La detención de Ovidio

El miedo entre los ciudadanos persiste y el ejército continúa en las calles

El pasado jueves 5 de enero los habitantes de Culiacán, Sinaloa, se despertaron a las 5:00 horas por la detención de Ovidio Guzmán “el ratón”, hijo de El Chapo Guzmán. La ciudad se paralizó; la población fue instruida a quedarse en casa. Carreteras bloqueadas, balaceras, incendios, toma de vehículos, ataques al aeropuerto y cierre de escuelas, comercios y hospitales. Las autoridades tardaron más de 20 horas en dar relativa paz a la población. El miedo entre los ciudadanos persiste y el ejército continúa en las calles.

El ratón vivía con lujos tomando en consideración que habitaba un área rural. Tenía relojes y bolsas de marca, un Mercedes Benz, entre otros automóviles, así como diversos objetos en forma de ratón. El apodo, dicen, fue puesto por su padre por considerarlo escurridizo. Después de la balacera que duró siete horas entre las fuerzas federales y los sicarios, su casa quedó llena de orificios en paredes y muebles, así como con manchas de sangre de ese jueves negro. Sus dos hijas, de 9 y 3 años se cree que resultaron heridas por las manchas en sus camas. Algunas casas de los pobladores de Jesús María fueron también invadidas y afectadas con el intercambio de balas.

Ovidio era protegido por 26 camionetas blindadas y otros autos modificados para asegurar la protección, todas, con un logotipo de ratón que marcaba su propiedad.

No es de los mandos principales del Cártel, están sus hermanos Iván Archivaldo, Joaquín, Aureliano y Jesús Alfredo Guzmán, los otros hijos del Chapo, así como Ismael “el Mayo” Zambada, líder del cartel de Sinaloa quienes disputan el control de la organización. Antes del 19 de octubre de 2019 en su fallida captura, Ovidio era un completo desconocido. No obstante, acaparó el negocio del narco menudeo con dispensarios de marihuana y una amplia red de expendedores de la droga; además se le atribuyen al menos 11 laboratorios de drogas sintéticas. 

El capo de 32 años es requerido en Estados Unidos desde el 2008 y su búsqueda fue reactivada en el 2021 cuando el gobierno de Biden ofreció una recompensa de 5 millones de dólares por datos para su captura. Se considera como el principal introductor del fentanilo a ese país cuyo consumo ha causado la muerte de más de 100 mil personas.

La captura tiene varias lecturas.

Primera. El gobierno de México no tiene una estrategia concreta de lucha contra el narcotráfico por lo que llama la atención que la captura del capo se realice días antes de la Cumbre de Líderes de América del Norte. ¿Fue un regalo para Biden o una condición para la presencia del presidente estadounidense? En la agenda de los presidentes el tráfico del fentanilo fue prioritaria. La detención de Ovidio a la que se suma la de “El Gato” de Los Beltrán Leyva, ¿son solo muestras de buena voluntad hacia el tema? AMLO deberá demostrar con hechos su compromiso con la lucha contra el narcotráfico. El solo enunciado de preocupación no es suficiente porque no resuelve el problema.

Segunda. El ejército mexicano ya demostró que tiene la capacidad de inteligencia para detener a un narcotraficante, pero ¿capacidad física?, ocasionó la muerte de 29 personas. El titular de la Sedena señaló que se detuvieron a 21 integrantes del grupo delictivo, armas de diferente calibre, así como aseguraron 13 vehículos y se inutilizaron 40 camionetas entre las que se encontraban las 26 blindadas. El resultado luce pobre por el nivel de impacto del Cártel y sobre todo porque, aunque El Ratón si es una pieza clave entre “Los Menores” o “Los Chapitos” no es el jefe.

Tercera. Los grupos narcotraficantes tienen la capacidad y fuerza para alterar la vida y la paz de la población, habrá que esperar la reacción violenta de los mismos por el reacomodo de fuerzas hacia su interior. Habrá que ver también cuál será la reacción del gobierno federal, ¿seguirá con más capturas?

Cuarta. Es evidente “la vista gorda” del gobierno federal ante los grupos criminales. De todos es conocida la amplia red de distribución que la familia de Ovidio tiene en Culiacán, y en otras partes del país, ante la cual el gobierno no hace nada ni con este ni con otros cárteles. Hay un sistema de complicidades y protección, desde años, entre las autoridades y ejército mexicanos y sus contrapartes en Estados Unidos.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com