Este año será de gran importancia para la Universidad Autónoma de Nuevo León, en marzo se llevará a cabo la Feria Universitaria del Libro y en mayo el Festival Alfonsino, entre otros muchos eventos de extensión cultural. Siempre que pienso en mi Alma Mater siento nostalgia y, a la vez, un gran orgullo. Nostalgia porque estoy retirado, dediqué gran parte de mi vida a la enseñanza e investigación en la Facultad de Filosofía y Letras; orgullo, porque gracias a esta institución me formé profesionalmente, luego tuve oportunidad de dedicarme a la vida académica, sirviendo a las nuevas generaciones de estudiantes universitarios que ahora destacan no sólo en la vida pública y privada de nuestro Estado de Nuevo León, también en muchas otras entidades federativas donde actualmente radican.
También consagré mi vida profesional como profesor en la Escuela Normal Superior Profr. Moisés Sáenz Garza, allí tuve oportunidad de impulsar el desarrollo de esta institución con el apoyo de docentes y alumnos y alumnas entusiastas, lo hicimos en un inicio formando el Sindicato de Trabajadores de la Escuela Normal Superior, posteriormente desde la administración escolar, como subdirector y luego como director, donde formamos la Escuela de Graduados, fundamos la Revista E+A y el Centro de Idiomas, además, los cursos de verano de extensión, donde pudimos incidir en la formación de normalistas procedentes del noreste de México.
Hoy, a la distancia que impone la jubilación, cada día me convenzo de lo importante que son las instituciones de educación superior para la vida y el desarrollo de las comunidades donde se establecen. Veo con mucho interés cómo la Universidad Autónoma ha establecido varios campus fuera del área metropolitana: en Linares, Sabinas Hidalgo y ahora en Benito Juárez. Montemorelos ha contado con la Escuela Normal Profr. Serafín Peña, además de la Universidad de Montemorelos, que le han dado un impulso y una serie de servicios educativos y de salud de gran relevancia. Sabinas Hidalgo también tiene la Escuela Normal Profr. Pablo Livas, que es de gran preeminencia para la formación de docentes en el norte de nuestro Estado.
El campus ubicado en Sabinas Hidalgo por parte de la Universidad Autónoma impacta de manera muy positiva en los estudiantes que viven en los municipios cercanos. Conocemos casos de éxito de jóvenes que viven en Villaldama, Bustamante, Vallecillo y Lampazos, que se transportan diariamente en vehículos colectivos municipales, a pesar de la inseguridad que impera en esas carreteras.
Es muy importante que se presten estos servicios educativos y de salud cerca de los domicilios de los estudiantes, es un principio conocido como “sectorización”, donde el estudiante acude a estudiar a una institución educativa cerca de su casa. Además, ayudará a descentralizar el área metropolitana de Monterrey, que posee un desarrollo expansivo imparable.
Me asombra cómo una pequeña comunidad acoge a una institución educativa de educación superior, y luego se vuelve un pueblo universitario per se, su economía se beneficia de los estudiantes y recibe los servicios que ésta proporciona. Montemorelos es un caso tímido, pero tenemos a Austin, Texas, Berkley en California, College Station en Texas, Burlington en Vermont, Boulder, Colorado o Sherbrooke en Quebec, o Fredericton en New Brunswick, entre otros muchos ejemplos.
El viernes pasado llegó como lo hace cada mediodía, filio Arturo y mientras disfrutábamos nuestros alimentos, sintonizamos un partido de futbol de la Bundesliga, donde contendía el Rasenballsport Leipzig. Recordé que me tocó estar allí hace tiempo, en la Universidad de Leipzig, donde casualmente, en el siglo XIX, estudió su doctorado en filosofía Karl Marx. Filio Arturo se sorprendió de la casualidad y refirió que esa institución educativa se fundó en 1409.
Luego me comentó que impensadamente, ese mismo viernes era el 48 aniversario de la Escuela de Ciencias de la Educación, una institución de educación superior (donde labora como docente investigador) y que ha contribuido de manera muy trascendente a la profesionalización del magisterio, y actualmente ofrece una licenciatura en Ciencias de la Educación, maestrías en Psicopedagogía y Administración Educativa, además del doctorado en Educación con acentuación en Tecnología y Comunicación.
Su asombro fue relevante, al comparar la antigüedad de la institución educativa donde trabaja, que se acerca a medio siglo, y pensar en las seis centurias que posee la Universidad de Leipzig, es una situación realmente impactante. Me preguntó: “¿Usted cree Nonno Arturo que los fundadores de Leipzig hayan imaginado su institución seiscientos años después?”. Y luego continuó: “Me pregunto si los fundadores de la Escuela de Ciencias de la Educación sospecharon el alcance de ese acto fundacional. Ahora con casi 50 años, pero podremos percibir a nuestra querida Escuela en el año 2123, cómo será dentro de cien años; o proyectar nuestro pensamiento divergente, y pensar cómo será nuestra institución en el año 2223, es decir, dentro de doscientos años; vamos más lejos en el tiempo, cómo será nuestra Escuela en el año 2323; y no quedarnos cortos comparando la longevidad de la Universidad de Leipzig, cómo será la Escuela de Ciencias de la Educación en el año 2433; existirá el Auditorio donde se llevó a cabo el pasado viernes la ceremonia de conmemoración por la fundación; será útil el patio que sirve como estacionamiento, cómo se trasladarán los docentes a la Escuela, o tal vez ya no lo harán, y las clases sean en la virtualidad total; la tecnología seguirá su curso acelerado y el aprendizaje en redes será una tendencia inevitable; además la inteligencia artificial podría crear robots que sean los nuevos profesores, y para entonces desaparezca como una profesión para humanos. El gobierno podría ahorrarse mucho dinero si utiliza robots docentes, no tendría que pagar pensiones, ni vacaciones, ni día del maestro(a); sin duda, las aulas podrían volverse totalmente virtuales, así como las bibliotecas, además de que la tecnología de los implantes cerebrales podría ahorrarnos muchos años de lectura, y volver accesible al cerebro humano una cantidad infinita de información, que se podría utilizar de manera expedita para cualquier actividad intelectual. Ya puedo suponer las manifestaciones de las últimas generaciones de docentes marchando airadamente en contra del gobierno por las calles de la Macroplaza, en contra de la robotización y el uso de la inteligencia artificial para suplantar la profesión docente. Una lucha social seguramente perdida de antemano… bueno, creo que me fui muy lejos en el tiempo futuro”.
Me quedé sin comentarios, aunque quise decirle que tal vez eso podría ocurrir, pero nadie lo sabe de cierto, así que mejor seguimos viendo la Bundesliga y comiendo un caldo de albóndigas con verduras que nos preparó mi querida esposa y que estaba realmente suculento.