"Cambia tu vida hoy, no apuestes al futuro. Actúa ahora, sin demora"
Simone de Beauvoir
"La mujer no existe", ha dicho francés Jacques Lacan, en su muy particular estilo provocador, buscando destacar la ausencia de un modelo universal de la feminidad que, por otro lado, contrasta con las infinitas posibilidades de serlo. Sólo que, la mayoría de las veces, ni la sociedad, ni los hombres, están dispuestos a soportar el exceso de singularidad que cada mujer porta, a la manera de una poesía permanente.
Cada vez que se ha intentado definir a una mujer se le reduce y encasilla: mujer compañera de Adán, mujer madre, mujer esposa, mujer asistente, mujer cuidadora...cada una de estas figuras incluye y excluye algo: el ser de la mujer –como de los hombres—no puede reducirse a una simple faceta o rol en relación con los demás, ya que el ser de ambos, la esencia, es igualmente vacía. De ahí que seamos seres en construcción y transformación permanente; los humanos no somos seres lineales, sino discontinuos, contingentes, sorpresivo, seres de lo incompleto y lo imposible
Los discursos amorosos culturales nos localizan en un lugar y rol determinado: hombre proveedor, hombre que salva, protege y hace reír; así como, el hombre al que hay que proteger y "terminar de criar", operar donde su madre fracasó; la mujer accesible, mujer de otro, mujer prohibida, la mujer que necesita ser salvada y protegida, que tiene que responder a lo que su madre, padre, maestros, mujeres de la sociedad que la observan y juzgan, otros hombres que la desean, lo que piensan y esperan de ellas sus hijos y nietos, al grado de olvidarse de sí mismas, de preguntarse, pero, ¿qué es lo que yo realmente quiero, así, en primera persona?
El ser para el otro es una trampa que de alguna manera marca los primeros años de nuestras vidas y hasta un poco más allá: ser buenos hijos, ser buenos alumnos, ser buenos ciudadanos...sin que muchas veces nos detengamos a pensar lo obvio: ¿qué es lo que quiere decir ser una buena hija, un buen hijo, esposa, madre, esposo, padre, trabajadora...?
La verdadera liberación radica en la desidentificación del ideal planteado por los demás. Es decir, en poder separarse de aquellas expectativas que daban un lugar y razón de ser y un quehacer. Estar en función del otro, que el otro me diga quién soy y qué espera de mi para entonces cumplirlo, puede parecer hasta cierto punto fácil, sólo que tiene una "cláusula" en letra pequeña que plantea que, esperar cumplir con la expectativa de los demás, implica renunciar a la auto-transformación, de acuerdo con el tipo de persona y vida que se desea vivir. Muchas personas no saben quiénes son y qué es lo que desean hacer, porque en sus vidas se han colocado como la respuesta a lo que los demás esperan y dicen. Por lo tanto, son los grandes ausentes en sus vidas. Esto a menudo lo experimentan de manera simple, cuando tocan el límite de lo que los demás plantean y esperan: hacen la experiencia de no ser para nada eso que está en las palabras del otro, "yo no soy lo que tu dices que soy", sensación que les abre el camino para las experiencias propias. En esa encrucijada de vida muchas personas comienzan a caminar y a hablar por primera ocasión en primera persona, con una certeza práctica de no buscar satisfacer las demandas de los demás, sino las propias, dándose cuenta de que por un lado había referentes y obstáculos externos a los que se les daba consistencia, pero que también había un resto interior al que se respondía en automático, y que ahora se ha dejado caer. Algo que notan que puede ir cambiando, dejando de operar, reformulándose. Y es ahí donde comienza el verdadero viaje, más allá de la mera repetición del lugar y rol en relación con los demás.