En la arena del ruedo, el torero se enfrentaba al toro, mostrándole el engaño con la muleta y comenzando una faena magistral. Con temple y maestría, llevaba al toro, bravo y de imponente presencia, por los tres tercios. El animal lleno de casta embestía una y otra vez, recordando que, si el torero se descuidaba, podía causar una herida mortal con sus grandes pitones.
Mientras la noche del primero de diciembre presenciaba en la monumental plaza de toros Lorenzo Garza, un espectáculo taurino, en el palacio de gobierno, otro evento se desarrollaba con tintes igualmente desafiantes. Algunos ven la tauromaquia como un arte donde la vida se juega entre razón e instinto, así como en el mundo político, donde la razón del Congreso chocaba con el instinto representado por el toro de lidia llamado Samuel.
La controversia política se asemejaba a la pasión generada por la fiesta brava. En Nuevo León, la ley apuntaba en una dirección, mientras la razón se imponía sobre la bravura e instinto político que buscaba triunfar en otras plazas más importantes, como una candidatura presidencial.
Las gradas estaban repletas de aficionados que seguían cada movimiento en la arena con la misma tensión que el momento en que el toro podría embestir al matador o este último, con su fuerza menguada, cometer un error al enfrentar al animal.
A minutos de concluir el último tercio, la máxima autoridad de la corrida, al igual que la Suprema Corte de Justicia, dictó una decisión. Así como en el ruedo se decidió el destino del toro, la Corte decidió que Luis Enrique Orozco, era gobernador interino designado por el congreso estatal. ¿Entonces debía regresar al Estado, Samuel Gracia y olvidarse del sueño presidencial?
La incertidumbre se cernía sobre el destino de Samuel, ¿regresaba para ser sacrificado o era tan imponente que merecía ser indultado como un extraordinario toro de lidia, como un gran político? La analogía con la tauromaquia mostró un dilema: ¿rendirse en su carrera presidencial o convertirse en un líder capaz de atraer seguidores y volver con más fuerza?
En estos tiempos de prohibiciones y debates sobre la tauromaquia, Samuel representaba la lucha entre ser sacrificado por la ley o convertirse en un símbolo de un verdadero movimiento ciudadano, más allá de las barreras partidistas. Tal como la fiesta brava, su destino podría definirse por la voz del pueblo y no por restricciones legales.