Sólo los ilusos se desilusionan, diría el gran Gómez Morín. Ilusos quienes sucumbieron a la seducción tramposa de Salinas, al hechizo impostor de las víboras y tepocatas de Fox.
Ilusos los que creyeron en AMLO y hoy despepitan encolerizados contra él. Ilusos.
En política, política presidencial de la buena (y de la mala) el disimulo, el doblez, la astucia o la manera de obrar dando a entender lo contrario de lo que se siente, son esenciales. Sin ellas no se podría llegar, manipular a pasto o tratar de eternizarse en la poltrona del poder.
Porque las sirenas del presidente poseen un arma más poderosa que su canto: su silencio.
Faltan 34 meses para elegir a quien habrá de reemplazar a López Obrador, y el juego y rejuego de las corcholatas, amén del agazapamiento de los opositores, es una frívola y densa nube con la que mandatario oculta o disfraza sus verdaderas intenciones.
En un país sano, democrático, la ciudadanía no estaría sometida a tantas ascuas, especulaciones e incertidumbres. No por mucho madrugar todo se volverá más moreno, mi buen. Al contrario.
En medio de tanto derrumbe y descrédito institucional, el presidente tiene en sus mañaneras una fuente inagotable de cantos, argucias y dobleces para mantener a raya a las clientelas del banco y de la silla del bienestar.
Y cuenta el mandatario, además, hasta que todo resista, con su reconocida fortuna para definir los tiempos cortos y largos, como Kinich Ahau, el dios maya creador de la luz y de las épocas.
País de desilusionados, de apantallados o enceguecidos por el canto de un Presidente que amarra falsas navajas por el T-MEC, convocando para las fiestas patrias a una recia escaramuza nacionalista sabedor de que el tiempo largo de consultas, paneles y anexas con gringos y canadienses, favorecen la bravata encendida y electoralista de su tiempo corto.
País de despechados. El viejo y proverbial cacique potosino Gonzalo N. Santos diría que de desorientados, maiceados u oportunistas, “porque, como los perros de rancho, sólo el primero sabe a lo que le ladra.”
Aunque al mismísimo dios Kinich Ahau de la 4T podrían traslapársele los tiempos de una manera inexorable.
¿Alguien, entre los mortales mayas, mexicas, incluso tlaxcaltecas, sabe por qué la silenciadora y enmudecida deidad que habita en Palacio, decidió transmutar el tiempo largo de la sucesión presidencial en el tiempo corto de las corcholatas?
¿Fue una manera de tratar de construir la ruta hacia una riesgosísima e inaceptable continuidad? ¿Fueron las derrotas electorales de 2021 en la capital del Imperio las precipitantes de la necesidad? ¿Porque el sube y baja de las corcholatas consentidas, inventadas, temidas o bajo rigurosa tolerancia, de cualquier forma podría contribuir al alargamiento del silencio de las sirenas presidenciales? ¿Kinich Ahau, dios no muy republicano y soberbio, muy apreciado por los militares (que nó por los católicos vaticanos), quiso dar muestra de su enorme capacidad y poderío? o ¿Como un imprudente capitán de navío decidió zarpar, demasiado ambicioso y temerario, arriesgando la seguridad, la estabilidad y la concordia última de una bastante ilusa tripulación?
Poeta e historiador