Llama la atención que el gobierno "más humanista" de la historia de México, no muestre solidaridad con el dolor de miles y miles de familias mexicanas que tienen desaparecido a uno de sus miembros.
No se trata de expresar empatía con verborrea y solidaridad demagógica, pues los hechos dicen más que mil palabras mañaneras. La indiferencia es patente.
La primera responsabilidad del Estado Mexicano debe ser salvaguardar la integridad personal y la vida de todos los mexicanos. Sin embargo, la apatía y la insensibilidad frente a las grandes tragedias familiares tienen muchos años, -debemos reconocer-, pero ningún gobierno, -como lo ha hecho este-, se había ufanado de practicar un humanismo exacerbado. La realidad cotidiana muestra que las palabras van en un sentido mientras los hechos se enfilan hacia el camino opuesto.
Este gobierno ha puesto los temas presupuestales y económicos por encima de los más elementales derechos humanos, como lo es el derecho a la vida. La violencia y la delincuencia, -así como las restricciones presupuestales al sector salud-, ponen en riesgo la vida, pero los ahorros son la prioridad.
La legislatura dominada por MORENA invierte todo su tiempo y esfuerzo en cumplir hasta el más pequeño deseo del presidente e ignora los grandes temas humanos sobre los que debiese legislar. Por ejemplo, castigar con rigor el "cobro de piso", -que no sólo es un atentado contra el patrimonio de las familias mexicanas-, sino una doble tributación que paga el sector productivo de este país, lo cual no le preocupa a este gobierno. El cobro de piso sólo queda visible cuando los extorsionadores queman un local comercial, asesinan a una víctima rebelde que no paga, o le dan un escarmiento físico a quien se retrasa en el pago.
Es entendible que quienes nunca han sido productivos, -pues siempre han vivido "del presupuesto público" y de la "politiquería"-, no entiendan ni reconozcan las aportaciones que los microempresarios hacen a la fortaleza de la economía de este país.
Es inaudito que un gobierno que se considera "humanista" esté más preocupado por temas presupuestales, como lo es el monto de lo solicitado por el INE para realizar las elecciones del 2024, o también el cuestionamiento a los costos del Poder Judicial, -por poner dos ejemplos-, cuando debiese concentrar toda su atención en aquello que pone en riesgo la vida de los mexicanos.
La desaparición y asesinato de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco, se suma a otros miles de desaparecidos en todo el país, que durante este gobierno suman ya más de 42 mil personas.
Mientras vemos como aumentan el sadismo y la crueldad con que se ejerce la violencia criminal en este país, en Palacio Nacional la preocupación es la lucha electoral para retener el poder.
El combate "mañanero" es contra los organismos autónomos, contra el Poder Judicial, contra la prensa y los medios de comunicación, y contra todos aquellos que se resisten a acatar las órdenes presidenciales, y no contra los verdaderos generadores de violencia, esa que vulnera la tranquilidad de las familias de los sectores populares, a las que este gobierno se ufana defender.
Evidentemente en la "esfera del poder" se vive dentro de una burbuja de sobreprotección policial para salvaguardar la integridad de los funcionarios y sus familias, y por ello pierden la sensibilidad de los riesgos de la vida cotidiana.
El combate a la violencia cada vez más parece ser una simulación.
En Michoacán ya se utilizan drones con explosivos para amedrentar a la población y obligarla a abandonar sus tierras, -lo cual parece ser una táctica de guerra-, digna de aplicarse en la lucha militar en Ucrania, y no en un país que debiese vivir en paz como lo debiese suceder en el nuestro.
Mientras los drones se adueñan del cielo de Michoacán y transportan granadas, el presidente asigna al Ejército la operación de una línea aérea comercial, Mexicana de Aviación y la administración de varios aeropuertos.
En un país presidencialista como este, -mientras el presidente no de la orden-, el tema de seguridad seguirá soslayándose, mostrando éxitos mediáticos que son simplemente simbólicos, pero sin entrar en soluciones de fondo.
El Ejército no utilizará toda su fuerza para pacificar al país, si su comandante supremo no lo autoriza y ordena, pues seguramente la tecnología, información, recursos humanos y experiencia para hacerlo, lo tiene de sobra. Nadie duda de la superioridad de nuestro Ejército sobre todos los grupos delincuenciales juntos.
Simplemente la formación profesional de los altos mandos, -educados en el Heroico Colegio Militar-, para asumir las responsabilidades castrenses, es un importante recurso estratégico. La formación en valores cívicos que reciben los militares de carrera, genera una vocación de servicio y disciplina, lo cual les coloca muy por encima de la capacidad operativa de los grupos delincuenciales.
Sin embargo, -precisamente por su disciplina-, esta institución debe supeditarse a las encomiendas que le asigne su comandante supremo.
Por ello no se entiende la razón por la que, -en un contexto de espiral de violencia-, en lugar de concentrarse el Ejército en la pacificación del país, el presidente le distrae de su vocación natural asignándole responsabilidades empresariales.
La historia pondrá todo en su lugar... y su juicio será implacable al juzgar a este gobierno.