La salud del fiscal y la salud de la República

Fracasó en la que debería ser su tarea primordial: la transformación de la Fiscalía General de la República en una herramienta para el combate a la impunidad

Durante el fin de semana, corrió en redes y medios un rumor sobre la muerte del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero.

Esta resultó ser una noticia falsa: según se sabe, el fiscal Gertz se encuentra bien y en su casa, luego de una intervención médica en Estados Unidos.

Me alegro y le deseo una pronta y plena recuperación.

Deseo igualmente que deje el cargo a la brevedad posible. No por su edad ni por su condición física, sino porque está incapacitado moral y políticamente para seguir al frente de la Fiscalía General de la República.

Así lo escribí hace unos meses luego del desenlace del caso de Alejandra Cuevas y así lo reitero, palabra por palabra, el día de hoy

Alejandro Gertz utilizó su inmenso poder para fines personales, para satisfacer sus deseos de venganza en contra de la familia de su hermano.

Manipuló a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, con la mirada ausente o la venia de Ernestina Godoy, para perseguir penalmente a dos mujeres de la tercera edad y robarle la libertad a una de ellas durante 528 días.

Logró que un juez y un órgano colegiado del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México enviaran a prisión preventiva a Alejandra Cuevas, acusándola de un delito inexistente y obviando cualquier análisis objetivo de las pruebas contenidas en el expediente.

Extorsionó durante meses a la familia Castillo Cuevas, arrancándole su patrimonio y sus recuerdos, pretendiendo además que los hijos de Alejandra Cuevas se incriminaran de delitos que nunca cometieron.

Utilizó todas las chicanas posibles e imaginables para prolongar la tortura de Laura Morán, extender el encarcelamiento de Alejandra Cuevas y eternizar un proceso judicial sin pies ni cabeza.

Intentó presionar a integrantes del Poder Judicial de la Federación, incluyendo a ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para evitar que se concediera un amparo y se frenara la persecución ilegítima en contra de sus víctimas.

Además, ha hecho del caso Odebrecht un lodazal inmanejable, casi garantizando que nadie que no sea Emilio Lozoya (y eso está aún por verse) reciba sanción por el asunto, en paralelo a la fabricación de acusaciones con notables tintes políticos.

Por si fuera poco, fue acusado (con pruebas) de haber incurrido en plagio en al menos dos ocasiones y aun así logró, con la activa ceguera de las autoridades del Conacyt, su incorporación al nivel más elevado del Sistema Nacional de Investigadores

Participó sin reparos en la simulación del cheque del Infonavit —cuyos fondos supuestamente se destinarían a la no rifa del no avión presidencial— que ha sido traída de nuevo a la luz pública luego de la denuncia de Jaime Cárdenas en la revista Proceso.

Y de remate, ha fracasado en la que debería ser su tarea primordial: la transformación de la Fiscalía General de la República en una herramienta potente para el combate a la impunidad. La nueva FGR es igual a la vieja PGR, salvo por una sigla.

Alguien con esa trayectoria no puede seguir en un cargo de tanta importancia. Por la salud y el futuro de la República.

alejandrohope@outlook.com Twitter: @ahope71