La rana y el alacrán

Lo que los alacranes populistas deben de tomar en cuenta es que no todos son como el inocente pueblo bueno y sabio a quien pueden engañar cual ranitas

Cuenta la fábula que estaba un alacrán tratando de cruzar un río cuando ve a una ranita descansando cerca de la orilla. El “artrópodo quelicerado” le dice a la ranita: “No se nadar y si me meto al agua me ahogo, ¿me pudieras ayudar a cruzar el río?”. A lo cual la ranita desconfiada le contesta: “Si te subo sobre mi lomo y te ayudo a cruzar me vas a picar y ambos moriremos”. A lo cual el peligroso escorpión le afirma: “Si te pico a mitad del río, tú te mueres y yo me ahogo”. La respuesta le satisfizo al anfibio, permitió que lo montara y comenzó a nadar hacia la orilla opuesta.  A la mitad del camino la ranita sintió sobre su espalda el ardor de la picadura y, ya sin fuerza para hablar, levanta sus angustiados ojos haciendo contacto con los de su verdugo. El alacrán solo le dice: “Perdóname ranita buena y sabia, soy alacrán e hice lo que mi naturaleza obliga”.

Obviamente el alacrán no se arrepintió una vez sentado sobre el lomo de la ranita, con alevosía sabía desde un principio que estaba mintiendo y peor aún, tenía por cierto que inexorablemente dañaría a quien pretendía ayudarlo. Pues bien, el perverso alacrán diseñó su plan por etapas, primero no tuvo vergüenza en mentir, después perdió el pudor al subirse sobre el lomo de su víctima y finalmente tuvo la ignominia de matar a su benefactor. Caray, bien dice el viejo adagio español que “no se le pueden pedir peras al olmo”.

El cuento viene a cuento porque así son los populistas y demagogos izquierdistas.  Son sagazmente convincentes, pero, al igual que los alacranes, siempre engañarán y embaucarán a los ingenuos empresarios y al inocente pueblo bueno y sabio, para finalmente causar aflicción, dolor y desgracia. A pesar de la elocuencia en sus discursos, por moderados y sobrios que pretendan aparentar y a pesar de las promesas y juramentos de prosperidad, la verdad es que, una vez montados en el poder, muestran su verdadera cara y regresan inequívocamente a sus radicales y aviesas raíces.

En días recientes ganó un fundamentalista izquierdista, Pedro Castillo, la presidencia de Perú. A escasos días de haber ocupado la presidencia “cambia de opinión” y decide sacar a su país del grupo democrático que su misma nación fundó, el Grupo de Lima. El mentado grupo reunió a países latinoamericanos que veían en Nicolás Maduro a un gobernante totalitario y opuesto a la alternancia de poderes. Igualmente, por increíble que parezca, decide nombrar como canciller a un octogenario exguerrillero, ex convicto y fundador del Ejército de Liberación Nacional. Muy al estilo populista latinoamericano, el presidente Castillo ha acusado a las empresas trasnacionales de saquear las riquezas del país andino. Dichas erráticas decisiones ajenas al libre mercado, han asustado a inversionistas que temen una desvergonzada radicalización del país.

Lo que los alacranes populistas deben de tomar en cuenta es que no todos son como el inocente pueblo bueno y sabio a quien pueden engañar cual ranitas.  También existen inmunes ratones saltamontes de Arizona que neutralizan el veneno de las picaduras y, dicho sea de paso, pueden nadar. Quizás China sea para Castillo como esos singulares roedores devoradores de alacranes al ser su primer socio comercial, haber firmado un tratado de libre comercio, estar construyendo un puerto de USD$3,000 millones y tener en cartera inversiones en minería de cobre por USD$10.425 millones. Pues bien, por más astuto que sea un alacrán peruano, el anunciar que se quedará con el 70% de las ganancias de las empresas mineras afectando las inversiones chinas, será equivalente a treparse al lomo de los gigantes ratones saltamontes empresariales. Más aún, las inversiones chinas tienen una cláusula donde la afectación a una sola inversión, afecta a todas las demás.  Con ellos no se juega.

Ahora bien, independientemente de si un alacrán engaña a una ranita o intenta disuadir a un ratón saltamontes, el veredicto es el mismo, desgracia y muerte. Hago votos para que los países latinoamericanos realmente podamos comprender que, al igual un alacrán siempre lo será, un líder populista de izquierda también será fiel a su ideología marxista. No los dejemos llegar al poder.