La victoria del movimiento por la transformación de México sigue adelante, y de una manera indiscutible refrendada en las urnas por la mayoría de los ciudadanos, como ocurrió el pasado domingo 2 de junio.
La oposición parecía tener un respiro, pero finalmente se ahogó en su propio desprestigio. No hubo ni habrá ninguna oportunidad de que la oposición resurja de sus cenizas, la nueva legislatura se encargará de sepultarla para siempre.
A partir de septiembre que tome posición la legislatura LXVI, se echará a andar el plan C propuesto por el presidente López Obrador, y las minorías perderán su representación proporcional, esto será una carga menos para el erario, y la lógica es muy simple: si unas cucarachas se meten hasta tu cocina, no queda más remedio que apachurrarlas con la fuerza letal de tu bota.
El Poder Judicial también está en la mira. Decían allá en Los Arroyos, en Montemorelos, que a cada guajolote le llega su fiestecita. A partir de septiembre le llegó la fiestecita al Poder Judicial. Con las reformas impulsadas por el presidente, quedará herido de muerte, por fin caerán los jueces corruptos que operan al servicio de los oligarcas.
El INE tiembla de miedo. Es el siguiente en la lista, también pasará por el fuego justiciero de la nueva legislatura. La guillotina está preparada para que no quede ni el recuerdo de esta institución al servicio de la oligarquía y el antiguo régimen capitalista con su democracia liberal.
Todas las instituciones representativas del antiguo régimen capitalista serán destruidas para instalar un nuevo régimen con sus propias instituciones socialistas, que darán mayor justicia y permitirán disminuir la brecha de desigualdad construida y sostenida por siglos en nuestro país.
Esta es la misión que tiene la nueva legislatura, fue una elección que realizó el pueblo de México, y lo hizo de manera generosa, brindando una mayoría calificada para hacer y deshacer conforme a la voluntad legisladora.
Este es el futuro inmediato y a largo plazo, la sustitución de un régimen capitalista de injusticia oligárquica por uno de justicia social y menor desigualdad, un régimen socialista. Y al que no le guste, allí están las puertas abiertas, San Antonio, Texas lo espera.
México tuvo la suerte de contar con un presidente como el actual, que ha traído grandes beneficios para el pueblo, y ahora su sucesora, la Dra. Sheinbaum, seguirá adelante con el proyecto transformador, y logrará llevar a nuestro país a un nivel de desarrollo económico, social y cultural superior al actual.
Será superior por el nivel ético que impregnará todo el tejido social, incluyendo el económico, será una economía moral aplicada que dará frutos abundantes para todo el pueblo. Hasta los oligarcas estarán felices.
Por lo pronto los mercados temblaron. No lo hicieron por la Dra. Sheinbaum, reaccionaron a la próxima legislatura, la 66ª (LXVI). Esta se ha convertido en una fiera a domar. Su naturaleza es salvaje y se comporta amenazante como una bestia destructora.
Solo un encantador de serpientes es capaz de hipnotizar y controlar a este energúmeno salvaje. La Doctora Sheinbaum tendrá que apoyarse con la ayuda de este prohombre, capaz de controlar peligrosas cobras sin el uso del pungi. Ya lo ha hecho a lo largo de su trayectoria política, y será necesario contar con él nuevamente.
En mi época de comunista había varias corrientes dentro del partido, los que buscábamos el cambio social a través de la política, y otros más radicales que pretendían lograrlo a través de las armas.
Aquellos socialistas que pretendían lograr la transición política hacia el socialismo sin violencia, utilizando los medios que la democracia ofrecía, eran llamados de manera peyorativa: revisionistas.
Los duros del partido eran radicales y odiaban a los revisionistas. La revolución debería ser violenta para acabar con el régimen capitalista y punto. Lo importante era destruir las instituciones que sustentaban ese orden de cosas.
Recuerdo que en aquella época estos radicales se autodenominaron "Los enfermos", por su obstinación hacia la violencia destructora y su inflexibilidad dogmática de pensamiento. Su aspiración principal era establecer una dictadura del proletariado a través de un régimen político dominado por un solo partido: el comunista de los trabajadores.
En México los mercados siguieron temblando y desplomándose a pesar de que la Doctora Sheinbaum ha asegurado que seguirá con medidas macroeconómicas neoliberales. Los mercados no desconfían de la presidenta electa, temen, y con acierto, que la nueva legislatura sea dominada por algunos "enfermos". Y tienen razón, algunos legisladores que asumirán el poder del Congreso este septiembre, están vinculados con aquellos "enfermos" de los años setenta.
La Doctora Sheinbaum es una gobernante muy bien intencionada, desea un país más justo y equitativo, pero también democrático y próspero. "Los enfermos" tienen otros planes, justamente que transitan en la dirección contraria. La legislatura entrante no es oposición, pero será necesario someterla al redil de la voluntad presidencial, tal como lo hizo anteriormente el presidente López Obrador. Que a las iniciativas del ejecutivo no se atrevan a cambiarle ni una coma.
El principal desafío político de nuestra próxima presidenta no vendrá de la oposición que prácticamente es historia, sino de los grupos del mismo partido que buscarán demostrar su músculo político, tal como lo han hecho hasta el momento durante las campañas.
La doctora se apoyará en operadores políticos muy eficientes y preparados, que seguramente serán de gran ayuda para lograr mediar con un Congreso inflado en poder desmedido. Si los "enfermos" lideran esta instancia, podrán llevar al país a la quiebra económica de manera rápida. Aún no asumen el cargo y el fantasma de la crisis económica del 94 ronda por los círculos de la Secretaría de Hacienda.
Solo un encantador de serpientes logrará que la bestia salvaje de la nueva legislatura se apacigüe, que se serene y se someta a los designios del Ejecutivo. Quien logre este propósito será considerado como "Jefe Máximo de la Transformación", independientemente de quién ocupe la silla presidencial.
Por lo pronto, en México las mayorías mandan, y las minorías se van despachaditas a su rancho.