su propia democracia. Al menos 7 personas murieron y 150 elementos policiacos resultaron heridos. Más de 700 personas que participaron en el motín están bajo investigación.

Aquí, parece no haber permeado ese evento. Al día siguiente, en la Mañanera, al preguntarle su postura sobre lo acontecido, el Presidente decidió abstenerse de opinar. Si acaso mencionó que debe de prevalecer la paz y la democracia. Eso sí, expresó su desacuerdo con la suspensión permanente de Twitter y Facebook a Trump: "No me gusta que a nadie lo censuren y le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter o en Face".

Un año después, el presidente Biden se dirigió al pueblo estadounidense y al resto del mundo. No solo fue un mensaje conmemorativo, sino una contundente condena al expresidente Trump por seguir promoviendo mentiras, por atentar contra los principios de la democracia y por desestimar la legitimidad del sistema electoral, lo que comparó con las acciones de autócratas y dictadores en el extranjero.

"Finalmente, la tercera gran mentira contada por un expresidente y sus partidarios es que la turba que buscaba imponer su voluntad a través de la violencia, son los verdaderos patriotas de la nación. ¿Es eso lo que pensaba cuando veía a la turba saqueando el Capitolio, destruyendo propiedades, literalmente defecando en los pasillos, rebuscando en los escritorios de senadores y representantes, persiguiendo a miembros del Congreso? ¿Patriotas? No desde mi punto de vista".

Trump no tardó en responder, fiel a su estilo bravucón: "Este teatro político es solo una distracción por el hecho de que Biden ha fallado total y completamente. Los demócratas quieren ser dueños de este día 6 de enero para avivar los temores y dividir a Estados Unidos".

Los Estados Unidos viven una polarización que no es nueva pero cada vez es mayor. Un ejemplo de ese distanciamiento son las principales cadenas de noticias de ese país. CNN reportó el asalto al capitolio como "el día en que Estados Unidos se dio cuenta de lo peligroso que es Donald Trump"; mientras que el presentador estrella de Fox News, Tucker Carlson, se mostró enfurecido al informar que los medios de comunicación describieron lo sucedido en el Capitolio como una "insurrección", alegando que no era más que una "protesta política que se salió de control".

Observar esta situación a la distancia puede no perturbarnos, pero el asalto al Capitolio resulta una fábula de lo que puede pasar si el partidismo da paso al fanatismo, qué pasa cuando el titular del Ejecutivo se deja llevar por el populismo y qué podría pasar si un presidente no consigue lo que quiere.

"Lo ha hecho porque valora el poder sobre los principios, porque ve su propio interés como más importante que el interés de su país y porque su ego magullado le importa más que nuestra democracia o nuestra Constitución", le espetó Biden a Trump. Tomemos nota.

Monitor republicano

Nadie quiere volver al encierro, pero el avance de ómicron nos obliga a tomar medidas. Minimizarlo pensando que durará poco y cobrará menos víctimas, es jugar al pitoniso, lo que no es aceptable cuando de por medio están vidas humanas.  

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